Paysandú, Lunes 18 de Abril de 2016
Opinion | 13 Abr Paysandú ha vuelto su mirada al río, después de años de vivir dándole la espalda. Eso ha llevado, por ejemplo, a la decadencia del Parque Municipal como lugar de esparcimiento, en la medida que la notoria preferencia es hacia la zona costera del Uruguay, con sus atardeceres de pintura clásica, con su paisaje envolvente, con el puente internacional al Norte y el puerto al Sur.
Los domingos por la tarde, por ejemplo, miles de personas se reúnen en la zona para disfrutar del aire libre acompañados por el mate. El río Uruguay ha vuelto a ser bien sanducero y parte de esta comunidad.
No obstante, también en los últimos años, las frecuentes crecientes afectan a toda la ciudad en general y a los residentes ribereños en particular. Vivir en la zona portuaria, o en cualquier otra cercana al río, es ciertamente un atractivo reafirmado en cada amanecer como en cada atardecer. Pero a su vez trae consigo el impacto del cambio climático y del fenómeno de El Niño, que ha cambiado la estacionalidad de las crecientes (abril y noviembre). En cualquier época del año, el aumento del cauce del Uruguay puede golpear y provocar daños materiales y la evacuación de cientos o miles de personas, según los casos.
La ciudad, conformada a la usanza antigua a la vera del río, sufre cada crecida y cada una de ellas afecta la estructura de las casas y edificios, que con el paso de los años deben ser recuperados o corren riesgos de derrumbe, como se aprecia por ejemplo en avenida Brasil y en Leandro Gómez al Oeste.
A eso se suma el peligro en aumento que representan los árboles en la costanera, que en el anterior gobierno comenzaron a ser cortados, proceso que se ha detenido. No quedan dudas de su peligrosidad y de que hay probabilidades ciertas de que caigan más temprano que tarde.
Las viviendas y terrenos continúan perdiendo su valor inmobiliario y la estructura vial parece no poder ser recuperada a tiempo, antes de que otra vez sobrevenga una creciente.
Hay proyectos de aumentar las áreas parquizadas en la zona, de manera de reducir las áreas habitadas, una solución a largo plazo, que debe ser acompañada por una política de apoyo a la relocalización de quienes viven en la zona inundable y quieren establecer en otras adonde no llegue el río, aun cuando eso implique perder la magia de residir en las cercanías del paterno.
Fácil escribirlo y complejo llevarlo adelante, por los enormes costos involucrados y porque no se trata únicamente de Paysandú, sino de todas las ciudades junto al Uruguay, que en mayor o menor medida se ven afectadas.
Por tanto, quizás no se trate de realizar un proyecto para una ciudad sino uno que involucre a todas las ciudades litoraleñas, y con él poder acudir a la ayuda internacional, con el aporte de aquellos que afectan directamente las condiciones que llevan al cambio climático. Pero continuar como hasta ahora, solamente con planes de contingencia para solucionar la emergencia no ayudará realmente a las miles de personas que viven en zona costera y que, así las cosas, están condenados a ver el paulatino deterioro de sus viviendas, de su inversión, de su historia de vida.
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