Paysandú, Jueves 24 de Marzo de 2016

No quedarnos solo en el horror

Opinion | 24 Mar En las últimas horas el mundo se vio sacudido por un nuevo atentado perpetrado por fundamentalistas islámicos, en el corazón de Europa, con la consecuencia de más caos y pánico. Sin embargo no puede decirse que fueron tomados por sorpresa, por cuanto en el Viejo Continente se esperaba de un momento a otro un nuevo acto de estas características.
Esta vez en Bélgica los enajenados hicieron estallar bombas que no por esperadas causaron menos conmoción, y por supuesto, no solo Bruselas se estremeció sino con ella toda Europa y el mundo. En este caso la histórica plaza de la Bolsa se reconvirtió con el paso de las horas en un lugar de plegarias.
Francis Vermeiren, alcalde de Zaventem, dio detalles de cómo fue el estallido en la terminal aérea. “Vinieron en taxi con valijas, sus bombas estaban dentro de ellas. Las pusieron en los carritos. Las dos primeras bombas estallaron. El tercero también puso su maleta en un carrito pero tuvo pánico, no estalló”, dijo.
En el hall de partidas internacionales del aeropuerto de Zaventem murieron 14 personas y hubo al menos 96 heridos. En el metro fallecieron 20 y los lesionados fueron cerca de 100, pero con el paso de las horas se han ido agregando nuevas víctimas fatales de esta manifestación de desprecio por la vida de los semejantes y la propia, a partir de la participación de criminales integrantes de una religión que han desatado una “guerra santa” contra occidente.
El Estado Islámico es el origen de este río de terror que se esparce por occidente, y se trata de una organización radical, que avanza por Siria e Irak desde mediados de 2014, que cometió los ataques de París de enero y noviembre de 2015, pero que recluta sus adherentes en todo el mundo.
El atentado era en parte esperado en Bélgica, que es en los hechos el país de Europa con una mayor proporción de terroristas por habitante. Los atentados de 2015 en París revelaron que las capitales europeas son vulnerables y ello ha quedado demostrado con este nuevo atentado, porque por más red de Inteligencia que se tienda, hay lugares impenetrables y vías de acceso a las materiales, como bombas que no son detectadas a tiempo en su ruta y destino final.
El primer ministro belga, Charles Michel, se refirió a “una época negra para nuestro país. Lo que temíamos ha pasado. Nuestro país ha sido impactado por ataques que son ciegos, violentos y cobardes”, indicó.
Ahora, tras el impacto de otro hecho de estas características siempre queda planteada una ola de reacciones contra los autores y quienes los reclutaron e instigaron, y lo peor que nos puede pasar sin dudas es acostumbrarnos a que esto pase y asumir casi como natural que los actos terroristas seguirán sucediéndose, aunque todo indica que lamentablemente volverá a ocurrir.
La interrogante planteada es cuál es la respuesta más eficaz contra quienes no tienen valores ni les importa la vida ajena ni la propia y lo que es peor, no están identificados en un perímetro territorial, que no se atienen a ninguna ley y golpean desde las sombras, desde el interior de los propios países que han cobijado a su familia y amigos, muchas veces como inmigrantes para huir de sus respectivos países.
El desafío es enorme y además tiene muchas formas. Lo hemos sufrido hace poco en Paysandú, cuando un enajenado lleno de odio contra la sociedad, que buscaba canalizarlo de la forma que sea, ha causado enorme daño y dolor, al asesinar a sangre fría a un conciudadano alegando motivaciones religiosas desde su insanía mental, y no se ha necesitado por lo tanto siquiera que haya células terroristas o sectas para que se den estos actos.
Desde su inestabilidad mental --otra cosa no se puede suponer-- este sujeto ha sido fácil víctima de quienes lo reclutaron a través de las redes sociales, y lamentablemente hay miles y miles de delirantes a lo ancho y largo del mundo, que pueden aparecer cometiendo crímenes en el momento y lugar menos esperado, porque de eso se trata, de causar la mayor convulsión posible pretendiendo “aportar” a una causa condenada al fracaso, porque solo merece repudio general y que por lo tanto no puede triunfar, por mayor terror que se pueda imponer.
Pero la barbarie está instalada y el mundo, Occidente sobre todo, aparece como incapaz de prevenir esta amenaza y mucho menos erradicarla, cuando pone a prueba los mismos valores en que se funda la civilización, y a la vez no generar una reacción aplicando los mismos métodos que los terroristas.
Actuar ante delirantes que no cultivan ningún valor a través de acciones dentro de la legalidad y no caer en el facilismo de que el fin justifica los medios no solo es muy difícil, sino que tampoco puede ser la solución. Implica una escalada de violencia que nunca se sabe hasta dónde va a llegar, ante un enemigo que no se identifica territorialmente, y que a la vez se difunde en el entramado social de una forma premeditada, para hacer caer también a inocentes en las redadas y hacer ver a sus víctimas como victimarios, y sin hacerles a la vez el juego de caer en una especie de guerra santa, para justificarse.
Por cierto que la respuesta no puede provenir de un solo país ni de un solo lugar, y debe hilarse muy fino para que en buena medida la enmienda no resulte peor que el soneto, porque sin dudas una tentación de primer impulso sería el bombardeo sistemático de emplazamientos del Estado Islámico, donde morirían muchos inocentes y solo se lograría que ante el odio desatado en la población civil, muchos que hoy no comparten el accionar de los radicales terminen uniéndose a la causa.
Es cierto, seguirán en sus trece haya o no haya bombardeos, y este es el principal dilema, porque no estamos ante gente que razone; no les interesa y han hecho de esta guerra contra el mundo el eje de su existencia.
Pero este no es solo un dilema del mundo occidental: el mundo árabe, el mundo musulmán, sus líderes religiosos, tienen el deber imperioso de denunciar y combatir a estos fanáticos en donde se encuentren, para defender precisamente su fe religiosa, que ya es injustamente asimilada por muchos al terrorismo en todo el mundo y sus fieles estigmatizados. Por lo tanto no alcanza con “aclarar” de vez en cuando que estos fanáticos no los representan, sino de realmente hacer ver al mundo y sobre todo a los musulmanes, que va contra su fe dar cobijo, ocultar o ser cómplices con el silencio de éstos fanáticos y de los actos de barbarie que cometen.


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