Paysandú, Domingo 24 de Abril de 2016
Opinion | 22 Abr Los vientos de cambio, malestar y rechazo en países con regímenes populistas de América Latina tienen un común denominador en lo que refiere a la coyuntura, tras el cese de la bonanza generada por los elevados precios de los commodities.
Los ejemplos se dan en este momento en forma simultánea sobre todo en Argentina, Brasil y Venezuela, con la salvedad de que en la reciente contienda electoral el pueblo argentino rechazó la continuidad de los gobiernos “K”, representada por Daniel Scioli, en tanto en los otros dos países donde la línea se mantiene sus economías maltrechas han hecho crecer la presión social, con manifestaciones pidiendo que dejen sus cargos aquellos que consideran responsables de los entuertos.
En Argentina, precisamente, el malestar está presente al terminarse la luna de miel de los primeros cien días con el gobierno del presidente Mauricio Macri y tener hasta ahora solo malas noticias para la economía doméstica, con una cadena de aumentos que surgen de haberse sincerado la economía, se han eliminado los subsidios delirantes de los gobiernos K y dejado de lado la “bicicleta” de los gobiernos anteriores.
Acaso el problema de Macri fue el de presentarse a las elecciones con mucho de Quijote para tratar de enmendar una economía que en su primera fase, durante los correctivos más drásticos, le iba a tirar abajo la popularidad, porque se trata de un remedio amargo y el que los gobernantes por regla general le esquivan el bulto para no pagar costos políticos inevitables: aumentos de tarifas, de combustibles, eliminar subsidios a determinados sectores, eliminar el cepo cambiario para que el dólar oficial y el blue se encontraran en un solo un punto de equilibrio --equivalente a una devaluación por el valor artificial que se le daba al dólar-- y encima hacer frente a la deuda externa de los holdouts cuyo pago trató de evitar la expresidenta Cristina Fernández.
En suma, un campo minado y explosivos de retardo que ésta dejó al siguiente gobierno de la era K, a quien no importaba en absoluto el pueblo argentino y en generó una matriz de corrupción para apropiación de dinero del Estado.
Peor aún, suena imposible intentar cualquier reacomodamiento con base firme, sin sanear la casa, y es de esperar que sobre fines del presente año la inflación ceda, pueda recuperarse parte del poder adquisitivo y llegue la inversión que la Argentina perdió a manos llenas en la última década.
Por otro lado, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, cumplió el martes la mitad de sus seis años de gobierno en una jornada en la que la oposición se movilizó en todo el país para presionar por un referendo revocatorio de su mandato, en medio de una gravísima crisis económica.
Bajo el lema "nadie detendrá el cambio", la dirigencia opositora celebra un foro público en el este de Caracas, y habilitó 1.500 puntos de información en todo el país para reclamar al Consejo Nacional Electoral (CNE), al que acusan de aliado del gobierno socialista, que despeje el camino hacia el referendo revocatorio.
El referendo legalmente puede ser solicitado una vez que el mandatario cumpla la mitad de su gobierno, pero para activar el proceso de recolección de cuatro millones de firmas requeridas para la convocatoria de la consulta, el CNE pide primero 200.000.
Mientras tanto, la presidenta brasileña Dilma Rousseff, quien camina sobre la cornisa del juicio político –que ya fue aprobado en Diputados--, ha dado un vuelco a su defensa y hace pocas horas dijo que cree "que hay un componente fuerte" de machismo (¿?) detrás del proceso que la puede llevar a perder el cargo y aseguró que "esto no pasaría si el presidente fuera un hombre".
En una rueda de prensa con corresponsales extranjeros, Rousseff afirmó que en el trámite para un juicio político percibe "varios tipos de violencia", y aseguró que "hay mezclado también un alto grado de prejuicios" que vinculó a su condición de mujer.
"Han dicho que estoy nerviosa, histérica, desequilibrada, y hasta han insinuado que soy autista", apuntó la presidenta, quien aseguró que esos calificativos no habrían sido usados con un hombre.
El proceso iniciado contra la mandataria se fundamenta en maniobras fiscales con las que el Gobierno maquilló sus resultados, que según Rousseff no constituyen un "delito de responsabilidad", que es como la Constitución define las causas que pueden llevar a la destitución de un gobernante.
Lo que es claro, es que el malestar de la población ha ido incrementándose debido al grave deterioro de la situación socioeconómica, que se ha conjugado con denuncias de corrupción impactantes por su magnitud e impunidad, cometidas por jerarcas del gobierno y legisladores, y que a la vez, como en los regímenes señalados, se ha jugado para la tribuna, para sostenerse en el poder, en lugar de sentar las bases para un crecimiento con desarrollo.
Y ante esta tesitura, no es porque sí que lamentablemente en América Latina se suceden las buenas épocas y las crisis, porque cuando llega el dinero fácil se dilapida en vivir el momento, en lugar de poner ladrillo sobre ladrillo para el futuro, aunque no de réditos electorales en lo inmediato.
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