Paysandú, Miércoles 30 de Marzo de 2016
Opinion | 30 Mar Los vaivenes económicos que se dan en la economía global son particularmente sensibles para la región sudamericana, ante su alta vulnerabilidad socioeconómica, la alta primarización de sus economías, desigualdad en la distribución de ingresos y carencias en infraestructura, sobre todo, a lo que se agregan gobiernos que por regla general han sido cortoplacistas, y en muchos casos populistas, contribuyendo ello a acentuar la inestabilidad en varios de sus países.
La última década, empero, ha tenido la particularidad de generar condiciones muy favorables para la colocación de los productos primarios de la región, casos de la carne, granos, minerales, productos forestales, entre otros, a partir de precios históricamente altos en los mercados internacionales, empujados por el crecimiento de China y otros países asiáticos, combinado con economías emergentes demandantes de materia prima.
Simultáneamente en el Cono Sur han accedido al poder gobiernos considerados “progresistas”, que favorecidos por ingresos excepcionales de los principales productos de exportación han llevado adelante políticas económicas procíclicas, es decir gastando incluso más de lo que ingresaba por estas ventas al exterior, confiando en que la situación se iba a extender casi indefinidamente, y por lo tanto descartando la regla archisabida de que la economía se da por ciclos, y que a un período favorable le sucede uno de vacas flacas y así sucesivamente.
Una de las conquistas que se proclamó por estos gobiernos ideológicamente afines fue que en esta década supuestamente “ganada” se rescató a millones de personas de la pobreza, y así lo indicaban las estadísticas, gracias al accionar de políticas sociales y la percepción de programas sociales con altos niveles de asistencialismos, esto es transferencias directas desde el Estado en dinero o en canastas de alimentos y energía, entre otros beneficios.
Es decir, que la situación de salida de la pobreza ha sido un dato estadístico que si bien ha respondido a la mejora de situación de las familias involucradas, era altamente dependiente de transferencias estatales, que a su vez dependía del ingreso sostenido de recursos extraordinarios; dos condiciones que son conceptualmente contradictorias, por cuanto si es extraordinario no puede ser permanente.
Para situarnos en la realidad, más allá de las ideologías, los eslóganes de ocasión y la búsqueda de culpables en otro lado, a las “conspiraciones” de la derecha contra los gobiernos populares, entre otras excusas para no asumir las culpas propias, es pertinente traer a colación elementos aportados desde la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que en síntesis prevé que América Latina tendría en 2016 otro año de contracción económica, ante un desempeño más débil de lo esperado de las principales economías, lo que hará revisar “a la baja” las proyecciones de crecimiento.
Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, evaluó que el desplome de la economía brasileña, la más grande de la región, afectada por un gigantesco escándalo de corrupción política, volvería a arrastrar a las economías regionales hacia un crecimiento negativo este año, tras la caída de 0,4% registrada en 2015, el peor desempeño en seis años.
“Este año nuestra proyección era 0,2%, pero nosotros la estamos revisando porque creo que va a ser negativa, en relación sobre todo al tema Brasil, que es una de las economías que más ha sufrido” un deterioro, dijo Bárcena en entrevista con la AFP.
“Estamos en una situación diferente. Vemos un mayor deterioro de las economías” frente a las estimaciones oficiales entregadas en diciembre pasado, agregó la secretaria ejecutiva de la Cepal, un organismo técnico de las Naciones Unidas, con sede en Santiago.
Por otro lado, las economías de Venezuela y Argentina también anotarían crecimientos negativos este año. Para Venezuela, la Cepal estima que la contracción superaría el 7% previsto en sus últimas proyecciones entregadas en diciembre pasado, afectada por la crisis política que enfrenta el gobierno de Nicolás Maduro y la caída en el precio internacional del petróleo.
Para Argentina, en tanto, esperaba una expansión de 1,6% que deberá ajustarse a la baja. “Nosotros estimamos para el caso de Argentina un crecimiento negativo”, detalló la secretaria ejecutiva de Cepal.
“Las economías van a crecer menos de lo que nosotros estimamos, no en el caso de Chile o México, pero sí en el caso de Brasil, Venezuela y Argentina, donde vamos a tener crecimientos negativos”, evaluó la jerarca.
Paralelamente, en el reciente informe “Panorama Social de América Latina” de la Cepal se dio cuenta de que hubo una mejora en los índices de pobreza, con una baja en los años 2010-2014. Indica que “el crecimiento del ingreso dio origen a dos tercios o más de la caída de la pobreza en Paraguay, el Estado Plurinacional de Bolivia, Panamá, Perú y Colombia. En otros seis países, se situó entre el 55% y el 65% del total (Ecuador, Argentina, Brasil, Chile, El Salvador y Uruguay)”.
Pero como señalábamos, bastó una desaceleración de la economía para que se destruyeran miles de empleos --sobre todo de baja calidad-- y así, estadísticamente, se pasa rápidamente de una franja a la otra de pobreza. Ergo, hemos estado ante políticas cortoplacistas, voluntaristas, que hicieron mucha espuma pero que dejaron poca sustancia, cuando se tuvo una excelente oportunidad, con abundancia de recursos, para trabajar en políticas de sustento de la economía.
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