Paysandú, Domingo 01 de Mayo de 2016
Opinion | 29 Abr La “celebración” de los 25 años de creación del Mercosur coincidió con un encuentro en Montevideo del Parlamento del Mercosur (Parlasur), con presencia de parlamentarios de los países miembros y del presidente Tabaré Vázquez, además de los expresidentes Luis Alberto Lacalle y Julio María Sanguinetti. Un momento que se esperaba podía ser una especie de relanzamiento de la voluntad integracionista y de asunción de responsabilidades compartidas para potenciar la región hacia el resto del mundo, por lo menos viendo las cosas desde un lado optimista.
La otra posibilidad --que fue la que realmente se dio-- era que este foro recogiera las desavenencias y desprolijidades que todos estos años se han dado en el bloque, con el agregado de que las facturas no fueron tanto entre países, sino que los bloques parlamentarios trajeron a este ámbito los serios problemas de política interna de cada país --tal vez la excepción fueron Uruguay y Paraguay--. Hay todavía muchos aspectos sin procesar, y un reacomodamiento de fuerzas por la incipiente retirada de gobiernos progresistas, tras la década de bonanza y el cambio de viento en la economía regional y mundial.
Tenemos así que un grupo de integrantes del Parlamento del Mercosur por Venezuela realizó una protesta pacífica en el acto de celebración y en reclamo por un referéndum revocatorio del presidente Nicolás Maduro, agregado a la ausencia de cuatro de los cinco presidentes invitados --solo estaba el de Uruguay--, el retiro del recinto de la mayoría de los parlamentarios de Brasil, la queja en masa de los representantes de Venezuela y una sesión en la que los parlamentarios argentinos trajeron a colación los casos de corrupción, con cruces de acusaciones y reproches.
Con todo esto la ceremonia por las bodas de plata del bloque regional resultó al fin de cuentas toda una radiografía de las diferencias del Mercosur. Tal y como venía la mano, es explicable que el acto reflejara una realidad que vemos a diario en países enfrentados por posiciones ideológicas, trascendiendo la problemática comercial y la integración, con escasa sustentación para transmitir una imagen homogénea cuando se dice que está avanzando por fin --otra vez y van-- las gestiones para concretar un acuerdo con la Unión Europea.
Poco después de comenzar la ceremonia, 17 de los 20 parlamentarios de Brasil se retiraron del acto en protesta por lo que consideraron una “declaración irresponsable” del presidente del Parlasur, Jorge Taiana. Es que el excanciller argentino había suscripto hace unos días un documento sobre la crisis de Brasil en donde cuestionó el juicio político que el Congreso brasileño lleva adelante contra la presidenta Dilma Rousseff. En ese escrito, publicado en la web del Mercosur, Taiana consideró un "golpe parlamentario" y una "utilización forzada de la ley" el proceso de destitución contra Rousseff.
Al grito de "humillación", la delegación parlamentaria de Brasil se retiró del recinto del Parlasur y mostró su enojo con la organización del evento por haberlos ubicado al final del salón.
Por otra parte, la delegación de Venezuela agregó otro elemento disonante a la ceremonia cuando los parlamentarios antichavistas protestaron para exigir que se active el referéndum revocatorio presidencial al gobierno de Maduro. Con carteles que denunciaban la crisis económica, política y social que atraviesa Venezuela, ese grupo exigió a los países del Mercosur que muestren su apoyo ante el retraso intencional del Consejo Nacional Electoral para activar el revocatorio a Maduro.
El canciller uruguayo, Rodolfo Nin Novoa, reconoció que "muchas veces fueron decisiones políticas las que frenaron los cursos de la integración y vientos proteccionistas que prevalecieron sobre la construcción de los mercados de la región y postergaron la construcción de una política comercial común", aludiendo a los problemas que arrastra el Mercosur que le han impedido revisar procedimientos para ponerse plenamente activo. También admitió en su discurso las dificultades del bloque.
Incluso en la conmemoración del nacimiento del bloque no hubo siquiera un breve espacio para discutir la negociación por un acuerdo de libre comercio que impulsa la mayoría de los presidentes del Mercosur con la Unión Europea, cuando se estima que el 11 de mayo próximo podría tener lugar el intercambio de las listas de productos que eventualmente se incluirían en el tratado comercial.
Mientras hay 13 países de la UE que ponen reparos a ese acuerdo en lo que respecta a los productos del agro, Brasil y Argentina apuran las negociaciones a fin de evitar que en julio asuma Venezuela la presidencia pro témpore del bloque. No son pocos los diplomáticos argentinos y brasileños que creen que el gobierno de Maduro podría boicotear las negociaciones por un acuerdo de libre comercio con la UE. Paradójicamente, fueron precisamente los gobiernos de Lula y Cristina Fernández los que, pasando por arriba a Paraguay, forzaron el ingreso de a Venezuela chavista al Mercosur.
Todos estos roces y pase de facturas, tienen que ver con el funcionamiento que ha tenido el bloque durante estos años como un club de presidentes amigos, con la trilogía de Brasil, Argentina y Uruguay, a través de los presidentes Dilma Rousseff, Cristina Fernández y José Mujica, que pusieron lo político por encima de lo jurídico.
Es decir que políticas basadas en concepciones ideológicas y paralelamente decisiones desacertadas y proteccionistas en materia del intercambio regional han llevado a este estado de cosas en el Mercosur, que ha hecho que su 25º aniversario encuentre al bloque con "preocupaciones" y "esperanzas" según lo resumió el excanciller uruguayo, Enrique Iglesias, quien, como buen componedor, expuso que el proceso de integración del Mercosur pasó "por frustraciones", "críticas profundas" y hasta "pedidos de marcha atrás".
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