Paysandú, Martes 12 de Julio de 2016
Opinion | 12 Jul --“¿Y esto que es abuelo?
--¿Qué cosa?
--Esto que tiene un teclado parecido al de mi compu, pero duro y salido.
--Ah, es una máquina de escribir. Es lo que usábamos antes para hacer los artículos que se publicaban en el diario”.
Y así el veterano cronista se enzarzó en una dificultosa explicación sobre cómo se escribía en esa máquina y cómo continuaba el proceso del escrito para ser publicado en un periódico.
Si bien esta situación se relaciona directamente con nuestra actividad periodística, es sin lugar a dudas un hecho que se repite a diario en todos los niveles familiares o laborales.
Evidentemente “el mundo ha cambiado”. Y ha cambiado a una velocidad pasmosa si tenemos en cuenta que se necesitaron miles de años para que la rueda se impulse por sí misma y que desde el carro tirado por caballos se llegue al automóvil y menos de dos siglos para que las señales de humo, los espejos o los mensajeros a pie o a caballo sean reemplazados por distintos sistemas que llevan imágenes directas de un punto de la Tierra al otro más distante en segundos o, quizás, nanosegundos.
Es así pues que nos damos cuenta que hay una “brecha” en el conocimiento actual pues nuestros niños o jóvenes, no “están al tanto” de la tecnología que se utilizaba en “tiempos recientes”.
Mucho de esto fue motivado por el progresismo, movimiento que se inició en Estados Unidos a comienzos del Siglo XX cuando aparecían las primeras tostadoras de pan, los primeros refrigeradores, aspiradoras, luego radios, más tarde televisores y todo el mundo aspiraba a poseer todos esos bienes materiales.
Así, nuestros museos, los sanduceros, hoy transformados en salas de exhibición temáticas, prácticamente no abarcaban los recuerdos y las piezas de esa centuria razón por la cual hoy deberíamos, con urgencia, recatar y mostrar todo aquello que para muchos de nosotros son “cosas viejas” y para los más jóvenes son simplemente extraños objetos que en algunos casos llaman la atención por su forma o tamaño.
Estamos hablando desde las máquinas de escribir, los aparatos de telegrafía, las calculadoras a manija, los celulares “ladrillo”, hasta las gigantescas “cubas” de cobre de la cervecería, los enormes tambores de las curtiembres o los afamados equipos plastificadores de la “Cármica”.
Por otra parte, también la prensa sanducera debería contar su valiosa y, muchas veces, heroica historia.
No podemos olvidar las radioemisoras sanduceras que comenzaron con equipos construidos por sus iniciadores emitiendo muchas veces para radios a galena, pasaron por las “gigantescas” lámparas 833 y luego T1000, con equipos móviles emitiendo al éter en onda corta alimentados por generadores a nafta. Que difundieron noticia con micrófonos a carbón y música a partir de discos de pasta y púas de acero, pasando por el vinilo, cassetes, CD, para llegar a los archivos digitales.
También debemos recordar la televisión local que comenzó a emitir en la Exposición de 1964 y luego utilizó una cámara tipo cajón apoyada sobre una mesa y evolucionó hasta las microcámaras y las señales satelitales pasando por la histórica transmisión en directo, mediante un sistema de antenas, del Mundial de Fútbol de 1974.
Y, por cierto, pese a que nos comprenden las “generales de la ley”, los medios gráficos comenzando con aquella “imprenta de campaña” que lanzó la primera publicación fechada en Paysandú en 1838, pasó por la tipografía a mano, las enormes combinaciones de horno de fundición y máquina de escribir, las planas, roto planas y rotativas y todo lo que significa plasmar en papel noticias, ideas, pensamientos muchas veces enfrentando la soberbia y la prepotencia de quienes se apropiaron del estado por la fuerza.
Sin ninguna duda todo lo que tratamos de sintetizar en estas líneas merece ser conocido y recordado a través de los elementos que se utilizaron. Es decir que todo esto debería ser expuesto en un museo.
Ahora bien, como se puede apreciar claramente, desde mediados de la anterior administración municipal, profundizándose en la actual, hay una tendencia a transformar a los museos --denominados despectivamente museos botica--, en salas de exposición. Pero coodecimos, hay muchos objetos que hasta hace apenas unos años eran de uso frecuente que están desapareciendo y, a menos que cada uno haga de su hogar un museo propio, no hay dónde mostrarle a las nuevas generaciones cómo era el mundo del Siglo XX, en el cual vivieron sus abuelos o hasta sus padres o hermanos mayores. Y lo que antes era tan común como un teléfono de disco hecho de baquelita, o escuchando a Enrique Iglesias, Abba o Los Iracundos en un pasacasete monoaural, hoy sorprende a una generación que nació con una tablet en sus manos.
En consecuencia, y como afortunadamente muchos sanduceros han atesorado trozos de esa magnífica historia, sería realmente valioso para Paysandú que el Gobierno Departamental destinara un local adecuado para tal fin e integrara un grupo de trabajo, sin relación de dependencia, con coleccionista e historiadores para crear y poner en funcionamiento ese museo tecnológico, hasta el día de hoy.
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