Paysandú, Domingo 27 de Marzo de 2016
Opinion | 21 Mar Las proyecciones en la economía llevan a asumir desafíos, cometer errores y emitir valoraciones que pueden alejarse sustancialmente de la realidad, porque implican en gran medida jugarse a vaticinar situaciones de futuro en una ciencia que no es exacta. Esto es aún más cierto en países como Uruguay, el que por su tamaño y vulnerabilidad es sumamente sensible a situaciones externas. Así ha quedado demostrado con la bonanza que gozó el país cuando la economía mundial nos mandó viento de cola, lo que precisamente está en reversión al haberse deteriorado el escenario y quedamos con muchas materias pendientes para estar en mejor perfil ante estos cambios en los mercados mundiales.
Aún con esta salvedad y muchas incógnitas, entre ellas el valor que podría llegar a tener el dólar a fin de año y su repercusión sobre variables económicas, es pertinente referirnos a la tendencia que se percibe en Uruguay a partir de la evolución de sus principales parámetros en los últimos meses, y trazar una previsión condicionada a que los factores que tienen incidencia significativa no tengan cambios radicales en el período, es decir en un marco en que las tendencias no sufran sustanciales variantes.
Con estas salvedades, traemos a colación evaluaciones de reputados economistas respecto al posible escenario del país para el futuro inmediato. De ello surge que hay coincidencias sobre la desaceleración en que se encuentra la economía, naturalmente, y solo queda por determinar hasta dónde puede llegar esa caída en el crecimiento y si se entrará en período de estancamiento y recesión.
En todos los casos consultados, surge que las expectativas han sido corregidas a la baja, por la realidad regional y mundial, pero también porque las señales que se dan desde el equipo económico de gobierno han cambiado, y se ha puesto énfasis en recomponer las cuentas fiscales y dejado de lado mantener la inflación dentro de determinados valores, como lo demuestra la suba de los precios de la energía y servicios fundamentales para los costos de las empresas y las economías domésticas; además de la constante suba del dólar, que incide fuertemente en nuestra altamente dolarizada economía. En este contexto, economistas de la consultora CPA Ferrere pronostican que la economía uruguaya "se mantendrá virtualmente estancada en los próximos dos años", con una tasa de crecimiento de 0,5% este año y de 0,4% en 2017.
Las proyecciones fueron revisadas a la baja debido a la mayor debilidad regional, la incertidumbre internacional, la depreciación del peso que afecta el consumo, el deterioro del mercado laboral y la moderación de los salarios. El economista de la consultora, Alfonso Capurro, dijo que los números "no son peores porque Argentina y la baja en el precio del petróleo nos ayudan".
Capurro y los economistas Gabriel Oddone y Santiago Rego presentaron su visión sobre la actualidad y las perspectivas de la economía uruguaya y, entre las proyecciones, señalaron que la inflación no bajará del 10% este año y que el próximo estará en el entorno de ese umbral.
Coincidieron asimismo en que la aceleración de la inflación a dos dígitos —llegó a 10,24% acumulado en febrero, el mayor valor desde febrero de 2004— "no es una casualidad ni un accidente", sino que responde "a una restricción fiscal bastante grande" que llevó al gobierno a priorizar la recomposición de las cuentas públicas, aunque "probablemente sea acertada la decisión" de las autoridades, según indicó Capurro, al considerar además que el énfasis anunciado por el presidente Tabaré Vázquez para mantener el grado inversor refuerza esta idea.
Pese a no prever una moderación de los precios, Rego apuntó que tampoco hay señales para sostener que "se vaya mucho más arriba", teniendo como nueva barrera sicológica el 12%. Ese límite cobra relevancia porque los lineamientos del gobierno para la negociación colectiva incluyen una cláusula gatillo de renegociar acuerdos cuando la inflación supera el 12%.
Paralelamente, hay aspectos a tener en cuenta, porque en la economía nada es porque sí y la interrelación condiciona cualquier movimiento. En este caso por ejemplo vuelve a ponerse sobre la mesa el síndrome de los platitos chinos de déficit fiscal, inflación y competitividad, desde que volcarse para uno de ellos significa el deterioro de los otros y viceversa.
Así, según los cálculos de CPA Ferrere, hacer retornar la inflación debajo del 10% se lograría interviniendo el mercado cambiario para posicionar la cotización del dólar por debajo de $ 35, pero esto afectaría la actividad, la competitividad y los salarios, y no es arriesgado prever respecto a la divisa estadounidense, que en base a las proyecciones presentadas indican terminará este año en $ 37 (creciendo 24,2%) y en el final de 2017 llegará hasta $ 42,70, cuando hasta hace pocos meses la idea era que no superaría los 35 pesos a fines de 2016.
Sin duda, una de las razones por las que la incertidumbre se ha acentuado tiene que ver con la debilidad de las cuentas públicas, por cuanto el déficit fiscal de casi el 4 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) ha acotado seriamente el margen de maniobra para intentar compatibilizar la merma en la actividad con un apoyo con fondos a la inversión estatal, que en tiempos de dificultades hace las veces de amortiguador en los períodos de vacas flacas.
Pero en nuestro caso, las vacas flacas llegaron sin plata en caja, porque las políticas procíclicas hicieron que la Administración Mujica sobre todo gastara mucho más que el dinero extra que ingresó, con el agregado del agujero de mil millones de dólares por la pésima gestión en Ancap. Y ahora, cuando más se necesitan esos recursos, nos encontramos con que no están, haciendo el papel de la cigarra en la conocida fábula con la hormiga, cuando tuvimos una magnífica oportunidad de hacer las cosas bien y endurecer la cáscara para estos tiempos.
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