Paysandú, Viernes 08 de Abril de 2016
Opinion | 01 Abr Tras su capitalización por 15 millones de dólares con dinero del Fondes, es decir de todos los uruguayos, el 21 de enero despegó el primer avión de Alas Uruguay desde el Aeropuerto Internacional de Carrasco, con destino a Asunción del Paraguay, tratándose del vuelo comercial inaugural. En la oportunidad decíamos en esta misma página editorial, que en determinadas circunstancias podría tratarse de una buena noticia, pero dadas las características de los hechos, para el país difícilmente resulte algo positivo de todo esto. Tras “la nefasta experiencia de Pluna, solo en aras de la idea de tener una línea aérea de bandera nacional, que nos ha dejado un agujero negro de perfiles similares a los de Ancap y, lo que es peor, el Estado ha apoyado financieramente este emprendimiento, nada indica que no tenga que volverlo a hacer si las cosas no salen como optimistamente se espera”, sosteníamos.
Cuando la última y definitiva desaparición de Pluna por su inviabilidad y la deuda que dejó --en el caso de Ancap le debe combustible por unos treinta millones de dólares, por ejemplo-- se dijo por los directamente interesados en recrear el “sueño” de la aerolínea de bandera propia, que la “conectividad” aérea sería afectada y que ello sería nefasto para el turismo, por ejemplo.
Pero la realidad se ha encargado de desmentir terminantemente tal aseveración, por cuanto de acuerdo a las cifras que maneja el Ministerio de Turismo en todos estos años el ingreso de extranjeros a nuestro país no ha dejado de crecer. Sin embargo, además de los millones de dólares que se le dieron a Alas U, todos los uruguayos hemos pagado durante todo este tiempo el Seguro por Desempleo extendido más de una vez para estos exfuncionarios --todos ellos con elevados sueldos-, en tanto para cualquier otro trabajador a los seis meses ya se quedaría sin el subsidio y estaría buscando otra fuente de ingresos.
Por cierto ha sido una iniciativa de los funcionarios, que se han resistido a quedar sin trabajo, y naturalmente, está muy bien que defiendan sus intereses, que no necesariamente coinciden con el interés general. Pero en el Uruguay puso una vez más plata para esta nueva aventura a efectos de que viaje menos del 0,1 por ciento de los uruguayos alguna vez, y lo que es mucho más grave aún, que podrían hacerlo perfectamente por cualquier otra aerolínea sin afectar la “soberanía” de los cielos ni nada que se parezca. Y quizás, hasta gastando menos.
Tras estas consideraciones, no puede extrañar que según dan cuenta medios periodísticos capitalinos, a la aerolínea Alas Uruguay --única en el mundo que es gestionada por sus trabajadores-- le quedan solo 2 millones de dólares de los U$S 15 millones que recibió del Fondes el año pasado, y que para seguir funcionando está solicitando una inyección de entre 5 y 6 millones de dólares más al gobierno.
El problema de la aerolínea está relacionado con la escasa venta de pasajes, principalmente a Buenos Aires, donde la ocupación promedio estaría en el entorno del 28% y en cambio, los vuelos a Paraguay no resultarían tan problemáticos. Precisamente el dilema que se plantea al gobierno del presidente Tabaré Vázquez es si le presta más dinero a la empresa autogestionada para que siga funcionando --o más bien vegetando-- justo en el actual panorama de restricción presupuestal que enfrenta el gobierno.
Algunas fuentes identificaron a la Dirección Nacional de Aviación Civil (Dinacia) como responsable por la demora en la habilitación del tercer avión de Alas Uruguay que aún no fue autorizado a operar. Mientras tanto, la compañía debe pagar el alquiler de la aeronave que no utiliza, aunque cabe preguntarse si con esta tercera aeronave de alguna forma se podrían realmente compensar las bajas ventas de la empresa.
En tanto, Amaszonas, la primera línea aérea turística de Bolivia, estaría negociando la compra de acciones de Alas Uruguay, informó el diario 5días de Paraguay. El presidente de Amaszonas Paraguay, Alberto Cabrera, admitió a ese medio las negociaciones al considerar que es una “opción factible”, pero se excusó de dar detalles por haberse iniciado recién las conversaciones, y todavía no hay nada concreto, acotó. Un negocio que resulta llamativo, por cuanto de concretarse el Estado a través del Fondes estaría subsidiando una empresa “autogestionada” para terminar en manos de privados.
Hace varias semanas, Alas Uruguay le pidió al gobierno que le ayudara a negociar con aerolíneas internacionales la posibilidad de hacer acuerdos para el transporte de pasajeros hasta Buenos Aires, lo que se percibe como un indicativo de las dificultades en captar pasajeros. Y ello es así además no solo por limitaciones propias, sino porque en todo el mundo las compañías aéreas tienen problemas financieros, varias han desaparecido, han tenido que fusionarse o reconvertirse. Ello es mucho más válido en el Uruguay, porque es un emprendimiento sin capital propio inventado para intentar sustituir a otra aerolínea ya fundida, Pluna, que arrojó grandes pérdidas para los uruguayos y ha dejado un reguero de damnificados.
Debe tenerse presente además que luego de más de 3 años de sucesivas extensiones del seguro de paro para algunos privilegiados exfuncionarios de Pluna, Alas-U ya se ha gastado casi toda la plata que el Fondes le otorgó y que provienen de las ganancias del Banco República, es decir a partir del trabajo de todos los uruguayos que obtienen apoyo de la institución.
Las argumentaciones en favor de este emprendimiento se caen por su propio peso y acaso la que sea más de recibo, porque es la única verdadera, es que se trata de una “vela prendida al socialismo”, según dijera en su momento el expresidente José Mujica. Es decir que para su gobierno estaba bien dilapidar dineros públicos en negociados para pocos, siempre y cuando sean “amigos de la causa”.
El problema estriba en que la actual administración nos dice que la plata dulce se terminó y que hay que ajustar el cinturón. Seguir apostando a un negocio de riesgo de alto vuelo no sería buena señal.
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