Opinion | 20 Mar En 2004 se creó en Uruguay la comisión contra el racismo, la xenofobia y discriminación, que tras su instalación en 2007, propone desde entonces las políticas de prevención contra toda forma de discriminación y el jueves pasado presentó su plan de acción para 2016.
Desde el comienzo de su labor, recibió 227 peticiones de las cuales 35 corresponden a este año y se vinculan con las diversas formas de discriminación, en su mayoría --un 41%-- por raza, el 29% por orientación sexual y en tercer lugar por discapacidad, con el 11%.
De los casos denunciados por etnias, el 92% provienen de la comunidad afro, seguido por la judía con el 14% y en su mayoría en el ámbito laboral (41%), además del educativo (15%).
La ministra de Educación, María Julia Muñoz, encabezó la presentación del informe y resaltó la necesidad de impulsar una mayor educación en tal sentido, para modificar las conductas que posibiliten una convivencia pacífica. No obstante, se manifiestan procesos discriminatorios en la sociedad que permanecen arraigados, casi culturalmente.
Mañana lunes será el Día Internacional de Lucha contra el Racismo, en recuerdo de un hecho vinculado contra el apartheid en Sudáfrica, y si bien se observan avances legislativos a nivel mundial, algunas conductas o actitudes permanecen estancadas e imposibilitan un correcto avance hacia la plenitud de los derechos de las comunidades discriminadas.
Los entornos familiares, culturales o sociales de cada individuo influirán en su comportamiento, por eso una alerta temprana de las alteraciones conductuales y un compromiso e involucramiento comunitario servirán para prevenir hechos luctuosos que nos interpelan de manera colectiva.
De hecho, la historia de este país se ha forjado bajo una multiplicidad de orígenes, etnias o credos y ese crisol cimentó la legislación futura, que ha servido de ejemplo a otros países por su laicidad y apertura. Sin embargo, en los hechos, las conductas individuales que se manifiestan en acciones o palabras nos demuestran cada día que la discriminación en su diversidad de formas no ha logrado eliminarse y que aún queda mucho trabajo pendiente.
La inclusión de este asunto en los programas educativos en distintos niveles, tanto público como privado, los debates en las instituciones sociales o barriales junto al compromiso familiar, docente y político, abrirá un abanico de posibilidades que nos permitirán indagar en la mente y corazón desde tempranas edades para evitar comportamientos regresivos o manifestaciones reñidas con nuestros propios orígenes.