Paysandú, Martes 22 de Marzo de 2016
Opinion | 16 Mar El “mapa de calor”, presentado en la víspera por la Unidad Nacional de Seguridad Vial (Unasev) dentro de su informe 2015 sobre siniestralidad en el tránsito, es realmente preocupante. Con la excepción de Artigas, todas las ciudades capitales aparecen en un rojo intenso que refleja la enorme cantidad de lesionados en siniestros de tránsito.
Es que más de 8 de cada 10 lesionados se registraron en ciudades y caminos departamentales y menos de 2 en rutas nacionales, marcando que continúa en aumento la cantidad de heridos en áreas departamentales, llegando ahora al 80% del total.
Pero el dato más relevante es que, en promedio, cada 17 horas fallece una persona en el país por siniestro de tránsito. En total, el año pasado fallecieron 506 personas, 25 de ellas en el departamento de Paysandú. Eso arroja en nuestro departamento una tasa de mortalidad de 21,1/100.000 habitantes. Es el segundo más alto del país, solamente superado por Rocha. La situación es aún más preocupante si se consideran los últimos seis años (2010-2015), pues la tasa de mortalidad promedio en Paysandú es de 21,7/100.000 habitantes.
Resulta evidente que no puede desligarse la cantidad de accidentados con el tamaño del parque automotor. No puede negarse que desde que en Paysandú hay alrededor de 50.000 motos, indudablemente serán estos vehículos los que protagonicen la mayoría de los accidentes. Y que por su estructura brindan menor seguridad a sus ocupantes, quienes con mayor frecuencia reciben heridas graves o pierden la vida.
Más allá de los logros recientes de controles de tránsito con el apoyo de la Guardia Republicana, es claro que los siniestros de tránsito son una epidemia. La Unasev revela un dato clave: afectan fundamentalmente a personas del sexo masculino, menores de cuarenta años, conductores de motocicletas que se involucran en siniestros fatales los fines de semana. Por extensión podríamos agregar que los más perjudicados son la clase trabajadora y los jóvenes, por cuanto quienes transitan en vehículos de cuatro ruedas sufren menos las consecuencias.
A la vista de la realidad, solamente con controles estrictos y castigos ejemplares se podrá combatir el flagelo que se desata especialmente los fines de semana, que afecta a nuestros hombres jóvenes en especial.
La sociedad sí es responsable de sus desmanes, porque no hay una legislación contundente. Por ejemplo, un sistema de puntos que ante cada infracción o siniestro vial sean retirados por un período de al menos tres años. A eso debe unirse una férrea y constante fiscalización. Incluso, como en otros países, puede pensarse en la creación de establecimientos de detención por períodos de hasta un mes a los infractores. Eso, como pasa ya en varias partes del mundo, provoca tales problemas en sus vidas personales que sirven como contención clara y concreta.
Demasiadas muertes en nuestras calles y rutas exigen ya mismo una respuesta severa para cuidar incluso a los que no quieren ser cuidados. La vida es el sagrado tesoro de todos, y todos debemos resguardarla.
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