Paysandú, Sábado 23 de Abril de 2016
Opinion | 16 Abr Se han escrito ríos de tinta, se han desarrollado miles de estudios a lo largo de las décadas respecto al origen de las adicciones humanas, incluyendo tanto el consumo de drogas problemáticas o fuertes como a las denominadas sociales, entre las que se incluye el consumo de alcohol y el tabaquismo, buscando explicaciones, posibles respuestas y también evaluando las consecuencias de estas conductas en quienes las practican y en quienes los rodean.
Sobre todo, cuando es archisabido que los excesos y hasta consumos mínimos, en muchos casos son puerta de entrada para determinadas enfermedades y tienen consecuencias devastadoras en el organismo. Sin duda el desafío radica en revertir estas inclinaciones, que son una especie de síndrome autodestructivo consciente, y al que sin embargo quien entra en este círculo vicioso no le pone fin o eventualmente va postergando el momento hasta que queda atrapado en su propia telaraña.
Pero más allá de la situación personal, de los factores que inducen estas conductas, el porqué algunos lo hacen y otros no, están también en juego, en el caso de la pareja y mujeres embarazadas, las consecuencias que tales consumos tienen sobre el feto, tanto en el caso de las drogas duras como incluso las sociales, las que puedan dar lugar a enfermedades y malformaciones irreversibles.
Por supuesto, uno de los aspectos clave a tener presente es la educación y la concientización de las potenciales víctimas de estas adicciones, que tienen origen muchas veces en factores genéticos que predisponen y el entorno y presión social, y ello plantea la necesidad de actuar decididamente en la prevención, porque por tratarse de una adicción, el rescatar a las víctimas de este flagelo resulta muy difícil.
Es pertinente en este sentido traer a colación que el Ministerio de Salud Pública anunció que realizará un ciclo de videoconferencias como forma de concientizar a la población sobre los efectos nocivos que tiene el consumo de alcohol, sobre todo en las embarazadas.
Según cifras aportadas por el ministro Jorge Basso, en Uruguay el 52,6 por ciento de las mujeres con embarazo consumió alcohol en los últimos treinta días, en tanto un trabajo realizado en 2011 arrojó como resultado que el 34 por ciento de las embarazadas dijo haber consumido alcohol durante el embarazo.
El alcohol afecta al desarrollo fetal y al niño recién nacido en lo que se denomina como Síndrome Alcohólico Fetal, que se caracteriza por presentar anomalías en el rostro del niño, retraso en el crecimiento y trastornos en el sistema nervioso central del bebé.
Es decir que estamos ante un factor de riesgo, considerado como la primera causa de los defectos genéticos no heredables, y que debe ser ampliamente difundido entre la población, en forma insistente, para que repique en el boca a boca pero también con énfasis en las consultas médicas, en cartelería y folletería, en centros docentes, en medios de difusión, como forma de contribuir decididamente a un ataque frontal en esta problemática.
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