Paysandú, Miércoles 20 de Julio de 2016

Sindicalistas evaluaron logros y falencias de los gobiernos progresistas en la región

Locales | 20 Jul Culminó el cónclave y debate de funcionarios de Estado de América Latina sobre la repercusión del advenimiento de los gobiernos progresistas en la región, en el que se evaluó una amplia problemática y experiencias de este período. Se dio a conocer una declaración sobre el enfoque de los sindicalistas sobre el tema que reconoce que hay muchas expectativas populares no satisfechas y conquistas que tienden a revertirse por falta de sustentabilidad.
Participaron del evento reconocidos intelectuales de América Latina, referentes sindicales de Uruguay y de la Confederación Latinoamericana de Trabajadores del Estatales (Clate). Fue organizado por el Instituto de Estudios Sindicales de COFE (Inesur) y la Sepla, y se denominó “La experiencia de los gobiernos progresistas en debate. Vigencia de la contradicción entre capital y trabajo”.
El cónclave tuvo lugar en Montevideo los días 13 y 14 de julio, en tanto las conclusiones se presentaron este viernes en la Facultad de Ciencias Sociales. La Declaración de Montevideo señala que a partir de la década de 1990, fuerzas políticas de izquierda y progresistas ocupan, de manera estable y prolongada, espacios en los poderes e instituciones del Estado, incluido el ejercicio del Poder Ejecutivo en un significativo número de países de América Latina.
El cambio en el mapa político latinoamericano y caribeño creó las condiciones para el inicio de “la solución de problemas de larga data, como la derrota de la política y bloqueo y aislamiento contra la Revolución cubana, incluido el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos”.
Y en el Cono Sur, en Brasil, Argentina y Uruguay, coaliciones políticas que abarcan un amplio espectro de fuerzas progresistas y de izquierda, por lo general en alianza con fuerzas sistémicas o tradicionales, accedieron al gobierno. “Esos gobiernos progresistas optaron por variadas formas de institucionalidad capitalista para enfrentar la crisis: llegaron al gobierno vaciando su discurso político de los objetivos estratégicos de la izquierda, asumieron las reformas del Banco Mundial como si fueran un programa superador del neoliberalismo y pretendieron atenuar los males del capitalismo sin enfrentarlo como sistema. En estos países, los cambios son fuertes en el plano político-electoral, mínimos o nulos en lo ideológico, y en lo económico e institucional profundizan el capitalismo”, sostiene.
“Todos los gobiernos latinoamericanos de izquierda y progresistas generaron expectativas populares que han sido parcialmente satisfechas”, agrega. Indica además que “los límites estructurales y funcionales de la democracia realmente existente y los errores, deficiencias e insuficiencias de las propias fuerzas de izquierda y progresistas son aprovechados por el imperialismo y las oligarquías criollas para recuperar el monopolio de los poderes del Estado que históricamente ejercieron”.
Puntualiza que, en ese contexto, “se hace muy difícil mantener, tanto los ingresos reales de trabajadores y pasivos, como las políticas asistenciales para los sectores más desprotegidos, que reciben ingresos monetarios que modifican los resultados estadísticos pero no sus condiciones esenciales de vida”.
Añade que “estas situaciones, como en el caso uruguayo, provocaron que el gobierno, que tuvo la alternativa de enfrentar al capital obligándolo a pagar mayores impuestos, lo que hubiera preservado el nivel de vida de los trabajadores y pasivos, por el contrario resolvió aplicar el ajuste sobre la clase trabajadora para no afectar el beneficio de los capitalistas”.
Considera que los últimos resultados electorales en Argentina, Venezuela y Bolivia “son un muy duro traspié para las fuerzas progresistas. Al igual que lo es la desestabilización en Brasil, que se ve agravada por el proceso de juicio político contra la presidenta”.
Subraya que “en cualquier caso, la ofensiva del capital y las agresiones imperialistas han sido facilitadas, en mayor o menor medida, por problemas internos, tales como el burocratismo, la corrupción, la lucha por el poder y fundamentalmente por la debilidad ideológica y organizativa. Tampoco se ha logrado la transformación de la base productiva ni revertir la primarización, la extranjerización y la vulnerabilidad de nuestras economías”.


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