Paysandú, Lunes 02 de Mayo de 2016
Opinion | 28 Abr La problemática del empleo es por cierto un factor de honda repercusión social, por cuanto representa la principal fuente de ingresos de la familia tipo en el Uruguay, cualquiera sea su composición, y naturalmente es más crítico en el caso de la célula familiar uniparental, cuyo número se ha incrementado sustancialmente en los últimos años. Estos casos generalmente son mujeres con hijos, y por lo tanto con nivel salarial inferior al de los hombres, lo que incorpora además aspectos de género que agravan este escenario.
El punto es que la oferta y la calidad del empleo están directamente relacionadas con la situación económica en cualquier país, y en los subdesarrollados como Uruguay, además, conlleva una demanda muy oscilante. Prima el empleo de baja calidad debido por un lado a la primarización de la producción y al hecho de que las empresas padecen elevados costos en cargas sociales, tributación y energía, así como ganancias menores, para situarnos en la realidad del país.
Nuestro departamento, por supuesto, no escapa a esta problemática y peor aún, hay problemas exacerbados, por cuanto con un quiebre que se dio más o menos en la década de los 90, hubo cambios significativos en el tejido productivo por una realidad internacional que permeó hacia un departamento donde las grandes industrias proporcionaban gran parte del empleo de calidad, y ello a la vez derramaba riqueza sobre todas las diversas capas de la comunidad.
Los cambios se fueron dando porque la globalización no ha sido solo una palabra vacía de contenido, sino que repercutió severamente en nuestro medio, donde muchas industrias se generaron cuando las políticas desde el Estado tenían un fuerte sesgo proteccionista.
En principio se buscaba generar empleos a través de producciones subsidiadas, lo que significó mayor carga para el resto de la sociedad, con sacrificio además de la calidad de bienes y servicios. Esto más o menos duró hasta que nuestro país quedó saturado de empresas ineficientes, con maquinaria y metodología que fueron ganando en obsolescencia, y por lo tanto trasladando mayores costos a la comunidad.
En Paysandú se dio bastante de esto, pero sobre todo se ha trabajado de cara a la exportación, por cuanto las grandes fábricas se orientaron mayormente a procesar y colocar nuestra producción, nuestro trabajo, en el mercado exterior, lo que más o menos fue posible hasta que hubo que salir a competir en el mundo globalizado. Cuando el país debió abrir los mercados para integrarnos al mundo, el Uruguay, y en gran medida Paysandú, sufrió el impacto de no poder competir en costos con países con un gran volumen de producción, que trabajaban con otros costos y que se modernizaron mientras nosotros nos tratábamos de arreglar con lo que teníamos, y a la vez la inversión estaba condicionada por la escala y los costos internos.
No es un secreto para nadie que con el paso de los años el escenario ha cambiado significativamente, que las grandes fábricas que han quedado ya no son lo que eran, que se han creado otras y que se han intentado aventuras como por ejemplo sostener el funcionamiento con recursos del Fondes a Tessamérica, la exPaylana, --entre otras varias en el país-- que o han fracasado rotundamente o están en la cuerda floja.
Lo que corresponde por lo tanto, en lugar de ignorar la realidad, es tratar de adaptarnos a ella con una visión pragmática, con autocrítica también, y a tono con los tiempos que corren, porque nadie nos va a regalar nada, y de lo que se trata es de generar condiciones para crear fuentes de empleo genuinas y en sintonía con los tiempos.
Esta línea de acción debe incluir servicios como los relacionados con el aspecto turístico, pero también con la producción de bienes, de buscar condiciones para que se instalen las inversiones que nos han sido esquivas en los últimos años, y a la vez complementar estas condiciones con la capacitación de mano de obra, que también está desacompasada, con lo que se necesita en el mundo empresarial, y que es incluso motivo de planteos de los empresarios.
Desde el Estado también se ha tratado de apuntalar la capacitación y reconversión, no solo desde los organismos que imparten enseñanza curricular, sino también con instrumentos como el Inefop, Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional, que igualmente no ha tenido hasta ahora la difusión ni la masificación que debería tener, para que esté en condiciones de marcar un valor diferencial que mucho se necesita, tal como viene la mano.
Recientemente dábamos cuenta en EL TELEGRAFO, a través del presidente del Centro Comercial e Industrial de Paysandú, Jorge Ledesma, que mientras se gestionan cursos de este instituto para Paysandú, también la Confederación Empresarial del Uruguay (CEDU), apunta a tener la posibilidad de operar como entidad capacitadora (ECA) que pueda participar directamente en el dictado de estos cursos, habida cuenta de su procedencia del Interior, donde la problemática del empleo es más grave que en la capital.
Y de lo que se trata es de que en cada localidad, se pongan en marcha curso focalizados para la realidad de cada zona, es decir con cursos que permitan capacitación a medida de las necesidades locales, porque al mismo tiempo de satisfacer la interrelación oferta-demanda en un aspecto crucial, se optimizarán recursos humanos y materiales para tener además la posibilidad de ir ampliando este apoyo a otros sectores que lo necesiten.
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