Paysandú, Martes 08 de Marzo de 2016

Despegue complicado en Argentina

Opinion | 08 Mar Con poco disimulo estamos siguiendo los uruguayos el desarrollo de los acontecimientos en Argentina, donde se da la novedad --que no es menor-- de que un gobierno no peronista tenga que tratar de enderezar la economía del vecino país. Para ello debe medidas que inevitablemente tendrán costo social por un período todavía imposible de evaluar, por cuanto hay tantos desequilibrios a corregir que es casi imposible encararlos todos al mismo tiempo.
Además, las medidas para adoptar son todas de ajustes, que implican trasladar recursos de un sector a otro, con la expectativa de empezar a mejorar la situación de los que crean la riqueza, sobre todo los exportadores, para revitalizar el aparato productivo al mismo tiempo que se contempla la situación de sectores de ingresos fijos cuyo poder adquisitivo inevitablemente será afectado por la inflación, que ya se ha desatado.
Es decir, muchas moscas para atar por el rabo, demasiadas, para augurar que las cosas van a mejorar en pocos meses, y sobre todo que en el sistema político, en los operadores, en la propia población, se logre la paciencia para esperar que las cosas mejoren, cuando además se viene de un gobierno K populista que estableció un insostenible esquema de subsidios y pagos asistencialistas a sectores de la población. Un sistema que asfixió la economía, con fuerte déficit fiscal, sostenido por detracciones nefastas para los exportadores de productos primarios que a su vez aniquiló el esquema productivo, al tiempo que mantuvo un dólar deprimido artificialmente con el cepo cambiario y restricciones al comercio exterior.
Pero el gobierno de Cristina Kirchner apostó a seguir haciendo la bicicleta, ya cada vez con más dificultades ante la bomba de tiempo que dejó en la economía, y en este esquema perverso el gobierno que entregó el poder sabía, --era su apuesta, tal como están las cosas-- que quien le sucediera iba a tener que tomar todas las medidas impopulares que no tomó, por motivos político electorales.
Esto es, precisamente para dejar el poder con cierta aureola de gestión acertada, cuando se hizo exactamente todo lo contrario y se montó un esquema insostenible y sobre todo, muy difícil de revertir sin remedios que serán muy dolorosos para los sectores menos favorecidos. Porque no hay milagros en la economía, y todo lo que se traspasó a los demás a costa de sacrificar el aparato productivo, va a tener que volver de una forma u otra para hacer viable la economía.
Uno de los dolores de cabeza es el valor del dólar, que va en aumento en todo el mundo --en Uruguay lo vivimos, también por errores propios, aunque sin llegar ni por asomo al delirio de los gobiernos K-- y es así que tras levantarse el cepo cambiario en la vecina orilla, el dólar ascendió a valores del orden de los 15 pesos argentinos. Pero también es un gran meollo desmontar el sistema de subsidios y controlar el incremento de las tarifas, con sus inevitables consecuencias en la inflación.
Y el incesante alza del dólar llevó a que igualmente el Banco Central tuviera que sacrificar reservas durante lo que lleva la administración Macri, aunque por cierto mucho menos que las que vendiera el gobierno de Cristina Kirchner.
Es así que cuando ya el dólar minorista había tocado el precio récord de $ 16,10 argentinos, decidió una abrupta suba de tasas de interés, que treparon desde 30% a 37%.
Por fin, los últimos tres días de la semana pudo hacer retroceder al dólar y estabilizarlo en torno de $ 15,60 argentinos.
Queda por verse en los próximos días si el Banco Central logró disciplinar definitivamente al mercado y habrá logrado paz cambiaria hasta que llegue el ansiado ingreso de dólares proveniente de la exportación de soja más la llegada de capitales externos. Mientras tanto, hay expectativas que pueden acentuar la presión compradora sobre el dólar y hacerle tomar un valor que por ahora el gobierno no desea, simplemente porque se trata de un factor generador de inflación y encarecimiento general, cuando a su vez debe hacer frente a una deuda externa que presiona por el lado de los “fondos buitre” que dejó sin pagar el gobierno de Cristina Fernández, por los que siguen corriendo tasas de interés que la harán cada vez más onerosa la deuda.
Parte de la “herencia maldita”, por supuesto, que tiene varios frentes y que de los que si bien la deuda es un aspecto muy doloroso, por lo menos es identificable. Sin embargo es tan cuantioso como incalculable el daño que produjo al aparato productivo, a la confiabilidad, a la inflación subyacente, al desfasaje y desequilibrio sobre el real valor de las cosas, los miles de funcionarios que ingresaron al Estado poco antes de irse el anterior gobierno, y que determinan costos enormes para el Estado, al que no le alcanzará con los despidos masivos de “ñoquis” y de muchos de los recién llegados.
Un fardo impresionante, en un país a la vez enormemente rico, pero con tantas tensiones internas e impaciencia, con corporaciones sindicales que juegan su partido, con empresarios que por lo que se ve tampoco están a la altura de las circunstancias, que hacen que estos primeros tiempos resulten muy conflictivos y difícil de sobrellevar.
Es de esperar que se pueda superar esta oleada cuanto antes para empezar a andar, antes de que las expectativas y la impaciencia se traduzcan en presiones que solo agregarán más problemas y urgencias, ante la gravedad del agujero en la economía argentina que dejaron los gobiernos de los Kirchner.


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