Paysandú, Martes 01 de Marzo de 2016
Opinion | 01 Mar La industria del vino tiene más de 250 años en el país, pero es a partir de 1830 que la viticultura encuentra un entorno para su desarrollo favorable en este suelo. A mediados de la segunda mitad del siglo XIX la industria se desarrolló a partir de cepas francesas Tannat, llamada Harriague, y la Folle Noire, llamada Vidiella, en honor a quienes desembarcaron estos varietales en el país. En tanto, la primera ley vitivinícola data de 1903 y ya en 1904 se realizan los primeros controles de calidad, registros de datos y censo de producción.
A partir de 1987 con la creación del Instituto Nacional del Vino (Inavi) es que comienzan impulsarse la reconversión del sector vitivinícola, logrando abrir las puertas para ingresar en el mundo de la competencia y la calidad internacional del vino. A la acción del Inavi, se sumó posteriormente el Laboratorio Tecnológico del Uruguay, encargado del control químico y sensorial del vino con miras a su exportación.
La uva tannat se ha consolidado como la principal variedad de nuestro país por su buena adaptación al suelo y el clima. Esto ha permitido que hoy en día, el vino sea un producto con un alto porcentaje de valor agregado, que genera divisas y empleo a un importante número de trabajadores en distintos sectores, especialmente el rural.
Además, a partir del reconocimiento mundial obtenido por esta cepa, hay 28 bodegas registradas en el Ministerio de Turismo que realizan a lo largo de este año en Uruguay degustaciones de vinos y comidas típicas, visitas guiadas y experimentación de diversos procesos.
El enoturismo tiene un desarrollo creciente en el país, especialmente entre los jóvenes de las familias de viticultores, como una modalidad de turismo en espacios rurales y naturales que genera un interés creciente en el público.
En la vendimia, que comenzó el pasado 15 de febrero y se extenderá hasta los primeros diez días de abril, son varios los establecimientos --fundamentalmente de Montevideo y Canelones-- que abren sus puertas a los visitantes para mostrar las diferentes etapas de la producción e, inclusive con la opción de participar de la cosecha.
A lo largo del año hay otras posibilidades para aprender del vino a través de las degustaciones, maridajes y participación en fiestas ligadas a la gastronomía, el trabajo de la vid y las buenas cosechas, tales como los festivales del Tannat y el cordero, de San Juan, o el de la Poda y la cocina criolla. Sería muy interesante que Paysandú se incorporara a este calendario con similares propuestas a desarrollarse en empresas vitivinícolas, lo que seguramente requeriría de la articulación público privado o de servicios complementarios por parte de emprendedores locales, pero que podría redundar en la incorporación de una modalidad de turismo que fortalezca la oferta del departamento.
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