Paysandú, Viernes 15 de Julio de 2016
Opinion | 08 Jul El Cono Sur se ha convertido en un barrio complicado y todo indica que seguirá así por un tiempo todavía imposible de estimar; sobre todo para Uruguay, que agrega los problemas propios a las dificultades de Brasil y Argentina, pese a que en este último caso se han adoptado medidas que nos favorecen.
Una evaluación de este escenario la reseñó el presidente del Banco Central del Uruguay, el exministro de Economía y Finanza, Mario Bergara, en una reciente conferencia en la Cámara de Comercio Española. Al referirse a Argentina, consideró que “la nueva administración revirtió toda una serie de medidas que se habían tomado en los tres o cuatro años previos y que nos habían perjudicado”.
El presidente del BCU destacó la eliminación de las restricciones a las importaciones, del cepo cambiario y de la medida aprobada en 2013 --durante la presidencia de Cristina Fernández-- que impedía que “las mercaderías originadas en puertos argentinos” destinadas a Brasil “y viceversa” hicieran trasbordo en terceros Estados, algo que afectaba a los puertos uruguayos.
“Creo que nadie pensaba que en un plazo tan cortito de la nueva administración se iban a revertir tan rápido todas estas cosas”, añadió.
Con referencia al impacto de esas decisiones, Bergara estimó que la temporada turística uruguaya de 2016 será un “récord”, afirmó que el puerto de Montevideo y otros “están empezando a aumentar su volumen de actividad” y que hay indicios de que las exportaciones uruguayas a Argentina “están comenzando a recomponerse”.
Pese a ello, consideró que “no hay que perder de vista” la situación macroeconómica del país vecino debido a su “déficit fiscal enorme”, sus niveles de inflación y su estancamiento económico.
En cuanto a Brasil, evaluó que “casi todas son malas noticias porque lamentablemente el proceso político no hizo más que profundizar y retroalimentar las dificultades en el terreno productivo y financiero”, opinó.
Destacó que el grado de incertidumbre que se cierne sobre el gigante sudamericano y la “falta de resolución política” no hacen más que alimentar su “debilidad institucional” debido a que la administración actual --presidida por Michel Temer mientras se desarrolla el proceso de destitución a Dilma Rousseff-- “tampoco está en condiciones de gobernar demasiado”.
“Brasil, que era la ‘B’ de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica; conjunto de países emergentes más importantes del mundo) no crece decentemente desde 2011. Hace cuatro o cinco años que Brasil no crece más que un 2%. El año pasado cayó casi un 4% y este año va a caer 3,5%”, dijo Bergara.
“Caer entre 7 y 8 puntos (del Producto Bruto Interno, PBI) es una situación crítica”, agregó.
Pero otro factor que genera inquietud refiere a la desaceleración de la economía de China, aunque consideró que no debe generar “un exceso de preocupación”, sobre todo en países como Uruguay, es decir, en aquellos que exportan alimentos.
Aseguró que China está reorientando su crecimiento hacia el consumo doméstico y señaló que la demanda de alimentos “no está cayendo” en el gigante asiático, donde sí hubo una disminución de la demanda de metales y minerales debido a un descenso de la inversión.
Además, aseguró que el “riesgo país” de Uruguay en comparación con otros Estados emergentes es “moderado” y descartó que se pueda perder el grado inversor, aunque reconoció que las exigencias en cuanto a plazos y costos han aumentado.
Hasta aquí parte del panorama externo para un país que trata de cuidar el grado inversor de las consultoras internacionales, porque a determinadas observaciones se agrega la advertencia canalizada a través de Moody’s en el sentido de que la deuda externa uruguaya está llegando peligrosamente cerca del 50 por ciento del PBI.
No es consuelo que nuestros vecinos estén aún peor que nosotros en la coyuntura, sino que por el contrario, tenemos una interdependencia muy marcada tanto con Argentina como con Brasil, y en el caso de la situación de los vecinos norteños, los problemas se dan por partida doble y en dominó, porque la posibilidad de la recuperación argentina depende de Brasil.
Es que más allá del estado en que quedó su economía tras doce años de gestión de los gobiernos K, el factor Brasil es un elemento agravante y de contagio en la región, involucra tanto a Uruguay como a Argentina, pero también a Bolivia, Paraguay y Chile, entre otros.
Así, en el caso de Argentina el gobierno de Mauricio Macri ha reconocido que la recesión brasileña afecta seriamente las compras y complementación industrial en el área automotriz, que es una apuesta del nuevo gobierno para la reversión del ciclo económico adverso. Además no ha podido reciclar recursos a través de la obra pública porque siguen auditorías y la reticencia a pagar por obras que eventualmente no se han hecho, contratadas con el gobierno anterior, sin descartar posibles sobreprecios. Sencillamente ante la enorme corrupción en la gestión del gobierno anterior, los funcionarios procuran no firmar ni reconocer documentación para no quedar envueltos eventualmente en procesos judiciales por el arrastre del origen espurio de los contratos y pagos a cuenta.
Ante los hechos en la región, apenas se registró un cambio en el escenario económico mundial, queda de relieve que lo ocurrido en los últimos diez o doce años, más que una década ganada, como subrayaban los regímenes “progresistas” que gobernaron en este período, ha sido una década perdida.
Sobre todo, porque las supuestas mejoras en la calidad de vida de la población se han sustentado sobre espuma, desde que no se han encarado políticas para generar sustentabilidad, y en cambio se gastó mucho más que los recursos extra que ingresaron por las exportaciones de commodities a precios nunca antes visto por su nivel y extensión .
Con la región en problemas, si bien es imperativo ordenar las cuentas y procesos internos para empezar por algún lado, no es menos cierto que cuando todos los vecinos están tratando de sacar la cabeza fuera del agua, las alternativas deben buscarse más lejos, como siempre hemos señalado. Y para Uruguay es válido y más aún, imperioso, tanto en la negociación individual como en bloque, para tener alternativas que sirvan mientras tanto, a la espera de que cambie la pisada.
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