Paysandú, Domingo 03 de Julio de 2016

OPINIÓN

RECIBIMOS Y PUBLICAMOS

Locales | 26 Jun Soy funcionario (a) adminis-trativo(a) del Poder Judicial y tengo el privilegio de prestar funciones para esta Honorable Corporación desde hace muchos años. Obtuve mi ingreso por concurso de oposición y méritos al Poder Judicial, en llamado abierto al público por estricto orden de prelación. El Poder Judicial me otorga una calificación anual en reconocimiento a mi labor funcionarial que debe ser actualizada cada año con el fin de mejorar y fortalecer el funcionamiento de la prestación de sus servicios. Pero no soy un caso aislado: soy apenas uno de los muchos funcionarios que revisten esta calidad y se desempeñan a diario integrando el cuerpo y la cara visible de uno de los tres poderes-pilares del Estado en su forma republicana, democrática y soberana de gobierno; que pretende ser fiel a la Constitución y las leyes vigentes en este país. Y es por este motivo que el Poder Judicial es la garantía de los debidos procesos que se instruyen en las diferentes materias en situaciones más o menos conflictivas en el libelo y ejercicio de las gestiones de derecho… y solo el equilibrio, la independencia y la objetividad en la observancia del cumplimiento de las actividades ciudadanas pueden crear el marco adecuado para el desenvolvimiento de una sociedad más humana y por ende más justa en toda la dimensión de este concepto.
Los funcionarios judiciales no nos congratulamos de una tradición de logros materiales, porque históricamente no recuerdo que los hayamos tenido. Tampoco viene a mi memoria el goce de estatus o privilegios en cuanto al beneficio de influencias. Somos discretos hacedores de las garantías del ciudadano común, de un pueblo que necesita todos los días sentirse integrantes de esta pequeña nación en donde quizá no exista abundancia de bienes materiales, pero donde la tradición de cultura de la igualdad siempre fueron un rasgo saliente, un perfil característico ante los pueblos hermanos.
Los uruguayos podemos renunciar a muchas banderas, pero como comunidad que nació a la vida con el aporte de columnas de inmigrantes no podríamos renunciar jamás a la tolerancia, la equidad y la sana convivencia.
El Poder Judicial encarna todos esos objetivos y pretende permanentemente ser la flama encendida, la antorcha que custodia todo el patrimonio de bienes materiales e inmateriales de esta “Nación de pájaros libres”.
Como operadores de la gestión de trámites judiciales no podemos permitirnos jamás ser condescendientes con la adulación, la lisonja, la intimidación o la amenaza. Somos obreros de lo debido, somos artesanos de la objetividad de conciencia, somos observadores de lo correcto, somos guardianes de la verdad y justicia; las que jamás serán doblegadas por el dinero y el poder; siempre que exista al menos un funcionario responsable en estas latitudes.
Nuestro prócer Artigas manifestaba en una breve entrevista que le hiciera Jean D’Emercy: “La Justicia es propia de almas grandes y tengo gran confianza en nuestra Justicia...”
Todos los funcionarios judiciales nos brindamos a diario con la plenitud de conciencia de que cada día sabremos cumplir porque sabemos cumplir y nos tiene sin cuidado si tenemos u obtenemos o no el reconocimiento circunstancial e incidental de grupo económico o de statu quo alguno de turno; porque la permanencia y dimensión de la Justicia no cabe en una página escrita ni admite sugerencias de pasillos. La Justicia suele no ser muy presta, pero llega siempre a destino, por lo que no tenemos prisas para los reconocimientos efímeros. Nuestro objetivo y propósitos están más allá de cualquier listado preferencial de ocasión. El público que asiste afligido a las barandas judiciales sean o no encumbrados profesionales o tan solo encausados con causas abiertas nos brindan su voto de aprobación cuando se retiran con una sonrisa de alivio y agradecen con sinceridad el trato recibido; por tanto no necesitamos más aportes al legajo personal que este. Nuestro mejor galardón es una conciencia bien clara que nos dice cada día si estamos o no en la senda correcta.
Al decir del ilustre pensador y escritor Vaz Ferreira: “La Justicia emana bondad a través de su objetividad sin límites” y en esto a los funcionarios nos caben todas las prendas.
Un funcionario judicial


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