Paysandú, Lunes 14 de Marzo de 2016
Locales | 08 Mar Hace ya varios años se insertó en la presente columna, bajo igual título, un comentario que refería a la opinión de varios técnicos relativa a las previsiones que, en materia de recursos para la realización y el buen mantenimiento de las obras públicas, es conveniente, o más bien indispensable, crear y mantener. Y se ha considerado provechoso reiterar, aunque resumidos, los conceptos fundamentales entonces expuestos.
El primero de tales conceptos refiere a la regularidad de la inversión en obras públicas, lo cual procura que tal inversión no tenga altibajos que incidan desfavorablemente en su deseable regularidad, que influyen desfavorablemente en el nivel de empleo que las obras promueven. Se entendió que en un medio de reducida dimensión como el del país, ello causa inconvenientes como, verbigracia, los generados a las empresas cuando han de mantener en ciertos lapsos sus equipos ociosos, dado su alto costo de adquisición, y consecuentemente de amortización. Además, tal circunstancia provoca a las empresas nacionales dificultades ante la competencia de las extranjeras que, al actuar en medios de más alto volumen, pueden mantener un nivel de actividad.
El segundo concepto fue el problema que deriva de la falta de una planificación con prolongada perspectiva de futuro, vale decir a largo plazo, que permita organizar, también con perspectiva de varios años, la actividad de los sectores respectivos. Ello amortiguaría los inconvenientes de tal irregularidad y favorecería para mantener el nivel de empleo.
El tercero de los conceptos aludidos fue la indispensable necesidad de disponer de una organización adecuadamente prevista para los servicios de mantenimiento, especialmente en materia vial, pero sin que sea descuidado ningún tipo de obra. Ello es así en razón de que un mantenimiento adecuado contribuye a la mejor asignación de los recursos disponibles, en razón de que el déficit en tal renglón tiene el inevitable efecto de descapitalizar al país.
En efecto, no significa otra cosa que una obra se destruya por el uso y que tenga que ser reconstruida por no haberse abordado oportunamente la tarea de conservación, pues dicha tarea demanda un costo considerablemente inferior al de reconstrucción. Es que por cada peso que se invierte en mantenimiento se ahorran varios que, de otra manera, se deberán destinar inevitablemente, más adelante, a la reconstrucción de la obra. Y es bueno pensar al respecto que, verbigracia, en las carreteras el proceso de deterioro comienza desde el momento en que la ruta se libra al uso público. Pero ello, que no se advierte a simple vista, demuestra que no es conveniente, sino todo lo contrario, perder tiempo alguno.
Se considera que los conceptos expuestos, que se ha considerado volver a divulgar en lo sustancial de su contenido en la presente columna, son información adecuada sobre lo indispensable que es aplicar a las obras públicas una política previsora.
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