Paysandú, Sábado 21 de Mayo de 2016
Opinion | 17 May Uno de los aspectos positivos de los últimos años es sin dudas el grado creciente de conciencia ambiental que hay en todo el mundo, y que es recogido en foros y convocatorias de organismos internacionales, incluyendo la firma de pactos internacionales como el reciente Acuerdo de París, que entre otros objetivos refiere a la problemática del calentamiento global como una amenaza para la humanidad.
Pero, a la vez, deben tenerse en cuenta acciones locales o focalizadas que refieren a hechos puntuales de las respectivas comunidades, como el cuidado de los recursos naturales, su gestión y la necesidad de buscar el equilibrio para conciliar inversión y desarrollo con la preservación medioambiental.
Por supuesto, lo primordial es la ponderación costo-beneficio del emprendimiento o actividad de que se trate, en lo que refiere a la inversión. Al mismo tiempo, existe un aspecto a tener en cuenta cuando se trata de la gestión por organismos del Estado, el que a su vez tiene la potestad o la ventaja de controlarse a sí mismo, lo que por supuesto constituye una contradicción. Ello explica que lo que se controla con cierta severidad cuando se trata de privados, no tenga el mismo tratamiento desde el propio Estado cuando es el que debe ser controlado o monitoreado sobre las consecuencias de sus acciones.
Y una gestión que está a cargo del Estado, por ejemplo, tiene que ver con el saneamiento y disposición de aguas negras, que en el caso del Interior está comprendida en las competencias de OSE, y que presenta sus mayores complejidades en las áreas urbanas como son las ciudades litoraleñas ubicadas sobre la margen del río Uruguay, de las cuales las más pobladas son Paysandú y Salto. Para estos centros urbanos existen desde hace tiempo proyectos de construcción de plantas de tratamiento para los vertidos de la red cloacal, los que deberían haber sido incluidos ya desde el principio como parte de las redes y no quedar pendientes eternamente de ejecución, como ha sido el caso.
La contaminación de los cursos de agua por actividades humanas ha sido puesta otra vez sobre el tapete recientemente a partir de situaciones que se han dado en ríos y arroyos menos caudalosos, como es el caso del río Santa Lucía y su cuenca, desde donde el organismo obtiene agua para su potabilización y entrega a la red Montevideana. Pero sin dudas este escenario no solo no es exclusivo de este curso, por cierto, si nos atenemos por lo tanto a lo que sucede desde hace décadas en el río Uruguay. Este es un afluente compartido, por añadidura, y que por lo tanto debería ser objeto de una atención particularmente más específica por sus connotaciones. Tenemos como un elemento detonante de la atención periodística el caso de un vecino de la zona de Paso Carrasquito, en Mercedes, quien grabó el vertido de un camión con barométrica, que sin previo tratamiento se vuelca al río Negro para que sean llevados los fluidos por la corriente, apuntando a que el buen caudal permita diluir la contaminación.
Estas acciones, lamentablemente, no son ninguna novedad, porque los camiones en localidades litoraleñas del río Uruguay hacen exactamente lo mismo, en tanto OSE también vierte las aguas negras directamente, a la espera de que alguna vez se hagan realidad los proyectos a que aludíamos líneas arriba. Por ejemplo, en el caso de Paysandú habían sido incluidos inicialmente en una inversión del orden de los 11 millones de dólares, ya durante la gestión de Juan Justo Amaro en el organismo --en el gobierno de Jorge Batlle-- y que, sin embargo, todavía no ha sido concretado con el argumento de problemas presupuestales. Y eso que en la última década se lograron ingresos excepcionales por la favorable coyuntura internacional.
De acuerdo con un informe de El Observador, son ocho las ciudades que no cuentan con plantas de tratamiento en nuestra margen en los departamentos de Salto, Paysandú, Río Negro, Soriano y Colonia, y seguramente son por lo menos otras tantas las que lo hacen desde la margen argentina, sin olvidar que en el caso de Gualeguaychú, el río del mismo nombre además contamina el río como consecuencia de los efluentes del parque industrial de esa zona.
A partir de esta situación conocida desde hace muchos años, la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU) elevó una solicitud al gobierno argentino y uruguayo para conocer la situación en que se encuentran los efluentes domésticos y sanitarios de cada una de las poblaciones asentadas a la vera del río Uruguay. En este sentido, el presidente de la delegación uruguaya en el organismo, Gastón Silberman, reconoció que lo más preocupante son los “vertidos de efluentes de las ciudades” , y destacó que “los desechos tienen que ir al río con el tratamiento previo correspondiente de forma tal que lo que haya de contaminación sea lo mínimo”.
Aludió a ciudades que, por lo tanto, tienen un vertido directo de aguas negras que implican contaminación pese a la apuesta de que el gran caudal va diluyendo esta carga y en unos pocos cientos de metros, cuando se llega a la corriente principal la dilución permite que no se registre en las mediciones un grado significativo de elementos contaminantes, ya sea orgánicos como inorgánicos.
El punto es que esta omisión de OSE conlleva, asimismo, un grado de contaminación focal que es muy agresiva con el medio ambiente. Esta demostración palpable la tenemos en Paysandú con la situación del colector, en la zona de la playa Mayea, y con la afectación del entorno de barrios como La Chapita.
Muy seria ya en niveles normales del río, esta contaminación vuelve a la margen costera cuando ocurren crecidas como la que hemos tenido recientemente e, incluso, se desbordan por esta causa los pozos negros que existen en la zona, lo que conforma una gran masa crítica contaminante que es una amenaza seria para los residentes en la zona y por extensión a toda la ciudad y su entorno.
Ello se percibe también en el río Negro, concretamente, en Mercedes, donde de acuerdo a una denuncia del edil frenteamplista Enzo Malán, desde hace una década se ha pedido una planta de tratamiento de efluentes cloacales, con el agravante de que los desechos se están volcando en una zona del parque frecuentada por los vecinos, donde se pesca e incluso es zona de baños.
El común denominador en esta problemática es sin dudas la inacción u omisión del organismo competente, y ya con proyectos de larga data que duermen el sueño de los justos, es de esperar que OSE cumpla de una buena vez con los anuncios ya repetidos de ejecución de los emprendimientos de tratamiento de aguas cloacales, que siguen postergándose.
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