Locales | 21 Mar Las denominadas voiturettes, como más tarde sucedió con las convertibles, tuvieron siempre un encanto especial que atraparon a entendidos y no tanto en materia de automóviles.
En el caso de las voiturettes, de andar ágil y con aire deportivo para aquellos años, la apertura de la puerta del baúl portaequipajes hacia atrás permitía que un par de personas se ubicaran en un asiento adicional – obviamente afuera del habitáculo– y pasear melena al viento.
Cuando Ford puso en marcha su exitoso modelo Ford A, una construcción robusta y simple, que con los años fue sometida a revisiones, además de la versión estándar Tudor, un sedán de dos puertas –el más vendido–, fabricaron también distintas alternativas, como ésta, de dos puertas, con capota y denominada voiturette por las gentes de aquel tiempo.
Paysandú vio circular por sus calles en aquellos años vehículos de la marca y el tipo que hoy presentamos. Obviamente que con el paso del tiempo fueron disminuyendo, pero sin embargo alguno todavía aparece y por otra parte, en excelente estado de conservación, fruto de los cuidados que se le han prodigado o de restauraciones completas.
El propietario de esta Ford A de 1929 es Elbio Humberto Pérez, quien hace diez que la adquirió a Luis Alberto Romanzo. Indicó que el motor fue rectificado quedando cero kilómetro, en tanto la carrocería se mantiene original de fábrica, al igual que la pintura. “Está toda original, en los faros se lee el nombre de la marca Ford”, dijo.
El color es azul Duco, nombre comercial asignado a una línea de productos de laca para vehículos desarrollado por la compañía DuPont en 1920. Tiene unas líneas como ribetes de amarillo crema, que por otra parte es el color de las llantas y rayos de alambre de las ruedas, mientras que los guardabarros son negros, tal cual los pintaba la casa Ford en sus modelos A. La capota es de tono también amarillo crema.
La rueda auxiliar se ubica en la parte trasera, prolijamente insertada en un protector de chapa. En tanto el motor responde como si fuera el primer día. Sin duda, una joyita mecánica que perdura pese al paso de los años y en excelente estado de conservación.