Paysandú, Martes 29 de Marzo de 2016
Opinion | 22 Mar Por estas horas está en desarrollo un acontecimiento que puede catalogarse de histórico por su simbolismo, porque en gran medida podría ser representativo del final de una época cargada de conflictos y desencuentros, para pasar a un clima de entendimiento y de generación de políticas que tengan como objetivo buscar lo mejor para el pueblo cubano. Nos referimos a que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, comenzó una visita histórica a Cuba, país que es uno de los últimos bastiones del comunismo y que en su momento era a su vez puntal para “exportar” la revolución marxista a la región latinoamericana.
Mucha agua ha corrido bajo los puentes desde la última visita de un presidente estadounidense a la nación cubana, más precisamente 88 años, a partir además de una cercanía geográfica que ha signado la historia del país caribeño por la influencia y muchas veces intervención directa de Washington, y que ha pasado de los años de la dictadura de Fulgencio Batista, con apoyo en capitalistas del gigante norteño, a la revolución y dictadura promarxista encabezada por Fidel Castro, que contó con respaldo político y económico en la ex Unión Soviética.
Pero con hechos simbólicos también se hace historia, por lo menos para colocar mojones que pautan la evolución de los acontecimientos; en este caso Obama con esta visita intenta sellar el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y reforzar la imagen de un Estados Unidos diferente al que por décadas promovió intervenciones en otros países y consideró a América Latina su “patio trasero”.
Pero sus intenciones en este viaje pueden verse empañadas por la detención, poco antes de su llegada, de decenas de opositores del grupo “Damas de Blanco”, quienes se habían concentrado cerca de una iglesia para manifestar a favor de los derechos humanos, como suelen hacer cada domingo; solo que en este caso desviaron su curso habitual para intentar pasar por otros lugares, ante la visita de Obama, y fueron así objeto de la represión del régimen en plena visita.
Entre otros contactos de significación, Obama se reunió este lunes con el actual mandatario cubano, Raúl Castro, para abordar entre otros aspectos el sensible tema de los derechos humanos en la isla, y al día siguiente tiene previsto conversar con disidentes en este país de partido único y asambleas de manos levantadas que votan por unanimidad.
No puede soslayarse que este acontecimiento tiene entre sus grandes virtudes el refrendar el fin de la Guerra Fría que tanto marcó a sucesivas generaciones y que tuvo su punto más grave en la denominada crisis de los misiles de 1962, cuando el presidente John F. Kennedy impuso un bloqueo militar en torno a la isla para que la Unión Soviética desmontara los misiles que había emplazado en la isla caribeña y que apuntaban a objetivos estratégicos en Estados Unidos, como parte de las piezas que se movían en aquel mundo bipolar, y que tenía a Castro como cabeza de puente para extender el comunismo en América Latina.
En este esquema de distensión que se generara en los últimos años, pero a la vez se agilizara con el advenimiento de Obama a la presidencia de Estados Unidos, queda aún el embargo económico contra Cuba vigente desde 1962, pues es una atribución del Congreso que domina actualmente la oposición republicana, aunque Obama ha decretado una serie de medidas de alivio a las restricciones.
El levantamiento del embargo, que cada año es solicitado por la Organización de las Naciones Unidas, es también la principal demanda de Cuba, y es manejado por los Castro como excusa para los graves problemas económicos de la isla, aunque naturalmente responden al esquema colectivizado que ha fracasado rotundamente.
Los problemas para Cuba por supuesto no solo fueron generados desde el punto de vista político e ideológico, sino que desde la caída de la URSS el régimen se quedó sin apoyo financiero para disimular sus utopías existenciales, por cuanto Moscú utilizaba a Cuba como panfleto de propaganda ideológica, le vendía petróleo a muy bajo precio para que los Castro lo revendieran y obtuvieran grandes ganancias para sostener su economía, y además le compraba el azúcar que producía por muy encima de los precios internacionales, en lo que era un subsidio colosal que se evaporó cuando cayó el régimen comunista soviético.
En alguna medida el régimen de Hugo Chávez trató de sustituir el papel de la URSS con el petróleo venezolano, pero ya la crisis ha golpeado fuerte en Venezuela y las cosas han cambiado, por lo que la inviabilidad del régimen de Cuba se hace insostenible, con un pueblo que sigue sufriendo la crisis económica y conculcación de derechos fundamentales, con sensibles conquistas en materia del sistema de salud y educación, pero constreñido a las limitaciones de una ideología y un régimen que no admite disidencias y las considera una traición a los ideales revolucionarios.
Pero la salvación a la que apela Cuba, es el ingreso de inversiones capitalistas que tanto ha condenado, y del lado de Estados Unidos hay muchas empresas ávidas por hacer negocios en Cuba.
El sábado, la cadena Starwood (Meridien, W. Westin y Sheraton) anunció un acuerdo para abrir dos hoteles de lujo en La Habana antes de fin de año, y hay a la vez filones posibles en otras áreas en las que Cuba tiene ventajas naturales y una marcada ausencia de capitales.
Es de esperar por lo tanto que el viaje de Obama resulte mucho más que simbólico, que contribuya de una u otra forma a mejorar la situación del pueblo cubano.
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