Paysandú, Viernes 15 de Julio de 2016
Rurales | 10 Jul Uruguay ha desarrollado en el mundo una imagen asociada a la producción “natural”. Esto se relaciona a su producción predominantemente pastoril. Sin embargo, “está claro que el proceso de creciente intensificación de los sistemas demanda un mayor cuidado de sus efectos sobre los recursos naturales para evitar la contaminación y/o degradación de los recursos”, señaló a EL TELEGRAFO Santiago Fariña.
El técnico del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), sostiene que “existen diferentes vías de potencial impacto ambiental que se manifiestan sobre aire, agua, suelo o biodiversidad”. En Uruguay la contaminación de aguas por escurrimiento “representa uno de los principales riesgos debido a las pendientes y textura de sus suelos predominantes”. Aún resta entender con mayor profundidad “cuáles son las prácticas a implementar para minimizar el impacto de los sistemas lecheros en este sentido”, dijo.
La sustentabilidad del suelo a futuro en los sistemas intensificados es un aspecto de interés. “En particular debido a que, además de su tipo de suelos, existen muy pocas regiones lecheras del mundo con sistemas de producción pastoril sobre secuencias forrajeras similares a las de Uruguay en cuanto a la proporción de cultivos anuales”.
Por lo tanto, Fariña entiende que los procesos de “flujos de nutrientes, pérdida de suelo, secuestro de carbono y compactación ameritan un estudio particular en las condiciones locales para desarrollar herramientas de manejo que permiten una intensificación sostenible”.
En su trabajo presentado durante las pasadas Jornadas Uruguayas de Buiatría, el profesional se refirió a los desafíos futuros para los sistemas de producción de leche de Uruguay, al indicar que nuestra nación “se destaca de entre los países de Latinoamérica en cuanto al lugar socio-cultural que ocupa la lechería dentro del sector agropecuario. Esto responde a la historia de la actividad en el sector rural, y a su rol dinamizador de las economías y comunidades del Interior”.
Si bien se trata de un aspecto cualitativo difícil de ponderar, la “cultura lechera” de Uruguay tiene implicancias relevantes sobre el desarrollo del sector. “Por un lado, significa que existen conocimientos prácticos de manejo de los sistemas productivos que se transmiten de generación en generación y de manera horizontal entre productores dentro de las diferentes cuencas. Por otro lado, favorece la afluencia de personas interesadas en desarrollar una carrera en el sector, lo cual se puede ver reflejado tanto a nivel de tareas operativas como a nivel profesional en tareas de gestión de la empresa, asesoramiento o prestación de servicios”.
Un componente importante de las capacidades, conocimiento, o “saber hacer” del sector lechero uruguayo es la escala de sus sistemas productivos. Precisó que “Uruguay es junto con Chile, Paraguay Argentina, uno de los únicos países de Latinoamérica con más de 100 vacas promedio por tambo. Incluso los países lecheros de la mayor parte de África, Asia y Europa tienen sistemas en promedio por debajo de esa escala”.
“Esta mayor escala significa que la mayor parte de los tambos de Uruguay funcionan como una empresa que genera ingresos económicos y, en muchos casos, se administra como tal. Esto marca una diferencia trascendental en potencial de crecimiento respecto de los sistemas de baja escala, típicos en muchos otros países de Latinoamérica donde el objetivo es el mercado informal o consumo familiar y el acceso a tecnología es mucho más bajo”.
DESAFÍOS FUTUROS
Los sistemas de producción de leche de Uruguay tienen cualidades que los hacen competitivos a nivel mundial para producir leche de manera rentable. Sin embargo, el futuro presenta algunos desafíos que es necesario tener en cuenta para alcanzar un desarrollo que sea sustentable en lo económico, en lo social y en lo ambiental.
Si los sistemas de producción forman parte de empresas que deben generar resultados económicos positivos de manera sostenida, es necesario entender cuál podría ser el contexto de las mismas a futuro y con qué potencialidades se tiene para lograr un desarrollo sustentable en ese aspecto.
Agregó que la lechería de Uruguay “deberá desarrollarse en el futuro dentro de un contexto global de volatilidad creciente. Esta volatilidad está dada principalmente por aspectos climáticos y de precios de insumos y productos”.
En cuanto a la volatilidad climática, podría esperarse un cambio en función al nivel de calentamiento global que pueda causar un aumento en la frecuencia e intensidad de fenómenos extremos (inundaciones y sequías). De cualquier modo, habría también, por las mismas razones, algunos factores favorables al crecimiento de cultivos y forrajes debido a las mayores temperaturas promedio.
La tendencia hacia la mayor volatilidad en el precio de la leche a futuro está evidenciado hoy por el creciente desmantelamiento de los mecanismos de protección de precios de las principales regiones exportadoras de leche (recientemente, la Unión Europea y, en menor medida, Estados Unidos) y la presencia de nuevos países en vías de desarrollo por el lado de la demanda. Este contexto ha hecho que, por ejemplo, las variaciones interanuales en el precio de la leche en polvo entera entre 1995 y 2005 hayan sido en un rango de 200 a 600 dólares por tonelada mientras que entre 2005 y 2015 las fluctuaciones entre años consecutivos pasaron a ser de hasta 3.000 dólares por tonelada.
PROCESO DE INTENSIFICACIÓN
Para Fariña los sistemas productivos en Uruguay “han sufrido un proceso de intensificación en la última década. Esta intensificación se dio a través de procesos simultáneos. Por un lado, se dio una concentración de los sistemas, ya que la producción nacional aumentó a una tasa del 5,3% entre 2002 y 2014, mientras que la tasa de reducción en el número de explotaciones estuvo alrededor del 3% anual, derivando en menos sistemas de producción de mayor escala”.
Por otro lado, la alimentación de los rodeos sufrió cambios en la última década, principalmente, a partir de un incremento de la suplementación con concentrados. “Según Fucrea el uso de suplementos por vaca masa se duplicó entre 2000 y 2012. Este cambio fue acompañado de mejores prácticas de alimentación, que incluyó en muchos casos el balanceo nutricional de dietas, uso de dietas mezcladas e instalaciones de suministro, entre otros. Esto explicaría gran parte de las mejoras en la producción individual (según DIEA la producción por vaca total aumentó un 36% de 2006 a 2013)”.
Sostuvo que el forraje de pastoreo directo “es típicamente el componente de la dieta de menor costo por kilo de materia seca. En este sentido, altos niveles de producción y aprovechamiento por hectárea permiten aumentar la carga y producción de leche por hectárea manteniendo al pasto como componente principal (no menos del 33%) sin que haya una dependencia exclusiva del uso de suplementos externos para lograrlo”.
En síntesis, explicó que “es necesario un costo de producción que permita márgenes positivos ante diferentes escenarios de precio y mayores niveles de eficiencia en el uso de la tierra para ser competitivos con otras actividades. Para lograr esto será necesario un cambio de foco en la gestión de los tambos y explorar nuevas prácticas de manejo y un diseño del sistema productivo que les permitan lograr altas producciones por hectárea de leche proveniente de forraje producido en el campo y, en particular, en base a pasturas de pastoreo directo”.
Entiende que “si bien el trabajo en el tambo es naturalmente complejo por la multiplicidad de procesos y disciplinas que involucra (cultivos, alimentación, reproducción, salud, higiene, etc.) la concentración de los sistemas, que ha conllevado un aumento en su escala promedio, ha aumentado la presión de trabajo sobre las personas”.
En términos cuantitativos, un aspecto de mayor presión de trabajo es la mayor longitud de los ordeñes en los tambos más grandes (3,9 horas en los tambos del quintil superior por escala versus 1,8 horas en los tambos del quintil inferior), según el relevamiento de Inale. En términos de infraestructura se aprecia que los tambos de mayor escala no han logrado dimensionarla de manera proporcional al crecimiento de los rodeos. De acuerdo con el mismo relevamiento, los tambos del quintil superior tenían una relación de 26 vacas por unidad de ordeñe, mientras que los del quintil inferior tenían siete vacas por unidad de ordeñe.
Más allá del dimensionamiento de la infraestructura de ordeñe, existen otros aspectos que pueden afectar la calidad del trabajo y bienestar de las personas como lo son los horarios, la calidad y servicios de las viviendas y el barro en callejones, accesos y comederos. Según un relevamiento realizado a 1.180 empleados de tambo en Argentina, el barro era el primer aspecto mencionado como causa de disgusto en el trabajo de tambo.
Es posible que los sistemas sigan creciendo en escala y productividad en el futuro. Existe una clara oportunidad para ajustar el diseño de sistema, organización de tareas y tecnologías de información y automatización para que la intensificación de la producción sea hacia sistemas de producción que puedan ser atractivos para las personas.
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