Paysandú, Lunes 13 de Junio de 2016
Opinion | 09 Jun Con unos 3,1 millones de kilómetros cuadrados, la Cuenca del Plata es un vasto sistema que constituye una de las reservas hídricas más importantes del planeta, no solo por el caudal de los afluentes que desaguan en el Río de la Plata, sino por la diversidad biológica del área y por la riqueza de los territorios que éstos bañan.
Con la finalidad de un mejor y más racional aprovechamiento de esos recursos, y del desarrollo sustentable de ellos, en 1969 los gobiernos de los cinco países de la cuenca firmaron el Tratado de la Cuenca del Plata. Este tratado, suscripto en circunstancias políticas regionales y mundiales muy diferentes de las actuales, además de un contenido que lo convierte en piedra angular de la integración física regional entre los países firmantes, puede ser considerado como precursor, tanto en materia de preservación del medio ambiente como en la generación de una infraestructura y comunicaciones acordes con lo que, más de dos décadas después, sería el Mercado Común del Sur (Mercosur).
Este tratado y los instrumentos internacionales que derivaron de él, crearon y dieron funciones y competencias a distintos órganos u organismos regionales, entre ellos el Comité Intergubernamental Coordinador de los Países de la Cuenca del Plata (CIC), que recientemente se reunió en Montevideo y anunció haber concretado un plan estratégico regional a partir de una investigación conjunta iniciada hace cinco años. Los delegados de los estados integrantes de la Cuenca del Plata (Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay), se reunieron --por primera vez en nuestro país-- en coincidencia con el cierre del proyecto marco que estudió durante el lapso referido, la situación de los recursos hídricos de la Cuenca del Plata en relación con el cambio climático. La tarea formó parte de un proyecto marco de la Cuenca del Plata, que insumió 15 millones de dólares y fue financiado por la Organización de Estados Americanos y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial.
De acuerdo a lo informado por Jorge Rucks, actual secretario de Vivienda y Medio Ambiente de Uruguay y exdirector nacional de Medio Ambiente, “fue un trabajo inédito y con carácter futurista, y es muy interesante encontrar que luego de los estudios realizados los países han coincidido en un programa de acción común donde se desarrollarán proyectos específicos”.
En estos años de trabajo se concretaron cinco proyectos piloto, entre los que Uruguay destacó el relacionado con la cuenca del río Cuareim, donde se analizó la situación del uso de los recursos compartidos entre nuestro país y Brasil. Ambos países afrontan, entre otras problemáticas, consecuencias de inundaciones, uso de aguas subterráneas y de la arena para emprendimientos productivos.
Entre los temas analizados por el Comité Intergubernamental Coordinador de Países de la cuenca del Plata (CIC) se encuentran la pesca, la navegabilidad, el desarrollo urbano y turístico, y el cuidado del medio ambiente.
En este contexto, los representantes uruguayos plantearon como temas preocupantes, la calidad del agua, la navegación, dragado de ríos y control de la erosión de los suelos, y solicitaron además que se comparta toda la información disponible en la región para mejorar los modelos de previsión de eventos hidroclimáticos.
Al respecto, el director nacional de Aguas, Daniel Greif, dijo que se definirá un plan de acción estratégico local en base al diagnóstico intergubernamental elaborado durante los cinco años de trabajo del programa marco. “Este es un escenario clave para la vida del Comité Intergubernamental Coordinador de Países de la Cuenca del Plata, para relanzar y dinamizar sus actividades; se trata de un esfuerzo regional para ir armonizando todo el sistema que tienen los países de la Cuenca del Plata para el manejo de los recursos hídricos, utilizando un sentido amplio y una visión transversal de todo lo que significa el uso de ese recurso”, sostuvo.
Si tenemos en cuenta que durante el último cuarto de siglo se ha constatado una intensificación del ritmo y duración de los períodos alternativos de sequías e inundaciones --algo que conocemos muy bien aquí en el litoral--, con los consecuentes y significativos impactos sobres la sociedad, la economía y el ambiente en general, queda claro que una adecuada gestión de recursos hídricos tan importantes como el río Uruguay y el acuífero Guaraní, se imponen como temas impostergables.
Se sustenta dicha afirmación en el hecho de que los recursos hídricos de un país constituyen un capital de primer orden, pero además son un recurso que está sufriendo diferentes tipos de presiones (productivas, económicas, ambientales) que pueden llegar a comprometer su futuro.
Para comprender la importancia que el agua subterránea tiene para el mundo alcanza con señalar que ésta proporciona alrededor del 50% de toda el agua potable y el 43% de todo el riego agrícola del planeta. La agricultura de regadío representa el 20% de la tierra cultivada, pero aporta el 40% del total de alimentos producidos en el mundo. Y ya no es una cuestión de películas pensar que en el futuro el agua sea, probablemente, un recurso económico aun más importantes que los combustibles por la sencilla razón que se pueden crear otro tipo de fuentes energéticas para abastecer el conjunto de los sectores económicos de la sociedad, pero no se puede fabricar agua dulce.
Uruguay posee un gran caudal hídrico y compartimos con Brasil y Argentina uno de las reservas de agua dulce más grandes del mundo --el acuífero Guaraní--, a la vez que el importantísimo río Uruguay, que abastece de agua potable a todas las ciudades litoraleñas uruguayas y argentinas, así como a varias de Brasil, además de proveer agua para regadíos, represas y consumo animal. Como bioma de agua dulce, son muchas las presiones y amenazas existentes (desde el sector productivo, industrial, los eventos de contaminación, las floraciones algales, el impacto de los agroquímicos, los efluentes cloacales vertidos sin tratamiento previo, etc.) sobre este río transfronterizo y todavía bastante escasas las medidas que se están tomando para conservar su calidad y prevenir impactos más graves, que podrían llegar a ser irreversibles.
Es de esperar entonces que los planes de acción regionales que se anuncian tras cinco años de estudios sobre la cuenca, puedan dar lugar a medidas concretas y efectivas como parte de la responsabilidad de preservar y manejar responsablemente el agua más allá de los discursos y las buenas intenciones.
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