Paysandú, Lunes 07 de Marzo de 2016
Opinion | 07 Mar Si en los últimos tiempos en Uruguay no estuviésemos tan acostumbrados a los ataques hacia los medios de comunicación y los traslados de responsabilidades de quienes gobiernan, huiríamos despavoridos y diríamos que la última declaración del Plenario del Frente Amplio es –por lo menos-- vergonzosa, inmadura y desajustada con los postulados que defendieron sus propios fundadores. Sin embargo, tales adjetivos a estas alturas son innecesarios.
Tras recibir al vicepresidente de la República, Raúl Sendic, quien pidió “disculpas” y aclaró la polémica basada en su formación académica a la dirigencia partidaria, el plenario votó por mayoría (con la abstención del Frente Líber Seregni que lidera el ministro de Economía Danilo Astori) un comunicado que en el punto Nº 2 rechaza “la campaña desplegada por la oposición y diferentes medios de comunicación, destinada a menoscabar la imagen y credibilidad, tanto de integrantes de nuestro gobierno como así también a debilitar la institucionalidad del país”.
En los puntos 3 y 4, denuncian como “injusta y discriminatoria, la desacreditación de la cual, permanentemente, son objetos nuestras compañeras y compañeros en funciones públicas y de gobierno”, al tiempo que se solidarizan con Sendic “ante el injusto y agraviante acecho del que ha sido objeto”.
Si cualquiera piensa que las instituciones democráticas se debilitan con el simple cuestionamiento de un título académico, cuya ostentación no es necesaria para ejercer cargos de gobierno en nuestro país sino permitir que aparezcan en los documentos públicos que se firman, entonces significa que Uruguay ha llegado a un grado de intolerancia e incoherencia con los ideales de sus padres creadores.
Por el contrario, las naciones fuertes, modernas y –fundamentalmente-- maduras se cuestionan y soportan la autocrítica porque se enriquecen en los debates y su base ideológica no corre peligro ante las libertades que ejerce el pluripartidismo. En un país con mano de yeso, esas libertades se defienden con un Parlamento serio y partidos fuertes que no se sienten agraviados, sino que defienden con dignidad lo que creen, más allá de los errores propios.
La transparencia no debería ser objeto de temor en ningún representante o gobierno porque sostiene una democracia potente y las reacciones contra la ética, tan necesaria en cualquier orden de la vida, deberían avergonzar a aquellos que se ubican a la defensiva. Porque si ello ocurriese, entonces sí, la institucionalidad se mostraría debilitada.
Así que mientras haya cuestionamientos hacia un gobierno “electo con el apoyo mayoritario de la población del país”, tal como reza el comunicado, no hay por qué escandalizarse ni manifestar una “ofensa” que no es tal. En última instancia, “la verdad se defiende ella misma y la mentira, a pesar de correr mucho, se destruye ella sola”.
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