Paysandú, Martes 15 de Marzo de 2016
Opinion | 12 Mar El 1º de enero de este año ha marcado en buena medida un punto de inflexión en lo que refiere a la política de reconversión energética en marcha en nuestro país, que es muy auspiciosa en cuanto a sustituir generación de combustibles fósiles por energías renovables, y a la vez contar con eventuales excedentes para exportación a nuestros vecinos, por cuanto debido a necesidades fiscales se ha dejado de lado la tendencia al abaratamiento de la electricidad por provenir de fuentes diversas, con menores costos.
Así, el aumento tarifario dispuesto en los primeros días de este año ha motivado cierto grado de desencanto y frustración por una apuesta que entre sus objetivos incluía una energía más accesible para el ámbito tanto doméstico como empresarial, habida cuenta de que aún con estos elementos la electricidad sigue siendo cara en el Uruguay respecto al contexto regional y mundial, cuando se tenía la expectativa de ir revertiendo este escenario.
El cambio de la matriz energética puede mencionarse en nuestro país como un rara avis si se tiene en cuenta que es uno de los pocos ejemplos de aplicación de políticas de Estado en el sistema político uruguayo, donde prácticamente se está los cinco años de gobierno en campaña electoral por gobierno y oposición, y las decisiones se miden en costos políticos, en beneficios o perjuicios, con honrosas excepciones.
Y el caso de la reconversión energética en marcha desde hace años ha sido un buen ejemplo de buen gobierno, porque en grandes líneas todo el espectro político y los actores involucrados han coincidido en la importancia de llevar adelante estas políticas que entrañan beneficios desde todo punto de vista, incluido el medioambiental.
Incluso ha habido prácticamente unanimidad en destacar el avance de la instalación de los molinos eólicos a lo largo y ancho de todo el país, al punto de que una meta inicial de 300 megawatts (MW) instalados se alcanzará una potencia de 1.300 MW este año y se prevé alcanzar los 1.600 MW para fines de 2017.
Pero como sostiene el refrán, la necesidad tiene cara de hereje, y las buenas intenciones o compromisos anunciados cuando no se refrendan en los hechos traen aparejadas frustraciones y también problemas a la hora de revisar costos, cualesquiera fueran las circunstancias. Es así que el gobierno había anunciado rebajas futuras en las tarifas de la energía como consecuencia de la incorporación de esta fuente energética que es origen actualmente del 35% de la electricidad que se consume.
Pero si bien el impulsor, el viento, es gratis, convertirlo en electricidad es otro cantar, por cuanto según cálculos de El Observador, el año pasado UTE desembolsó unos U$S 130 millones para comprar poco menos de 2 millones de MWh que generaron los molinos privados, los cuales que tienen contrato con el ente por 20 años, con un precio de referencia de unos U$S 69 por MWh. Eso representó 17% del consumo total de energía eléctrica. Autoridades de UTE habían estimado un costo global de abastecimiento de la demanda de unos U$S 450 millones para 2015.
Uno de los argumentos manejado por las autoridades para justificar la suba de las tarifas de UTE de 9,85% --superior a la inflación de 9,4% del año pasado--, fue el incremento del dólar en 2015, que superó largamente a los precios (22,7%). Asimismo, la ministra de Industria, Energía y Minería, Carolina Cosse, dejó en claro que también incidió la definición del Ministerio de Economía de exigir mayores transferencias de la empresa a las arcas del Estado.
De acuerdo a la evaluación sobre la evolución de costos, el problema radica en que los contratos se han firmado en dólares con los vendedores de la energía, y la divisa ha subido por encima de lo que se pensaba en el momento de establecer los contratos y atraer inversores.
El exvicepresidente de la Cámara de Industrias (CIU) e integrante de la Comisión de Grandes Consumidores de Energía de esa gremial, Gabriel Murara, dijo que el costo de la “energía preocupa mucho porque se evalúa en el largo plazo”. En ese sentido, recordó que en 2005 la energía para los industriales uruguayos “era competitiva” con un precio de unos U$S 40 a U$S 50 por MWh. “Sin embargo, 10 años después ese precio trepó hasta los U$S 120 por MWh, cuando países como España, Colombia, Argentina y Brasil, tienen costos que van desde los U$S 40 a U$S 60”, alertó.
Según Murara, es “indudable” que Uruguay mejoró su matriz energética en la última década, “pero no le hemos prestado atención a los costos de la energía. Acá vemos que los contratos eólicos están a U$S 70 (por MWh) y con contratos a 20 años”, cuestionó.
El empresario recordó que para algunas industrias el peso de la energía representa apenas el 5% de sus costos pero en otras puede alcanzar el 20%. “Los industriales aspiramos a una energía competitiva, ya sea fósil, eólica o con gas. Hoy no estamos viendo ese camino en los costos", aseguró. Por ese motivo, indicó que cuando se atraviesa una coyuntura como la actual de caída en el precio de los commodities, "Uruguay no tiene cintura para bajar sus costos, lo que le hace perder terreno en los mercados externos", aspecto este que es una realidad insoslayable.
Es cierto, esta política tiene sus riesgos cuando se pacta la compra en dólares, pero forma parte de las reglas de juego en la economía y el problema radica por lo tanto en la inestabilidad de nuestra economía, por desequilibrios que hacen que el país no tiene “espalda” para bancar los cambios en el escenario y ello afecta a quienes tienen fuerte dependencia en costos de la electricidad.
Pero a fuer de sinceros, se trata de parte de los riesgos a correr en aras de un objetivo loable, como lo es la diversificación energética, por cuanto si bien se trata de un precio encarecido por el valor del dólar, hoy la mayoría de las centrales térmicas que tiene de respaldo UTE operan (con el precio del crudo actual) a un valor superior a los U$S 100 por MWh, sin tener en cuenta las amortizaciones de los equipos que ronda los U$S 15 por MWh.
Y aunque la energía hidráulica es más barata, en los períodos en que no se cuenta con reservas de agua suficiente la ecuación cambia, por lo que debe sin dudas se ha avanzado en una dirección correcta, en la que se debe perseverar para obtener los réditos que se buscan en el mediano y largo plazo.
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