Paysandú, Sábado 23 de Julio de 2016
Opinion | 19 Jul Mucha agua ha pasado bajo los puentes desde aquel 1988 en que se aprobó la Ley de Inversión Forestal, proyecto que contó con el apoyo de todos los partidos en el Parlamento, con excepción del Frente Amplio, el que se opuso a esta iniciativa como asimismo se opuso luego a la instalación de la planta de celulosa de Botnia. Felizmente casi treinta años después, en el marco de los cambios de actitud que implica adquirir necesariamente la cultura de gobierno, no solo tiene otra postura sino que ya va por una tercera planta de celulosa por una inversión de unos 5.000 millones de dólares, según anunciara el presidente Dr. Tabaré Vázquez.
Se trata de una inversión que implica un espaldarazo de gran importancia en una coyuntura económica complicada para el país, por cuanto en su construcción conlleva la generación de miles de puestos de trabajo en infraestructura y de apoyo, para luego promover a la vez una dinámica de abastecimiento de materia prima y exportación que también resulta beneficiosa, aún con su problemática de aristas positivas y negativas, de acuerdo a la experiencia que surge de las otras dos plantas ya instaladas.
Pero con todo, el hecho de que fuera aprobada una ley en su momento con beneficios que recién se verían veinte años después, cuando los montes entraran en producción, y que ahora la industria forestal cuente con el apoyo de todos los partidos, incluida la siempre opositora izquierda, indica que en esta área hay una suerte de política de Estado que establece por lo tanto reglas de juego claras para la inversión, lo que precisamente es el motivo central de la confianza de un emprendimiento de estas características por la empresa multinacional finlandesa.
Pero, por supuesto, a los problemas de infraestructura que ya rodean a las dos plantas, deberemos agregarle el adicional que implica una tercera planta, sobre todo en el campo de la logística, que es el nudo gordiano de toda producción que involucre materia prima de gran volumen y bajo valor relativo, como es la madera, donde los medios de transporte de menor costo, como es el caso del ferrocarril y el fluvial, deberían tener una participación decisiva.
En torno a esta problemática, el presidente de la Sociedad de Productores Forestales, Carlos Faroppa, señaló que el mayor desafío que tiene hoy el sector forestal “es mejorar la competitividad” y en ese sentido aseguró que la forestación uruguaya tiene “problemas de competitividad industrial y problemas a nivel logístico y principalmente a nivel terrestre”, donde pesa mucho la falta de trenes para transportar la madera que se produce.
En declaraciones a El País, Faroppa evaluó que Uruguay está teniendo problemas serios en esa materia, sobre lo que explicó que “se modernizó mucho en cuanto a sistemas de cosecha y sistemas de extracción de madera. En eso somos eficientes, pero nos falta eficiencia en el transporte del monte a la planta y de la planta al puerto de Montevideo”. El empresario explicó que las fábricas de celulosa sacan su producción vía fluvial y que ello implica una carga de 2.600.000 toneladas anuales que no pasa por las rutas nacionales.
El sector forestal aún tiene mucho para crecer en el área explotada y el 80% está certificada. Faroppa dice que la principal limitante para crecer, más allá de los problemas de infraestructura para sacar la producción hacia las fábricas y luego hacia la exportación, pasa “por tener más capacidad para exportación o más capacidad industrial y luego los otros usos de la tierra”.
Pero consideró que los grandes costos de las empresas forestales “hoy están en el transporte terrestre y eso trasciende a las empresas. Por más que se hagan convenios y que las empresas hayan trabajado en todo lo que es caminería departamental, a nivel nacional estamos con problemas más importantes. Sufrimos lo que cualquier producción agrícola del país o cualquier producción ganadera; hoy colocar un contenedor de Tacuarembó al puerto de Montevideo sale más caro que enviar uno desde el puerto hasta China”.
A su vez, hay casos de algunas empresas madereras ubicadas en el norte del país que también utilizan el transporte ferroviario, pero otras han ido abandonando este sistema por las dificultades y serias limitaciones en el transporte ferroviario, un serio problema crónico en nuestro país por serios problemas de inversión y gestión en el ente propiedad del Estado, con el agregado de que la gremial de funcionarios se opone tenazmente a toda innovación en cuanto a la propiedad y gestión.
En lo que respecta a la situación actual del sector, en el primer semestre de 2016 el sector forestal se situó en similares términos que el año anterior, con leve tendencia de crecimiento de la producción de celulosa por precios y por volúmenes.
Según datos de la Oficina de Programación y Política Agropecuaria (Opypa), en 2007 el sector exportó 70.000 toneladas de celulosa por U$S 41 millones y en 2015 colocó 2.410.000 toneladas por U$S 1.229 millones. Globalmente, la cadena forestal exportó el año pasado alrededor de U$S 1.600 millones.
En chips y rolos para celulosa, durante el primer semestre, el principal mercado era Portugal y las compras se redujeron significativamente, dijo Faroppa. En rolos de calidad, tanto de pinos como de eucaliptos, también se redujo la exportación y el gran mercado es China.
Pero como hemos señalado en más de una oportunidad, el valor agregado en procesamiento de la madera en nuestro país es el gran debe del sector forestal en el Uruguay, por cuanto seguimos exportando materia prima semielaborada mientras faltan fuentes de trabajo dentro de fronteras.
Contamos sí con la industria --por ahora muy limitada-- para fabricar tableros contrachapados, cuya exportación en el primer semestre del año se mantuvo estable y después de una caída comenzó a mejorar. Para este rubro los compradores son Estados Unidos y México, y mientras en 2015 llamó mucho la atención la caída del valor exportado en este rubro forestal, las ventas a México mejoraron mucho a partir del Tratado de Libre Comercio existente con Uruguay, donde también se recogieron beneficios para madera aserrada, según reconoció el presidente de la Sociedad de Productores Forestales.
En este panorama de luces y sombras, estamos mucho mejor que antes de la Ley de Inversión Forestal, porque hemos pasado de ser un país sin árboles a un territorio de fuerte expansión de producción de la madera, con más de un millón de hectáreas forestadas.
Pero sin dudas ha llegado el momento en que debemos procurar que detrás del bagre venga la sarta, como dice el refrán, y apuntemos a que los inversores vengan ya con un paquete de inversiones colaterales por lo menos en el mediano plazo, para que logremos incorporar las cadenas de valor que tanto necesitamos.
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