Locales | 13 Mar CARTA PARA DAVID
Nunca me destaqué por ser un buen escritor, pero deseo en esta reflejar un sentimiento sobre quien hizo y dejó una “grata huella” en la sociedad sanducera. Un hombre que supo hacerse querer, alguien que estuvo y estará en cada uno de nosotros en nuestro recuerdo. A todos nos trató con alegría y entusiasmo. Quizá siempre apurado pues tenía que cumplir con sus obligaciones laborales. En varias ocasiones pasábamos a saludarlo. En su escritorio, arriba de su tienda, estaba como nervioso y le preguntábamos si causábamos molestia al interrumpir su labor, y le ofrecíamos retirarnos y él nos decía “no, pero mejor de noche nos vemos, tenemos que juntarnos a charlar”.
Un hombre que, además de alegre y dinámico, era naturalmente muy conciliador, de perfil bajo y con la humildad de pocos. Dejó además una notable mujer y tres varones muy educados, cosa muy difícil de encontrar en estos días, con esa carga de valores, que en la mente de muchos genera una brecha, que existe entre los que saben lo que es el trabajo y lo que significa.
Yo me siento muy identificado con David, por todo lo que significa el tema de los valores. Esto fundamentalmente para respetar y consagrar la célula madre de la sociedad, que es la familia.
Paysandú ha sido desde siempre una sociedad integradora y no discriminatoria. La colectividad está íntimamente relacionada, tanto a nivel de la educación, donde por ejemplo mis hijos fueron a colegios católicos, junto a chicos de religión judía o protestantes. Asimismo, en esta sociedad nos hemos unido familias de diversos orígenes sociales y religiosos, habiéndose comprobado el éxito de tales uniones. Es tan profundo el dolor y tan grande el vacío que sentimos personalmente como la colectividad, que no existen palabras frente a este injusto y triste acontecimiento.
Marcelo “Pato” Romero Waksman (hoy más Waksman que nunca)