Paysandú, Domingo 19 de Junio de 2016
Opinion | 17 Jun El obsceno episodio de un alto exjerarca de los gobiernos de los Kirchner en la Argentina arrojando bolsos por encima de la pared hacia un monasterio de Buenos Aires, porque quería “donar” más de nueve millones de dólares en la madrugada, mientras la Policía se lo quería “robar”, es una patética muestra del grado de enajenación y vileza que ha alcanzado la corrupción de un gobierno que bajo la fachada de populismo, instrumentó mecanismos sistemáticos y aceitados de corrupción a través del desvío de dinero de la obra pública, entre otras acciones que involucran el pago de coimas y otras maniobras delictivas.
La cercanía de nuestro país y la penetración de los medios televisivos argentinos en nuestro medio sin dudas colocaron a los uruguayos y en nuestro caso particular a los sanduceros siguiendo de cerca las alternativas novelescas de este caso, que por si alguien tenía alguna duda es una muestra más del grado de impunidad con que se han movido determinados personajes en la vecina orilla.
Los involucrados directos son integrantes de altas jerarquías del gobierno y tocan muy de cerca --demasiado quizás para ser solo sospechas-- a los propios expresidentes K, que son acusados de apropiarse de miles de millones de pesos, mientras a la vez mantenían enganchados a sus seguidores con un discurso populista y tenían en marcha la “bicicleta” de ir gastando a cuenta de la bomba de tiempo que dejaron para quienes tuvieran que afrontar en el siguiente gobierno la dura realidad de las arcas vacías.
Lamentablemente, la gran víctima de este accionar delictivo estructural de corrupción son los sectores más humildes de la población, a quienes se decía defender a través de la implementación de políticas centradas en asistencialismo y tener amplios sectores de la población cautivos del clientelismo político, condicionado naturalmente a seguir contando con dinero para poder financiarlas.
Bueno, tras años de denuncias sobre estas prácticas en la vecina orilla, con procesamientos que han involucrado ya altos funcionarios, empresarios de la talle de Lázaro Báez y ahora José López, exsubsecretario de Obra Pública y mano derecha del todopoderoso exministro de Planificación de los Kirchner, Julio de Vido, ya el clima político y el humor social han cambiado radicalmente en la Argentina, donde han caído vendas de los ojos de muchos de quienes se negaban a aceptar esta realidad y seguían defendiendo lo que a esta altura aparece como indefendible.
Igualmente, políticos, actores y periodistas que con más tenacidad han defendido al kirchnerismo en momentos difíciles tiraron la toalla en las últimas horas y confesaron que la imagen del viceministro de Obras Públicas, José López, escondiendo nueve millones de dólares en un monasterio los "avergüenza" y "abochorna". "Hasta aquí llegamos", dijeron, palabras más, palabras menos, quienes hasta hace poco se mostraban como los principales defensores de los Kirchner.
López fue viceministro de Obras Públicas durante los tres gobiernos kirchneristas, y mano derecha del ministro Julio De Vido, sindicado como el "cajero" de los Kirchner en las denuncias que apuntan a una extendida trama de corrupción con licitaciones del Estado.
En cuanto al episodio en sí, casi 22 horas tardaron las autoridades en contar fajos de billetes en 160 bultos. "Son 8.982.047 dólares, 153.610 euros, 425 yuanes y 49.800 pesos, más dos reales de Catar", detalló el presidente del estatal Banco Provincia, Juan Curuchet, custodio de este dinero que López pretendía esconder en un monasterio en horas de la madrugada, cuando fue pescado in fraganti por la Policía.
Debe tenerse presente que la justicia argentina, que durante años “enterró” causas --presionada por la Administración K, en un país donde la Justicia es muy dependiente de las influencias del Poder Ejecutivo-- las había activado con el nuevo gobierno, que asumió en diciembre de 2015, apuntando a supuesto lavado de dinero o evasión fiscal contra empresarios allegados a los expresidentes Néstor y Cristina Kirchner (2003-2015). Uno es Lázaro Báez, de 59 años, quien era empleado bancario en la provincia patagónica de Santa Cruz, bastión de los Kirchner y todo indica que amasó fortuna con la gran cantidad de obras públicas adjudicadas a sus empresas.
Leandro Despouy, expresidente de la Auditoría General de la Nación (AGN) entre 2002 y enero de 2016, dijo que "siempre" supo que "la forma de corrupción durante el kirchnerismo era en efectivo". Despouy explicó que fue una "modalidad de corrupción" diferente a la del expresidente Carlos Menem (1989-1999). Dijo que "en la obra pública hay una forma clara de acumulación de dinero. Los anticipos financieros (en el kirchnerismo) se hacían empezara la obra o no, y en efectivo. El dinero sucio se transformó en divisas. La única forma que tenían (de esconder la plata) era enterrarlo. No había forma de sacarlo", afirmó.
Ahora, más allá de la organización delictiva, asociación para delinquir y acciones individuales, surge claramente que al igual que lo que ocurre en Brasil, en Venezuela, además de otros países de la región en que el problema se da en menor proporción, hay una debilidad institucional de por medio que permite que actúen estas organizaciones en forma casi impune.
Igualmente, es cada vez más difícil lavar dinero en el mundo, ante la irrupción del narcotráfico como el principal generador de este dinero, y ello explica que en la Argentina aparezca este volumen de dinero físico y se menciona la firme posibilidad de que haya fortunas enterradas sin poder sacarlas a cuentas en el exterior.
Es decir que dejando de lado el fuerte condimento del factor anecdótico en cuanto a los detalles que ha caracterizado este grado de corrupción en la Argentina, con elementos que parecen sacados de la imaginación febril del mejor novelista, es evidente que estos actos se dan porque hay condiciones que lo permiten o lo alientan, además de una idiosincrasia por lo menos tolerante respecto a estas prácticas. Paradójicamente, fue esa misma Argentina kirchenrista y corrupta la que denunció a Uruguay ante la OCDE como “paraíso fiscal”, y que nos pusiera en la “lista gris” de esa organización.
Ello pone de relieve una institucionalidad imperfecta en cuanto a mecanismos de control contra la corrupción, burocracia enmarañada, una Justicia que muchas veces dista de ser independiente, lentitud en las investigaciones, --cuando las hay realmente-- falta de transparencia y una normativa legal con demasiados agujeros que permiten la evasión y resquicios para evitar controles y sanciones.
Es decir, que lo que aparecía disimulado en épocas de bonanza económica regional, con matices en cada país, y quedaba en segundo plano para la opinión pública porque las prioridades han pasado por otros ejes, impacta con toda crudeza por su magnitud y consecuencias en épocas de dificultades, porque la opinión pública percibe que el dinero que se necesita para obras sociales y reducir déficit está en bolsillos de los corruptos.
Es decir que se han juntado el hambre y las ganas de comer, en el marco de gestiones de regímenes populistas que no han brindado respuestas y han redistribuido dinero sin bases genuinas de creación de riqueza y enormes sumas que han enriquecido a parásitos del sistema político.
Y así, ha quedado pendiente la mentada deuda social, está muy lejos de la realidad el relato de la década ganada, los problemas de base han quedado intactos, y lo que es peor, con corrupción que se ha dado tanto en regímenes de izquierda como de derecha, hay una población creciente que descree del sistema político, porque las “soluciones” no han pasado de ser pompas de jabón.
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