Paysandú, Viernes 15 de Abril de 2016
Opinion | 12 Abr La participación del ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Tabaré Aguerre, en la 43º Reunión Ordinaria de la Comisión Sudamericana para la Lucha Contra la Fiebre Aftosa, que culmina en Punta del Este, sin duda aporta elementos positivos para el país y la región, que es por un lado el hecho de que se esté funcionando orgánicamente en la problemática que involucra una fuente de riqueza de primera importancia para los países involucrados en un subcontinente de base esencialmente agropecuaria, y paralelamente la ratificación, en el caso del Uruguay, de seguir vacunando el ganado contra la fiebre aftosa.
Aguerre dijo a El Observador que si bien están dadas las condiciones para erradicar la fiebre aftosa, “no vamos a dejar de vacunar” en Uruguay, país donde reapareció en 2001, y tiene el estatus sanitario de país libre de la enfermedad con vacunación.
En el marco de la participación en esta reunión de la Comisión Sudamericana para la Lucha contra la Fiebre Aftosa (Cosalfa), en el hotel Conrad de Punta del Este, el secretario de Estado subrayó que para estar en condiciones de erradicar la enfermedad es necesario tener las capacidades y la firmeza institucionales y de recursos humanos para hacer un seguimiento en caso de que se dejara de vacunar y admitió que es posible que Uruguay las tenga.
Sin embargo, Aguerre aseguró que mirando la región y “en un escenario de desaceleración de la economía” no sería oportuno hacerlo en este momento. “No solo se necesita un control epidemiológico de la fiebre aftosa, sino también fortaleza institucional y capacitación”, acotó el ministro. “Está todo bien, pero no vamos a dejar de vacunar”, concluyó.
El mensaje que transmite el ministro tiene mucho que ver con los mercados receptores, por cuanto el estatus de libre de la enfermedad sin vacunación permite ingresar en mejores condiciones a mercados exigentes, pero a la vez tiene la contrapartida de asumir un riesgo de magnitud inimaginable, en caso de repetirse la catástrofe de 2001, cuando surgieran focos de aftosa en varias zonas del país.
Es así que previamente a la 43ª Reunión de la Cosalfa se realizó el lunes y martes pasados el seminario “Guía técnica para la transición de estatus sanitario de fiebre aftosa en Sudamérica”, referido a metodologías para su implementación, y en la convocatoria se recordó que “con el inicio del año 2016, se constata un período de cuatro años sin aparición de nuevos casos de fiebre aftosa en la región libre” de la enfermedad de Sudamérica y “de más de dos años sin reportes de nuevos focos en las zonas y países que aún no tiene reconocimiento de su estatus sanitario”.
Según los organizadores del seminario, “el 85% del territorio y el 95% de la población bovina de la región Sudamericana alcanzó el estatus sanitario reconocido por la Organización Mundial de Salud Animal (OIE) de libre de fiebre aftosa con o sin vacunación”.
Estos datos en principio aparecerían como muy sólidos para asumir el riesgo de dejar de vacunar, solo que están todavía muy frescas las consecuencias de habernos jugado a contar en Uruguay con el estatus de libre sin vacunación, con vecinos que ocultaban los brotes de la zoonosis.
Es que sobre todo en el corazón del subcontinente, desde Bolivia hacia el sur, incluyendo a Paraguay, parte de Brasil y Argentina, siempre se ha manifestado extrema tolerancia y laxitud en los controles, determinado grado de corrupción y también desaprensión de productores, lo que ha generado un escenario proclive para la aparición de focos de aftosa y su diseminación dentro y fuera de fronteras.
Este contexto permitió que a principios de la década pasada estallaran brotes y se extendieran como reguero de pólvora, mientras organismos de los vecinos países se resistían a proporcionar información y hasta negaban esta realidad, por lo que la zoonosis vulneró fronteras físicas y políticas, y generó la grave crisis del sector agropecuario de 2001, que socavó las bases de nuestra economía y fue uno de los detonantes de la gran crisis de 2002.
Pero de las malas experiencias se aprende, y mucho, y a partir de entonces, ante el sacudón de la columna vertebral productiva de la región, hubo una respuesta a tono con las circunstancias de gobiernos, organismos responsables y productores, para empujar hacia la reconversión de organismos supranacionales de control sanitario y adopción de normas severas en cada país, que deben responder a una coordinación y control para, entre todos, salvaguardar la riqueza ganadera del Cono Sur.
Sin duda que en toda decisión donde hay valiosos aspectos en juego deben evaluarse cuidadosamente los pro y los contra, que en este caso es la magnitud del riesgo frente a los eventuales beneficios que traería aparejado, en cuanto a precios en mercados, la decisión de dejar de vacunar progresivamente.
Debe tenerse presente el valor de la región por el volumen y la calidad de sus rodeos y por su capacidad de exportación de carne, teniendo en cuenta que contrariamente a la diversificación que se da en otras partes del mundo, las actividades pecuarias son pilares fundamentales de las economías de estos países.
Pero, no hace falta hacer volar la imaginación respecto a lo que pueda pasar si se deja de vacunar, porque los uruguayos tenemos cercano en el tiempo lo que ocurrió en 2000 y 2001.
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