Paysandú, Lunes 07 de Marzo de 2016
Opinion | 06 Mar Érase una vez una ciudad en la que pocos, pero ruidosos, hacían tronar sus motos sin escape, rodaban contra flecha, excedían la velocidad poniendo en peligro a transeúntes y otros vehículos. Érase una vez una ciudad en que en determinadas zonas resultaba difícil conciliar el sueño debido al ruido exagerado del tránsito, especialmente de un puñado de motos que endiabladamente daban vueltas y vueltas en el lugar, como si estuvieran irreversiblemente unidos a una calesita del demonio. Érase una vez una ciudad en la que había una población sitiada por un revoltoso grupo, al que además se le vinculaba con rapiñas, robo de motos, hurtos en automóviles estacionados y más.
Pero hubo un atardecer diferente, también con tronar de motos. Merced a un acuerdo entre el Ministerio del Interior y la Intendencia Departamental de Paysandú, personal del cuerpo de élite de la policía nacional, la Guardia Republicana, comenzó una tarea de apoyo a las direcciones de Tránsito y Movilidad Urbana para la realización de controles masivos de tránsito. Sin aviso previo, se instalaba un control, con personal de la Intendencia, encargado de inspeccionar vehículos y documentación, en tanto la Policía Metropolitana aseguraba el perímetro, con efectivos de a pie y en motos listos para actuar, ante cualquier incidente.
En pocos días se retuvieron decenas de motos, se establecieron cientos de multas y hubo varios procesados sin prisión por intentar escapar al control.
Llegó una noche en que los vecinos --que antes debían cerrar hasta la última rendija de sus hogares y poner a volumen máximo sus radios o televisores-- pudieron abrir las ventanas, escuchar a un nivel de sonido decente y posteriormente dormir plácidamente, sin necesidad de somníferos.
Los operativos de control de tránsito respaldados por la Guardia Republicana --que tiene jurisdicción en todo el territorio nacional-- fueron muy exitosos y obtuvieron el franco respaldo de la inmensa mayoría de la población.
Esto no debe llevar a la fácil --pero equivocada conclusión-- que la Policía sanducera no está capacitada para realizar una tarea similar a la que efectuó la Republicana. Lo que puede sugerir es que se debe usar un cuerpo que a nivel departamental es similar a la Republicana, el Grupo de Operaciones Especiales (GEO), para que se tengan resultados similares.
El departamental no tiene los mismos recursos ni la misma experiencia que el nacional, pero en la medida que no se puede contar todos los días con la Republicana, el GEO perfectamente puede ayudar a los inspectores de Tránsito en su tarea.
La sociedad ha cambiado, ¿qué duda cabe? Lo lógico sería que los inspectores de Tránsito no necesitaran de apoyo alguno, que por su investidura se los respetara. Pero ni en Paysandú ni en ningún otro lugar --al menos en Uruguay-- ocurre eso y se ha tornado imprescindible el apoyo policial. La clave está en que no todo policía tiene el entrenamiento ni el equipo necesario para actuar en este tipo de operativos, que tuvieron un excelente resultado con la presencia de la Metropolitana, pero que tuvieron sabor a poco. Bienvenido lo que se logró, más no por eso podemos dejar de mirar lo que todavía queda por hacer.Quedan vehículos que transitan en situación irregular, incluso sin empadronar o sin estar al día en el pago de la patente de rodados. Además, conductores que no tienen o tienen vencida su licencia.
El proyecto de instalar una base de la Republicana en Paysandú, sin dudas, ha sido recibido con el mismo entusiasmo que generó su ingreso temporal a la ciudad. Mientras eso se concreta, un grupo de esa policía asiste a la sanducera en otro tipo de operativos.
Ahora bien, junto al alto nivel de aceptación de la sociedad sanducera de la presencia y accionar de los efectivos de la Republicana, aparecieron preguntas inquietantes, en la medida que hace muchos años que en Paysandú no se veía un cuerpo policial de estas características.
Entre líneas surgió un asunto que, aunque han pasado décadas, sigue muy vigente: el uso del poder policial o militar. Hay heridas que aún no han cerrado en esta sociedad que mantiene en el fondo de su memoria los volcánicos años sesenta y de principios de los setenta: la lucha armada, la represión del Estado con el uso de todas sus fuerzas.
Con eso, planea en el imaginario popular la expresión "hijos del rigor", haciendo particular referencia a toda aquella situación en que se hace caso a la conciencia únicamente después de que una inacción, negligencia u omisión acarrea las inevitables consecuencias por transgredir el orden establecido.
Empero, no puede decirse que los sanduceros seamos hijos del rigor. Porque eso sería ser tratado con un exceso de severidad ya que esa sería la única forma de que se haga lo que determinan leyes y ordenanzas. No puede decirse --especialmente-- porque en realidad la amplia mayoría de la población cumple de buena gana con lo establecido.
Ahora bien, queda igualmente claro que hay unos cuantos que no reaccionan hasta que "los zapatos aprietan" o hacen lo que debe hacer solo cuando tienen "la soga al cuello" o se esfuerzan en cumplir únicamente cuando ya no hay salida posible o ante la inminencia de un castigo, sentencia, condena y demás sinónimos finales. Con todo ello, hay cierta ambigüedad ante la presencia de la Republicana. Muy bienvenida por gran parte de la sociedad, pero al mismo tiempo sin poder ocultar el temor a que se esté en el comienzo de una era de razias.El rigor, por tanto, está en el análisis y tratamiento del tema, luchando contra una doble moral que cual fantasma aparece. Se sabe que la situación estaba en un peligroso límite y ese mismo rigor debe determinar --alumbrar-- el hecho de que, para cambiar la situación, era necesario coraje en los gobernantes y apego a la ley.
Los hechos demuestran que las decisiones tomadas y los procedimientos realizados eran los necesarios. La acción de unos pocos a los que los procedimientos habituales no podían acorralar habían creado un estado de descontrol en el tránsito y en la tranquilidad ciudadana.
En democracia también es imprescindible respetar y hacer respetar las leyes. La democracia ofrece libertad, pero no libertinaje.Democracia es gobierno y todo gobierno debe proteger a su población y perseguir y castigar a quienes se colocan por fuera del sistema establecido.
Por detrás de estos procedimientos de la Republicana e incluso del convenio firmado entre la Intendencia y el ministerio, está la decisión del intendente de Paysandú de recomponer las buenas prácticas en el tránsito en la ciudad. Y como abogado, solicitó a la Justicia el rápido tratamiento de las denuncias contra quienes ataquen de cualquier manera a los inspectores de Tránsito. Eso resulta --a todas luces-- clave para que el ejemplo predique, para que se comprenda que no hay lugar para el recreo a la hora de conducir un vehículo y que tanto este como quien lo conduce deben cumplir con todas las normas.
Se concretaron una serie de acciones que desembocaron en lo que todos vimos, los procedimientos respaldados por la Republicana, que prometen continuar --sin previo aviso-- al menos hasta fin de año.
A las autoridades se les debe pedir precisamente que ejerzan su autoridad, también ellos apegándose a las leyes. Había --y aún hay-- quienes no parecen entrar en razones si no ven la vara en alto. ¿Son ellos hijos del rigor?, sin dudas. Y conviven en una sociedad que como tal busca tranquilidad para crecer y alcanzar los logros que se ha planteado.
El éxito de los procedimientos donde la fuerza pública cumplió con su labor a cabalidad y donde la Intendencia hizo cumplir la Ordenanza de Tránsito han demostrado que son bien recibidos por el conjunto de la sociedad. Que se merece paz y tranquilidad. Y a los hijos del rigor, rigor. El máximo previsto por la ley. A los demás, a nosotros, recordando la película de René Clair, la libertad. "À nous la liberté."
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