Paysandú, Miércoles 06 de Abril de 2016
Opinion | 06 Abr La divulgación reciente de que Uruguay se encuentra con una economía estancada, con un crecimiento en 2015 que ha sido solo de un 1 por ciento cuando el gobierno proclamaba que no sería inferior al 2,5 por ciento, también debe inscribirse en un escenario de desaceleración de prácticamente todas las economías de la región, confirma que la bonanza que se había registrado en el Uruguay en la última década en mayor medida se debía al viento favorable en el contexto internacional.
Ahora, es pertinente hacer una composición de lugar sobre el panorama en el subcontinente, que es afectado notoriamente por la caída en los precios de los commodities y de las inversiones, y en este sentido vemos al Uruguay en media tabla, es decir que hay economías con desempeños mejores; sin embargo quienes están peor posicionados son los países con regímenes populistas y de economías en descalabro, como la Argentina de los Kirchner y la Venezuela de Chávez y Maduro.
Pero a la vez releyendo pronósticos y evaluaciones incluso cercanas en el tiempo, nos encontramos con que el dinamismo y hasta la imprevisibilidad de la economía, salvo en sus leyes esenciales, ha inducido a pronósticos y previsiones que en muchos casos no han tenido mucho que ver con la realidad que se ha dado.
Así, hace solo unos años, América Latina vivía un auge de las exportaciones de las materias primas y los analistas anunciaban la inclusión de las principales economías de la región --Brasil, Chile, Colombia y México-- en el estrecho círculo de los principales países emergentes, considerados prácticamente como las vedettes de la economía mundial en expansión.
Pero en el término de pocos meses, digamos un año, se han registrados cambios que han sorprendido por la velocidad con que han ocurrido. Así, en general, América Latina ha sufrido un descenso del 14% de las exportaciones el año pasado, mientras que las naciones de América del Sur, en particular, sufrieron una caída aún más estrepitosa del 21% de sus exportaciones colectivas. El 2015 marcó el tercer año consecutivo de caídas, que se intensificaron y extendieron a prácticamente todas las naciones de la región, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Ante esta situación, desde varias consultoras y organismos internacionales se han recortado las previsiones de crecimiento del PBI, como es el caso de LatinFocus Consensus Forecast, con sede en Barcelona, España, que ha reconsiderado la previsión de crecimiento del Producto Bruto Interno de la región a sólo el 0,6% en 2016. “No hay señales de cambio en las tendencias de los precios de los mercados de las materias primas, y se espera que la desaceleración de la actividad económica prosiga en China y América Latina. Según el BID, las dos únicas estrellas que aún brillan en la región son México y América Central, donde la fuerte demanda de Estados Unidos podría añadir dinamismo a las exportaciones”.
“Esta contracción del comercio, que es la peor desde el colapso de 2009, es una llamada de atención sobre la necesidad de implementar políticas de diversificación de las exportaciones”, dice Paolo Giordano, economista jefe de Integración y del Sector de Comercio del Banco y coordinador del informe.
El problema radica en que cuando se depende de productos primarios, las cosas van bien hasta que se derrumban precios de este único rubro, y la consecuencia es una caída estrepitosa, ante la falta de diversificación de fuentes de ingreso por exportaciones, de lo que es un ejemplo concreto Venezuela, que sufre como nadie la crisis debido a dos problemas: la caída del precio del petróleo, pero también por el fracaso rotundo y virulento de su “revolución socialista bolivariana”.
Obviamente, para los países que dependen tanto de las materias primas, la caída de los precios de las mismas es preocupante, señala al respecto Mauro Guillén, profesor de Gestión de Wharton. “Para México y Colombia, la situación es mucho mejor porque tienen una estructura exportadora más diversificada por productos y dependen más de los Estados Unidos o Europa para sus exportaciones. Los Estados Unidos, en el contexto global, no lo está haciendo tan mal desde el punto de vista económico”.
Así, Felipe Monteiro, investigador principal del Instituto Mack de Wharton para la Gestión de la Innovación, explica que el crecimiento basado en materias primas que ha experimentado América Latina representa un doble contratiempo para la región. “No se trata de un comercio equilibrado y es también muy volátil, ya que se sostiene demasiado en los precios de las materias primas. Se beneficia de los años de crecimiento, pero también hay grandes momentos de depresión.
Cuando las relaciones comerciales no son tan dependientes de las materias primas, estos precios varían de una forma mucho más limitada. Los precios de las commodities se mueven muy rápidamente, en una dirección u otra”.
Este es precisamente el punto en el caso de los granos de la región, pero por su parte los países exportadores de petróleo han sido los más afectados por la fuerte caída del barril de crudo. Según el BID, Venezuela (menos 49%) y Colombia (menos 35%) registraron las mayores tasas de contracción de sus exportaciones totales en 2015, medido en volumen de dólares, seguidos por Bolivia, Ecuador y Trinidad y Tobago. El Salvador y Guatemala fueron los únicos dos países donde las exportaciones aumentaron, debido a un fuerte repunte de sus envíos de azúcar a China. Las exportaciones totales de América Latina a China cayeron un 14%, mientras que las expectativas de un repunte de las exportaciones a los Estados Unidos fueron en su mayoría neutralizadas por la caída del valor del petróleo, que se tradujo en una reducción del 7% de las ventas a este país.
Pero en la mayoría de las economías, el problema es que no se hicieron las inversiones que se deberían haber hecho durante los años de prosperidad, cuando las cosas marchaban bien, cuando el dinero llovía desde China y Europa. Y este es el punto de origen de muchos de los avatares de la región, que no termina de aprender la lección, para volver a fracasar después de soñar durante una década con que por fin estos países habían logrado superar los ciclos negativos que periódicamente afectan nuestras economías.
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