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Paysandú, Miércoles 22 de Junio de 2016

Resiliencia y cambio climático

Opinion | 16 Jun En los últimos días las imágenes de París inundado recorrieron el mundo. La ciudad, donde se firmó el histórico acuerdo sobre cambio climático COP 21, ha vivido una de sus peores inundaciones de los últimos 30 años que obligó al Louvre, uno de los museos más visitados del mundo, a cerrar sus puertas para proteger su colección. Por ser un lugar tan conocido, esas imágenes tuvieron gran impacto, pero la situación de emergencia no es diferente de las que vivieron miles de uruguayos debido a las inundaciones el pasado verano. Son efectos visibles, a la vez que recordatorios, de que el calentamiento global y el cambio climático nos están afectando.
Uno de los grandes problemas de la actualidad es que seamos capaces de controlar las actividades que realizamos y que pueden cambiar el clima. Son las acciones las que han aumentado las concentraciones de algunos componentes de la atmósfera e introducido otros nuevos gases que han llevado a la intensificación del efecto invernadero y al consecuente calentamiento global.
Las consecuencias de este fenómeno son de variada magnitud y se están tratando de precisar mediante investigaciones, estudios y evaluaciones desarrollados en diferentes países del mundo, incluido Uruguay.
Los impactos se están sintiendo a través de modificaciones en las circulaciones atmosférica y oceánica (global y regional), incremento del nivel medio del mar, cambios en la producción agrícola, ecosistemas terrestres, marinos y costeros, recursos hídricos, regímenes de precipitaciones, humedad del suelo, silvicultura, asentamientos humanos, salud humana y animal, y en los recursos energéticos.
Han habido cambios más sutiles: en los últimos 50 años se ha registrado una disminución significativa anual de noches frías y un incremento notable anual de noches cálidas; y ha disminuido la cantidad de días fríos y ha aumentado la de días cálidos. Otros han sido extremos y son constataciones de que la variabilidad y el cambio climático afectan las condiciones del ambiente en que vivimos, así como las actividades sociales y económicas. En Uruguay, los eventos de inundación urbana han generado decenas de miles de evacuados en los últimos años, afectando a más de 60 ciudades entre las inundadas por desborde de ríos y problemas de drenaje. En otros períodos, las sequías han generado también múltiples afecciones.
Atendiendo a estas realidades, funciona desde 2009 el Sistema Nacional de Respuesta al Cambio Climático y la Variabilidad, que está a cargo del Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, cuyo objetivo es coordinar y planificar las acciones públicas y privadas necesarias para la prevención de los riesgos, la mitigación y la adaptación al cambio climático.
Se trata de un espacio de participación interinstitucional que ha procurado articular visiones, acciones y generar sinergias entre los distintos organismos gubernamentales y la sociedad civil en relación con este tema. Aunque la tarea está en pleno desarrollo, ha habido iniciativas interesantes con impacto en distintos sectores como el agropecuario, energético, la salud y el ordenamiento territorial, entre otros.
En el agro, el desarrollo de nuevos instrumentos de transferencia del riesgo --como lo son los seguros basados en índices, que contribuyen a la gestión del riesgo climático en los sistemas productivos--, la denominada “agroecoeficiencia” y la intensificación ecológica de los procesos de producción de alimentos son promovidos como herramientas de desarrollo sostenible, que a su vez, permiten posicionar a Uruguay como país productor de alimentos de forma responsable. En lo que respecta a energía, para 2030 se proyecta la reducción de un 85% de las emisiones de gases de efecto invernadero en la generación eléctrica a través de la incorporación del uso de fuentes autóctonas renovables. A nivel de la salud, el cambio climático ha determinado la reaparición o recrudecimiento de algunas enfermedades a nivel global y por eso la vigilancia de enfermedades transmitidas por vectores es una prioridad para el sistema de salud pública nacional.
A todo esto se suman otras acciones vinculadas con proyectos de adaptación urbana en infraestructura (construcción de desagües y drenajes pluviales) y atención a niños, que se llevan adelante entre el gobierno nacional y las intendencias; proyectos e intervenciones para combatir la erosión y urbanización de la costa atlántica, que involucra la generación de planes de gestión costera y establecimiento de zonas en las que se prohíbe la construcción, por ejemplo.
La lista no se agota en lo anteriormente expresado, pero son ejemplos que evidencian que construir la resiliencia al cambio climático constituye un desafío relevante para nuestro país. En primer lugar, porque es un fenómeno que continúa agravándose día a día y porque, además, requiere de respuestas integrales en diversas dimensiones y de diferentes organizaciones e instituciones de la sociedad.
Las acciones macro son necesarias, pero también se requiere información para promover conciencia de las acciones individuales. En ese sentido, es necesario formar a las generaciones jóvenes. Pequeñas acciones que se enseñen en un salón de clase pueden hacer grandes cosas porque generan hábitos, formas de pensar y entender la realidad y pueden tener eco en la comunidad. La gestión de residuos y del agua, el cuidado de los recursos naturales, el uso de energía renovable son temas que involucran a gobiernos y grupos, pero también nos involucran individualmente al tomar nuestras acciones de consumo. Está en nuestra naturaleza adaptarnos y sobrevivir, pero también hay que ofrecer herramientas prácticas y cercanas para que podamos cambiar nuestra relación con el planeta y elegir un modo de vida que nos permita dejar de atentar contra nuestra propia supervivencia.


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