Diario El Telégrafo | Paysandú | Uruguay

Paysandú, Domingo 17 de Abril de 2016

Abigeato necesita penas ejemplares

Opinion | 10 Abr La presencia desde hace varios años de organizaciones delictivas instaladas que acechan al sector agropecuario estimuladas por un sistema inefectivo en la prevención, represión, seguridad y educación, genera caos y gran preocupación en los productores, quienes reclaman en forma urgente medidas severas y penas ejemplarizantes para terminar con este flagelo.
Lejos estamos de cuando se decía que se mataba para comer y, tras la detención, el implicado rápidamente quedaba en libertad al constatarse la veracidad de la explicación. Hoy son grupos de personas que --en muchos casos armadas, y hasta en camiones-- ingresan a los predios para el robo de ganado o a matarlo en el lugar para luego comercializarlo en pueblos y ciudades.
Quienes se ven más perjudicados por la situación son los pequeños productores, muchos de los cuales crían ovejas a pesar de otros problemas que los afectan, como las jaurías de perros o inconvenientes de precios a causa de la baja en los mercados.
Como señalara recientemente el doctor Adolfo Casaretto a EL TELEGRAFO, “la falta de compromiso y excesiva flexibilidad del sistema actual han permitido un crecimiento alarmante del delito de abigeato al extremo del desestímulo en la denuncia por los afectados y del sentir social reinante de que es un delito menor, por lo habitual y reiterado”.
El extremo de la situación actual “es que el productor damnificado se conforma con que la pena más dura propuesta opere como un período que impida que el consuetudinario delincuente --con múltiples reincidencias-- esté efectivamente repitiendo el delito, que la misma intente operar como una medida disuasoria”.
Y es aquí en donde surge la interrogante del productor, respecto a cuál es el plan alternativo y las acciones que el poder político ha propuesto a no endurecer las penas. Desde hace mucho tiempo las instituciones y sociedades vinculadas al sector agropecuario vienen pidiendo “a gritos” penas ejemplarizantes, que significa mayor severidad en las penas con prisión.
Precisamente la prisión para el autor de abigeato es el aspecto medular. Los productores reiteran hasta el cansancio –con notorio desgaste-- que cada vez que concurren al juzgado a efectuar la denuncia tras la detención de la policía, el ladrón sale antes que ellos de la oficina. Eso significa en la mayoría de los casos largos viajes para asistir a la audiencia en la ciudad, perder un día de trabajo y enfrentar los gastos que todo esto significa para ver salir al delincuente sonriente por la otra puerta, burlándose del damnificado, la Policía, la Justicia y de los políticos que se tragan la píldora del “delito por necesidad”.
Por eso, para revertir este panorama también es urgente un cambio radical en el accionar político, “sobre todo del poder legislativo y de la labor judicial, que para nada condicen con la necesidad y urgencia de los ciudadanos rurales”, explicaba Casaretto.
Se mostró preocupado y le llamó poderosamente la atención “el desconocimiento de algunos políticos --mayormente de extracción urbana-- sobre la tremenda importancia del problema de abigeato, su historia e impacto en la afectación a la producción pecuaria y en la seguridad rural en general”.
Pero también fue más allá. “En el caso que se tuviese un cabal conocimiento del problema, la falta de sensibilidad para con el productor rural y el trabajo honrado es llamativa y desmoralizante”. Sostuvo que “mientras se tenga la concepción filosófica y política de que se deben mayores excepciones y contemplaciones al que delinque frente al que sufre el delito, seguiremos en esta constante y progresiva situación de deterioro de la seguridad en que estamos”.
Para Casaretto, “la triste situación y el escaso compromiso político --que trasciende la política partidaria-- permite constatar que este paisito se da el lujo de haber terminado --mayoritariamente por abigeato y jaurías-- con las explotaciones ovinas comerciales en 30-40 kilómetros alrededor de cualquier centro poblado. Por demás es conocida la importancia económica y social que este rubro tiene, en especial para los pequeños productores. Las respuestas requeridas desde hace tiempo, ahora tienen carácter de urgencia”, enfatizó.
La problemática social es otro factor a tener en cuenta. Los productores pretenden permanecer en sus campos, pero por la falta de apoyo se les hace difícil. Ya dejó de ser la ciudad el único lugar donde hay que enrejarse para impedir que ingresen extraños a sus casas. Los productores recurren a diferentes sistemas de seguridad para que no les ocurra lo mismo, pero resulta imposible enrejar todo un campo de decenas de hectáreas y poner alarmas para evitar que les roben los lanares que son su sustento, en una noche. Entonces, el pequeño productor que busca ganarse la vida honradamente, sudando la camiseta todos los días a la intemperie y apuesta al ganado ovino para sacarle el máximo provecho a las pocas hectáreas que tiene, está totalmente desprotegido ante la delincuencia que obtiene el respaldo por un tema ideológico de una parte importante del sistema político. Y lo que se logra con esto es profundizar el drama social que se vive en las chacras de los cinturones de ciudades y poblaciones rurales, ya de por sí complicados por las dificultades para producir en pequeñas áreas y hacerlo en forma sustentable, además de los bajos precios de la carne, la lana y cuanto puedan generar.
También el gran productor sufre la falta de garantías del sistema, por cuanto la inversión de años en genética, esfuerzo y trabajo puede esfumarse en un rato por el accionar de estos delincuentes, que no miden consecuencias cuando mutilan un animal para sacarle los cortes de carne más valiosos. Además, se encuentra indefenso cuando la autoridad que podría responder a su llamado --si por casualidad encuentra a los malhechores in fraganti-- está a horas de distancia, y se encuentra solo e imposibilitado de responder al ataque, porque se vería envuelto en serios enredos judiciales. Porque la justicia no mide con la misma vara a la víctima que al delincuente.
Es el tiempo para que los políticos hagan un clic en sus mentes y analicen que para abordar este tipo de problemática, deben conocer en serio y de “adentro” la realidad de los productores y los graves problemas que genera el abigeato. Especialmente los del interior, que en vez de presentar con criterio y conocimiento de causa informes acordes a la realidad, no hacen más que “enterrar” cada vez más al productor.
Al abigeato se le combate con leyes más duras. Porque el escaso impacto de las sanciones, por ser “un simple hecho de abigeato” o reducción de las penas por buena conducta si es procesado con prisión, es una forma de promover la delincuencia.
Es buen negocio para el delincuente robar el trabajo ajeno, porque para él los antecedentes penales que puedan tener son solo “una mancha más para el tigre”, y si por casualidad es aprehendido –son pocos los “casos resueltos” por la policía, según estadísticas oficiales--, las penas de prisión no solo son “livianas”, sino que prácticamente nadie las cumple en su totalidad, porque siempre hay algún beneficio por el cual la condena se ve reducida; ya sea por buena conducta, por “trabajar” en prisión, por estudio, perdón divino. Lo que sea.


EDICIONES ANTERIORES

A partir del 01/07/2008

Abr / 2016

Lu

Ma

Mi

Ju

Vi

Sa

Do

12

12

12

12

12

Diario El Telégrafo

18 de Julio 1027 | Paysandú | Uruguay
Teléfono: (598) 47223141 | correo@eltelegrafo.com