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Paysandú, Sábado 09 de Julio de 2016

Buena noticia y mucho por hacer

Opinion | 05 Jul Según cifras dadas a conocer en las últimas horas por el ministro de Salud Pública, Dr. Jorge Basso, el porcentaje de jóvenes uruguayos fumadores mayores de 15 años se redujo prácticamente a un tercio desde 2006, por lo que evaluó que “hoy se disfruta el resultado de las políticas aplicadas en los últimos 11 años, ya que 443.000 personas mayores de 15 años dejaron de fumar entre 2006 y 2014 en Uruguay, pasando de 22,8% de jóvenes fumadores a 8,4%”.
El secretario de Estado consideró que esta reducción del número de fumadores impactará en los niveles de enfermedades no transmisibles vinculadas al consumo de tabaco, como el cáncer de pulmón, lo que es muy cierto, de acuerdo a la unanimidad de los estudios que se han realizado en la materia en todo el mundo.
En la oportunidad el ministro se refirió asimismo a otro azote social, sobre todo en los jóvenes, y que también preocupa seriamente, porque tiene que ver además con los valores que se cultivan en la sociedad, que reflejan profundos cambios, como es el caso del consumo de alcohol y drogas.
Basso aludió al consumo problemático de alcohol, cuyo combate es una de las principales líneas de trabajo que el presidente Tabaré Vázquez marcó para su actual mandato, e indicó que 3 de cada 10 adolescentes consumió este producto antes de iniciar el ciclo de educación secundaria, es decir de edades entre 12 a 18 años.
El jerarca sostuvo que esta incidencia entre las personas más jóvenes puede generar dificultades temporales en el aprendizaje, problemas de memoria y para planificar tareas, a la vez que consideró que el alcohol es la droga con menor percepción de riesgo, ya que 1 de cada 4 consumidores frecuentes considera que es nulo o casi nulo, al tiempo que la mayoría evalúa que puede evitar llegar a la dependencia de esta ingesta.
Es decir que al igual que la actitud inicial ante el cigarrillo (“lo puedo dejar cuando quiera”) no se percibe que esta es la esencia de toda droga, el ir generando inadvertidamente dependencia hasta el punto que se hace casi imposible abandonar, aún a conciencia del daño que se autoinfiere el consumidor.
Y en este sentido, si bien no corresponde dudar de los porcentajes de caída en el consumo de cigarrillo, del 22,4 al 8 por ciento entre los jóvenes, esa no es la sensación que el ciudadano común percibe en la calle, a ojo de buen cubero, porque en determinados encuentros sociales, en el entorno de lugares de reunión, como locales bailables, e incluso centros docentes, se ven grandes grupos de jóvenes, muchos de ellos consumiendo alcohol y fumando, como un comportamiento social absolutamente natural.
Ello indica que hay todavía una dura batalla por librar en aras de la salud de nuestros jóvenes, y que la guerra nunca estará ganada en forma definitiva, porque además en el caso de las drogas hay redes que se nutren de incentivar el consumo, y en el caso del cigarrillo y el alcohol se ejerce presión social sobre los no consumidores para que por lo menos lo “prueben”.
Precisamente el ministro indicó que la intoxicación aguda de fin de semana es la forma más frecuente de consumo problemático del alcohol entre adolescentes y jóvenes y recordó la puesta en marcha del programa “Free Pass” (pase libre) en Montevideo, que persigue evitar el consumo previo al ingreso a bares o discotecas favoreciendo la entrada gratuita a estos lugares a aquellos que no hayan ingerido alcohol de manera previa.
Aún teniendo en cuenta que hoy persisten índices preocupantes, corresponde traer a colación desde donde partió la campaña contra el tabaquismo, fundamentalmente durante la primera presidencia del Dr. Tabaré Vázquez, quien con encomiable decisión llevó adelante una cruzada inédita, y aprobó el mundialmente célebre decreto de prohibición de fumar en lugares cerrados –que luego se convirtió en ley--, desafiando la costumbre de tolerar a los fumadores despuntar el vicio en cualquier lugar y momento.
En el marco de la evaluación que han ido desarrollando las autoridades en esta problemática, el año anterior ante la Asamblea General de las Naciones Unidas el presidente Tabaré Vázquez argumentó contra las tabacaleras y centró sus cuestionamientos fundamentalmente en la multinacional Philip Morris, que lleva adelante un juicio contra nuestro país por la medidas restrictivas a la publicidad y comercialización del tabaco.
En esa oportunidad el director del Centro de Cooperación Internacional Contra el Tabaco (CCICT), Winston Abascal, destacó el descenso de consumo de tabaco en nuestro país y lo adjudicó a las políticas públicas que se desarrollan en la materia desde 2005.
En el mismo día en que el presidente Tabaré Vázquez criticó con dureza a la tabacalera en Nueva York, la proyección del “Atlas del tabaco”, una publicación de la Sociedad Americana del Cáncer entre otras cosas, proyecta para la década 2010-2020 un aumento de los fumadores en el mundo, por lo que en este caso Uruguay se ha convertido en una mosca blanca a nivel global.
Debe tenerse presente además que se estima que el cáncer cuesta anualmente en Latinoamérica unos 4.500 millones de dólares por conceptos de costos directos, consultas, internación, cuidados, pérdida de jornadas laborales y productividad, además del costo en vidas, por lo que la pregunta que surge es cuánto de este dinero podría ser evitado en aplicarlo en el tratamiento de estas enfermedades y destinarlos a políticas sociales para nuestros habitantes, sobre lo que las normas restrictivas como la aprobada en Uruguay es un instrumento decisivo y de gran significación.
En cuanto al consumo del tabaco en lugares públicos estamos ante un conflicto de derechos, teniendo en cuenta el del fumador a consumir, más allá del perjuicio que se autoinflige, y el derecho de quienes lo rodean a respirar aire puro y libre de elementos contaminantes directos que provoca quien fuma a pocos pasos.
En este conflicto, por sentido común debe restringirse al agresor, que es el fumador, por más que se lo vincule al consumo con un hábito socialmente aceptado, aunque cada vez menos, felizmente.
El éxito de la norma antitabaco en Uruguay ha sido un logro del que legítimamente puede sentirse orgulloso el presidente Tabaré Vázquez, porque significa posibilidades de mejor salud para miles de sus compatriotas que estaban sometidos a las consecuencias del impacto del humo y las molestias por consumo de tabaco en lugares cerrados.
Y los ciudadanos también debemos sentirnos orgullosos, porque pese a la idiosincrasia de nuestro país, se ha logrado un gran consenso y vigilancia social respecto al cumplimiento de la ley --siempre hay excepciones y rebeldías--, lo que no quita que sea preciso perseverar y seguir concientizando tanto a la población en general como a niños y adolescentes sobre esta preocupante problemática.


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