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Paysandú, Lunes 27 de Junio de 2016

Hacerse cargo de la abuela

Opinion | 23 Jun El tema de los denominados “cincuentones” recientemente ha tomado estado de discusión y análisis público como uno de los problemas actuales de la agenda nacional, siendo una de las primeras manifestaciones de los efectos de la reforma del sistema previsional. A su vez, se vincula directamente con otro mucho más profundo y complejo referido a los aspectos económicos y sociales del envejecimiento de la población que afecta a varios países latinoamericanos que en las últimas décadas se han beneficiado del denominado “bono demográfico”.
Sin embargo, ese tiempo está llegando a su fin y la población envejecida aumentará la demanda de recursos para satisfacer las crecientes necesidades de un grupo cada vez más grande de adultos mayores. Se trata de una transición demográfica que se observa en toda América Latina que exige poner manos a la obra para tomar las previsiones necesarias.
En unas pocas décadas, la fuerza laboral disminuirá drásticamente en comparación con el número de dependientes que no trabajan. Según datos de la Cepal, se estima que entre 2020 y 2100, el número de dependientes aumente en un 35,5% en estos países. En 2085, América Latina y el Caribe superará a Europa como la región con la proporción más alta de personas de edad avanzada en relación con la población en edad de trabajar. El envejecimiento ejercerá más presión sobre unos fondos de por sí escasos para financiar el desarrollo.
El panorama se complica aún más si tenemos en cuenta que nuestros países tienen tasas de ahorro nacionales bajas y que, en general, la región se encuentra mal preparada para atender los cuidados de salud y las necesidades de la jubilación de lo que será un grupo de personas en edad avanzada que irá creciendo.
El ahorro en América Latina y el Caribe es bajo no solamente en comparación con otras regiones, sino sobre todo en relación con sus propias necesidades de desarrollo y mejora de la equidad, señala el Banco Interamericano de Desarrollo en su reciente publicación "Ahorrar para desarrollarse: Cómo América Latina y el Caribe puede ahorrar más y mejor", presentada a mediados de este mes, en la que aborda un tema ya tratado por el citado organismo internacional: la amenaza demográfica que planea sobre el futuro de la región y aborda el tema de cómo esta deberá prepararse para el momento inevitable.
El informe plantea que América Latina ahorra poco, entre 10 y 15 puntos porcentuales del Producto Bruto Interno (PBI) menos que los países más dinámicos de Asia emergente, que ahorra un 35% del ingreso nacional. Agrega que “los motores que han venido empujando el crecimiento económico de América Latina y el Caribe en el período posterior a la crisis financiera internacional se han ido debilitando gradualmente”, que “la región ya no cuenta con la ayuda de una coyuntura externa favorable y, por ende, es tiempo de buscar nuevas fuentes domésticas que den impuso a nuestras economías”.
A nivel de la población, el patrón de ahorro esperado es que los hogares jóvenes pidan prestado, que los hogares de adultos en edad de trabajar ahorren y que los hogares con personas de edad avanzada “desahorren” cuando lleguen a la jubilación.
Una distorsión actual evidente es que los individuos se ven obligados a seguir trabajando y ahorrando incluso después de la edad de jubilación para compensar el déficit de ahorro sufrido durante sus años laborales más productivos. “Actualmente, los latinoamericanos viven más, pero la vejez no les trae ningún descanso, dado que deben trabajar y ahorrar para financiar una esperanza de vida más larga”, dice el informe.
De cualquier manera, las contribuciones previsionales constituyen el principal mecanismo de ahorro de las personas para su retiro, aunque sobre ellas también penden una serie de amenazas. En este sentido, el estudio del BID plantea que los sistemas de capitalización también se verán afectados por los cambios demográficos y que “en un mundo que envejece, las tasas de interés serán más bajas, lo que disminuirá la rentabilidad de los ahorros jubilatorios”.
Además, plantea que “si la edad de jubilación sigue siendo constante a medida que la esperanza de vida aumenta, los ahorros acumulados podrán financiar jubilaciones más bajas” y que una solución para el problema del ahorro en América Latina requiere reparar los problemas que enfrentan los sistemas jubilatorios, ya que “los países de la región han prometido pagar pensiones muy generosas a sus jubilados, pero no han ahorrado lo suficiente para cumplir esas promesas para todos”.
Se trata de temas de especial interés para los uruguayos, ya que el 15% de la población supera los 60 años y nuestro país destina el 8,2% de su PBI al gasto público jubilatorio. A su vez, Uruguay destina en pensiones más del doble que el promedio regional en relación con su PBI y duplica el porcentaje regional de población mayor a 65 años en relación con las personas en edad laboral.
Esto aún hoy no es un problema grave, pero lo será en las próximas décadas --quizá en un máximo de 80 años-- cuando el porcentaje de adultos mayores se duplique, aspecto que ha sido reconocido como tal por la conducción económica del gobierno.
De cualquier manera es necesario aclarar que también hay factores no demográficos que “han impedido que se incrementen las tasas de ahorro de la región, a pesar del bono demográfico”, entre los que la publicación señala la ausencia de instrumentos adecuados, los problemas de desconfianza en las instituciones financieras, los altos costos de hacer negocios con los bancos, además de aspectos vinculados con la carga impositiva y una orientación del gasto público más orientada hacia los gastos corrientes (consumo) que hacia la inversión pública (ahorro).
El estudio del BID implica un llamado a tomar conciencia sobre la urgente necesidad de promover más y mejor ahorro para resolver problemas acuciantes como el bajo crecimiento, la escasa inversión y la necesidad creciente de cuidar de una población que envejece.
El futuro de nuestra sociedad es un desafío que requiere tomar acciones inmediatas y ya nos perdimos hacerlo en tiempos recientes de mayor bonanza. Nuestros hijos y nietos literalmente tendrán que hacerse cargo de la abuela (y el abuelo), o sea nosotros, de una forma en que ninguna otra generación lo ha hecho. En este trade off entre generaciones se requieren más que nunca decisiones acertadas que permitan el desarrollo de los más jóvenes y que, a la vez, la jubilación sea un tiempo favorable para los mayores que ven prolongarse sus años gracias a una esperanza de vida mayor.


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