Paysandú, Domingo 06 de Marzo de 2016
Opinion | 29 Feb “Mal de muchos, consuelo de tontos”, dice el refrán. Pues bien, en este caso no hablaremos de un mal sino de una problemática que tiene sus facetas positivas y negativas, como el envejecimiento poblacional y sus exigencias adicionales para la estructura del sistema previsional que atiende al sector de la tercera edad.
Así, la Organización Mundial de Comercio (OCDE) advierte a través de un documento que las reformas de las pensiones que han tenido lugar en la última década en muchos países han mejorado la sostenibilidad de las cuentas públicas del gobierno, pero a costa de erosionar la calidad de vida de los jubilados. Extremo al que no debería llegarse si las cosas se hicieran con tiempo y forma, teniendo en cuenta que hay viejos retos pendientes que se han ido agravando con el paso del tiempo debido a que en muchos casos se han desatendido las señales de alarma.
"Arreglar los retos financieros de los sistemas de pensiones es solo una parte de la ecuación. La otra parte está ligada a la sostenibilidad social y a si las pensiones en el futuro alcanzarán para dotar de condiciones de vida adecuadas a las personas mayores", resume el informe "Pensiones de un vistazo 2015". Precisamente el secretario general de la organización, Angel Gurría, dijo que si bien algunos pasos dados en los últimos años fueron acertados, "hay un riesgo creciente en algunos países de que las pensiones en el futuro no sean suficientes".
"El desafío a largo plazo es diseñar políticas hoy que sean lo suficientemente flexibles para adaptarse a las incertidumbres del mundo laboral del mañana, a la vez que aseguren un nivel de vida adecuado para los pensionistas", argumentó.
La OCDE es una organización que agrupa a 34 países y aconseja principalmente en cuestiones económicas, y en este tema considera que si bien la mayoría de los pensionistas del organismo disfrutan de un nivel de vida tan bueno como la población media de sus naciones, ya la situación está experimentando cambios.
Y en realidad el escenario que se plantea, cada vez más acuciante, refiere principalmente al deterioro de la relación entre el número de quienes aportan y quienes se benefician de las prestaciones, en una especie de ahorro individual cuya instrumentación difiere en cada país.
Hay una realidad que ha cambiado y tiene que ver por ejemplo con la estabilidad laboral, por cuanto está en retroceso el trabajo de por vida en el mercado laboral. Esto se da en todos los países, tanto industrializados como en desarrollo. Lo vemos a diario por ejemplo en Uruguay, donde es cosa del pasado el concepto de un solo trabajo a conservar toda la vida o cambiar alguna vez una para mejorar, a menudo hacia un empleo público.
Y si bien el sistema de seguridad social tiene marcadas diferencias según el país de que se trate, no es menos cierto que el tema previsional está muy dependiente del nivel de empleo, sobre todo en países donde el pago de prestaciones se hace desfasado en el tiempo, como es el caso del Banco de Previsión Social, donde lo que hoy aportan los activos se utiliza para pagar las pasividades de los actuales pasivos, en tanto quienes hoy están activos cuando pasen a ser pasivos dependerán del aporte de quienes trabajen en ese momento.
Por el contrario, en los sistemas de ahorro con administradoras de fondos previsionales, como las AFAP, cada trabajador aporta a su propia cuenta para ir recibiendo de ese fondo su futura pasividad, lo que es un ideal al que se debería llegar desde el punto de vista de la seguridad de cada trabajador. Así se depende de sí mismo, de los ahorros propios, y no de los aportes de los activos en una especie de calesita y una “solidaridad” intergeneracional que muchas veces presenta situaciones injustas y un costo que se traslada a toda la sociedad.
La situación es especialmente delicada para los trabajadores más jóvenes, por el elevado desempleo en su franja de edad, ya que al menguar sus aportes percibirán menores pensiones cuando se jubilen.
En lo que tiene que ver con los intentos de irse adaptando a esta realidad mundial, la OCDE reconoce que “la última década ha sido un período de intensa actividad reformista en el área de las pensiones", lo que igualmente tiene su contrapartida en determinados sacrificios, como el retrasar la fecha de retiro para tratar de nivelar la ecuación económica de los sistemas previsionales, lo que se ha dado sobre todo en países europeos.
Así, se ha hecho hincapié en medidas clave como el aumento de la edad teórica de jubilación y la reducción de la distancia entre el límite legal y la edad real, así como la limitación de la jubilación anticipada, pero ello conlleva que se reclamen esfuerzos a los países para que la trayectoria profesional de las personas vaya acompañada de medidas más efectivas para ayudar a maximizar las oportunidades de retirarse de forma confortable.
Y sobre todo, tener en cuenta que si ello ocurre en las naciones ricas, mucho peor es el escenario en países como Uruguay, donde tenemos una pirámide etaria similar a la de esos países pero con menos recursos, lo que hace doblemente caro para los aportantes y para el país sostener el sistema, y da la pauta de la magnitud del desafío, que será más grande cuanto más se deje pasar sin atacarlo con medidas de fondo.
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