Paysandú, Martes 05 de Julio de 2016
Opinion | 01 Jul Hoy hace 106 años que nacía nuestra empresa periodística, en un Paysandú de principios de siglo que en la perspectiva actual, de un mundo cambiante, de avances tecnológicos acelerados y a la vez cambios profundos en la sociedad, aparece como lejano y perdido en el tiempo, tal vez, pero con desafíos que incluso hoy resultan vigentes.
Más de un siglo ha transcurrido desde aquel 1º de julio de 1910, que fue el comienzo de una aventura en una época donde el Uruguay estaba comenzando a restañar heridas de una guerra civil que nos marcó a fuego y cuyo reto más importante era sin dudas transformar al país esencialmente ganadero en una comunidad de trabajo en armonía y con objetivos comunes; sobre todo en el caso del Interior, eternamente explotado desde el centralismo montevideano, lucha esta que ha sido nuestra bandera durante décadas y que seguimos reivindicando hoy. Será seguramente un legado que recogerán quienes nos sucedan, ante la porfiada realidad.
En ese escenario nacía EL TELEGRAFO, con su pluma al servicio de Paysandú, el país y la región, cuando sus fundadores, Miguel A. Baccaro y Angel Carotini, acordaron un emprendimiento que tenía como leit motiv hacer de estas páginas un instrumento de lucha por sus ideas y defensa de la comunidad, pero sobre todo haciendo de caja de resonancia de las inquietudes lugareñas que incluso siguen vigentes, pese al tiempo transcurrido. En una sociedad además en la que se cultivan también otros valores, con profundos cambios, que no siempre han sido para bien, pero que de una u otra forma tienen su cuota parte de responsabilidad.
Pero si hay algo indiscutible en esta mirada retrospectiva, es que aquellos pioneros en su cruzada del lanzamiento al ruedo de la empresa periodística, en la perspectiva histórica han pasado a ser tanto pioneros como visionarios. Y también quienes junto a ellos llevaron adelante esta lucha y con su decisión, coraje y aptitudes supieron ganar su lugar en la historia, con justos galardones obtenidos en la lucha por un Paysandú mejor, por su gente, por el desarrollo de emprendimientos, de fuentes de empleo para los sanduceros.
Aún con ese legítimo orgullo por estar ligados y en gran medida ser parte de la sucesión de conquistas que dieron lugar al Espíritu de Paysandú, en su derrotero EL TELEGRAFO siempre ha asumido que somos parte de un país y de una región y que nada podíamos esperar si cada uno actuaba defendiendo exclusivamente su chacra propia, como ha quedado demostrado con el paso de las décadas. Ello explica que hayamos sido parte de instancias que se proyectaron por encima de las inquietudes específicamente lugareñas para hacerlas parte de la sinergia de una región pujante, con una ubicación estratégica que hoy se ha revalorizado pero que ya en aquellos años ofrecía grandes perspectivas luego confirmadas con el devenir de las décadas.
Nuestros lectores sabrán perdonar que pecando de inmodestos, pero remitiéndonos a lo que se refleja en la historia, señalemos que hemos sido parte indisoluble de la historia de Paysandú, de aquel Paysandú joven que asomó desde su puerto y que fue creciendo y que luego resurgió de sus cenizas, como el ave Fénix, tras el aciago episodio del sitio y bombardeo que dejó la ciudad en escombros, y que no solo tuvo un saldo tremendo en vidas y materiales, sino que dejó heridas en la sociedad, que hubo que ir cerrando con grandeza y asumiendo que solamente juntos, superando diferencias, se podría transitar hacia un futuro mejor.
Al mundo no le fue mucho mejor, sin dudas, porque pocos años después vivimos la tragedia de la Primera Guerra Mundial y veinte años después una nueva conflagración que nos afectó profundamente de forma indirecta, y que a la vez contribuyó a que se generaran oportunidades de trabajo para abastecer con nuestra economía de base agropecuaria un mundo necesitado de alimentos.
Igualmente los sanduceros supimos afrontar días turbulentos sin que ello obstara para sentar las bases de nuestro desarrollo, a partir de superar diferencias sin conculcar libertades y desde EL TELEGRAFO hemos contribuido con la pluma y la defensa de la libertad de expresión a construir la tolerancia y la paz.
Nuestro solar, paralelamente, tuvo el crecimiento aluvional proveniente de corrientes migratorias europeas que se integraron al trabajo hombro con hombro con los sanduceros de origen, para ser parte de las sucesivas generaciones que forjaron ese Espíritu de Paysandú que mencionábamos como parte intrínseca al ser sanducero.
Pero aunque nos comprendan las generales de la ley, podemos decir que pese a estar profundamente enraizados en un pasado que nos llena de orgullo, en EL TELEGRAFO consideramos que con base en ese pasado y este presente de dificultades, lo mejor está por venir, si es que los sanduceros, como hemos hecho siempre, felizmente, nos situamos a la altura de las circunstancias y vemos en los problemas --que existen--, un camino signado por oportunidades que debemos identificar y acometer con entusiasmo.
No hay desafíos imposibles, solo diferentes, de acuerdo con los tiempos que nos toque vivir, y pese a que con un dejo de nostalgia e idealización, solemos asumir que todo tiempo pasado fue mejor, la realidad es que así también pensaban quienes nos precedieron y así sucesivamente generación tras generación.
Está en nosotros y solo en nosotros, en nuestra laboriosidad, imaginación, esfuerzo, afán de superación, forjarnos ese futuro mejor que a veces vemos como lejano y utópico, pero que se hará realidad si nos sentimos capaces de hacerlo. Y por cierto que somos, como lo demuestra la historia.
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