Paysandú, Viernes 20 de Mayo de 2016
Opinion | 14 May La situación caótica que vive Venezuela no mengua por ningún flanco. La herencia del comandante Hugo Chávez, más la inoperancia de su sucesor y delfín, el presidente Nicolás Maduro, pesan sobre un país que transita por el precipicio, sostenido con un pie y con los bordes de los dedos. Escasez de alimentos y medicinas, apagones por falta de energía, inseguridad galopante, una economía que desbarranca con una inflación por las nubes, una tremenda incapacidad para sacar réditos del petróleo, corrupción a todo nivel y una crisis política y judicial donde el propio mandatario y sus secuaces, hacen y deshacen. La oposición, que ganó las elecciones legislativas de diciembre pasado, prepara el camino para un referéndum revocatorio que saque a Maduro del poder. El ambiente, en esta nación miembro del Mercosur, no puede estar más convulsionado.
Los últimos hechos marcan la pauta. Maduro anunció esta semana que gobernará por decreto en materia económica en lo que resta de 2016 para enfrentar la aguda crisis que ha acentuado la falta de alimentos y de medicinas. El presidente dijo que en los próximos días renovará un decreto de emergencia económica que dictó el 14 de enero pasado por 60 días y que extendió por un período igual en marzo.
Será “para seguir enfrentando los problemas con la Constitución y el poder que me da el estado de excepción para seguir actuando y todo este año lo voy a tener activado para tener aquí en la mano la respuesta”, señaló el mandatario ante miles de seguidores en el palacio presidencial de Miraflores. Maduro aseguró que la “prioridad” de su gobierno es la “superación de la emergencia económica”, por lo que llamó a no distraerse en las intenciones de la oposición de sacarlo del poder mediante un referendo revocatorio.
Para ser aplicado, el decreto de emergencia debía ser convalidado por el Parlamento --controlado por la oposición desde el pasado 5 de enero--, pero este se negó aduciendo que las medidas contenidas allí profundizaban un modelo de control estatal de la economía “fracasado”. Sin embargo, el Tribunal Supremo de Justicia dejó en firme la medida, en medio de denuncias de que los magistrados están al servicio del gobierno que los nombró a su “conveniencia” en la Asamblea antes de ceder el control a la oposición.
El mandatario justifica siempre que puede que la crisis ha sido generada por una “guerra económica” lanzada por la oposición y empresarios de derecha --obviamente, siempre ayudados por Estados Unidos--, para generar malestar y derrocarlo.
Venezuela atraviesa una severa recesión que se refleja en una contracción de 5,7% del Producto Bruto Interno y una inflación de 180,9% en 2015, así como en la escasez de dos tercios de los bienes básicos. Esta situación obliga a la gente a hacer largas colas para adquirir alimentos subsidiados, en un contexto de sequía de dólares por la drástica caída de los precios del petróleo, generador del 96% de las divisas de ese país dependiente de las importaciones. El control cambiario implementado por el gobierno afectó directamente los precios y provocó el desabastecimiento, ya que Venezuela importa casi la totalidad de los alimentos que consume.
Un venezolano residente en Uruguay explicó a El Observador que este contexto trajo aparejado la aparición de los revendedores de alimentos, que ofrecen sus productos a precios exorbitantes. Suele suceder que los desempleados, al tener tiempo, hacen las largas colas en los supermercados y, una vez que adquirieron todo lo que pudieron, salen a revenderlos hasta diez veces más caros del precio original. De ese modo, para muchos trabajadores que perciben el salario mínimo, completar la canasta familiar es una proeza. El sueldo mínimo está en unos 15 mil bolívares, algo así como U$S 40 por mes, luego de que Maduro decretara un aumento del 30% recientemente.
Además de los problemas que tienen los venezolanos para satisfacer esa necesidad básica, la de comer, está la precaria situación de los medicamentos. Un país que donó U$S 10 millones al Hospital de Clínicas en Montevideo carece de la posibilidad de atender la demanda de aspirinas de su población. Con el control cambiario, que se inició en 2012, los laboratorios y las empresas médicas nacionales y extranjeras comenzaron a bajar persiana. Y así se llegó a un desabastecimiento del 90% de los medicamentos en el país.
Este panorama caótico se completa con la terrible inseguridad que padecen los venezolanos. Según un estudio difundido por el diario El Universal de Caracas, solo en 2015 fueron asesinados 1.026 menores de edad, de los cuales 174 adolescentes y tres niños menores de 12 años murieron por agresiones de funcionarios de seguridad del Estado, lo que supone un aumento de la agresión institucional del 40%. La capital Caracas fue la ciudad más violenta del mundo el año pasado, de acuerdo con un reporte de la ONG mexicana Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal. Esta ciudad poco más de 3.200.000 habitantes, ocupó el primer lugar con 3.946 homicidios en 2015, lo que representa 119,87 muertes violentas por cada 100.000 habitantes.
Y cuando el contexto de hambre y de violencia se conectan, surgen situaciones como la vivida ayer en el mercado mayorista de Maracay, saqueado por una multitud de aproximadamente 5.000 personas y en donde murieron al menos dos. Este ha sido uno de los varios ejemplos de saqueos que tienen lugar en Venezuela en los últimos días.
Los recientes incidentes ocurrieron en paralelo a marchas a favor y en contra de Maduro. Las primeras, contaron con la seguridad necesaria. Las segundas, que proclaman el referéndum revocatorio contra el presidente, fueron reprimidas. Entre el 65 y 70% de la población votaría a favor de la salida del mandatario, según sondeos. Maduro emprendió, junto con el Consejo Nacional Electoral y el TSJ, una estrategia para retrasar todo lo que pueda la consulta popular. Sea como fuere, el caos predomina en esta nación caribeña y lo más probable es que este mes lleve un calificativo poco alentador, a decir de Oscar Meza, director del Centro de Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros, que publica un índice mensual de precios de la canasta básica: “mayo debería declararse el mes del hambre en Venezuela”.
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