Paysandú, Domingo 10 de Abril de 2016
Opinion | 08 Abr En 1971, en Londres, se realizó el Primer Congreso Internacional Gitano. Años después se designó el 8 de Abril como el Día Internacional del Pueblo Gitano en recuerdo de aquella reunión. Poco a poco, la fecha se ha instalado en varias partes del mundo y se conmemora resaltando la discriminación que sufrió y sufre aun el pueblo gitano. La Ceremonia del Río es una de estas celebraciones que se realiza en muchas localidades. En ella las mujeres arrojan pétalos de flores en los ríos y los hombres encienden velas en recuerdo de los antepasados.
La discriminación impide la inclusión social de este grupo étnico, y se produce en el ejercicio de los derechos sociales básicos como el derecho al trabajo, educación, vivienda, salud, y en el acceso a bienes y servicios.
Claramente, la historia de los gitanos es una historia de racismo y segregación, igual que la de los afroamericanos. Una reminiscencia de la esclavitud o de un estatuto inferior, tipo raza-casta. Las comunidades se han construido en base a relaciones de parentesco, lengua, propiedad, y en base al conflicto extranjero-autóctono, centro-periferia, comunidad-gueto. El conflicto de ellos o nosotros.
Pero nada comparado al Holocausto nazi, la persecución y el asesinato sistemático, burocráticamente organizado y auspiciado por el Estado. Murieron 200.000 gitanos romaníes y seis millones de judíos, además de otros grupos perseguidos por motivos políticos, ideológicos y de comportamiento.
El paso de las décadas y las transformaciones de las sociedades no han podido detener la discriminación ni el odio racial. La historia, hecha de casualidades, vuelve a unir a romaníes y judíos en una instancia dolorosa. Porque lo que ocurre allá lejos, también ocurre aquí cerca.
Hoy, precisamente hoy, se cumple el primer mes del asesinato de David Fremd, sanducero de pura cepa y al mismo tiempo judío. Un maestro, que tiene tanto por aprender, fue el homicida.
Hoy, precisamente hoy, hace un mes. Y en el mundo se recuerda la discriminación de otros, de los gitanos. Discriminación de uno, discriminación de todos. La muerte de David, qué duda queda, ha provocado el efecto contrario al buscado por el homicida. Lejos de discriminar, la sociedad --uruguaya, ya no solamente sanducera-- se ha unido fuertemente, reafirmando la intención de convivencia pacífica, de caminar en paz y juntos, sin pensar en lo que nos diferencia, sino en lo que nos hace iguales.
A partir de este hecho trágico que tan hondo ha calado en los sanduceros, legisladores de todos los partidos promueven denominar al 8 de abril como el Día de la Paz y la Convivencia. Un mes después, para no coincidir con el Día Internacional de la Mujer. Un mes después, para que serenamente reafirmemos año tras año que nadie podrá jamás vencer la convivencia y la paz. Ni siquiera pudieron quienes soñaron con un imperio de mil años.
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