Paysandú, Viernes 29 de Julio de 2016
Opinion | 22 Jul Mientras Argentina y Uruguay exploran ponerse de acuerdo en un documento sobre la compra por el vecino país del excedente de gas licuado de la planta regasificadora uruguaya a construirse en Sayago, hay antecedentes poco alentadores en lo que refiere emprendimientos que al cabo de pocos años se han visto frustrados.
Es así que los gobiernos de Uruguay y Argentina negocian detalles del acuerdo. “Se producirán 10 millones de metros cúbicos de gas licuado; Uruguay consume 3 millones, el resto lo venderemos a Argentina”, aseguró el ministro de Relaciones Exteriores, Rodolfo Nin Novoa, al explicar que se trata de un compromiso entre presidentes.
Pero estamos con antecedentes cercanos poco auspiciosos, uno de los cuales lo tenemos precisamente en Paysandú, más concretamente en Casa Blanca, donde en el año 2000 fue construido a un costo de diez millones de dólares el gasoducto subfluvial para la interconexión con el gasoducto entrerriano, que sigue sin habilitarse y no ha transportado en 16 años ni siquiera gas para cargar un encendedor, cuando ya lleva transcurrido además el 30 por ciento de su vida útil prevista.
La inversión estuvo a cargo de UTE, durante la presidencia del doctor Mario Carminatti, y en principio estaba previsto para alimentar una central térmica del organismo, tanto para abastecimiento interno como para exportación de energía eléctrica a Brasil. Pero el caño no está conectado a nada, cuando han transcurrido casi dos décadas y nada indica que esta situación vaya a revertirse, porque además el vecino país no solo está sin gas, sino que tiene déficit y apenas puede cruzar a través del puente General Artigas en épocas en que no hay picos de demanda, tan solo una pequeña parte de lo que estaba previsto en el gasoducto de Casa Blanca.
El emprendimiento de Sayago al que aludíamos, tanto en la actual coyuntura como en el futuro, solo es viable si se pueden colocar los excedentes ante la inversión que requiere el emprendimiento. Dado que es impensable que Argentina pueda superar sus tremendas carencias de infraestructura y extracción tras la desastrosa gestión de los gobiernos K --al punto que está importando gas desde Bolivia y más recientemente desde Chile--, seguramente necesitará hacerlo también desde Uruguay.
En este sentido corresponde traer a colación que Nin Novoa, y su par de Argentina, Susana Malcorra, han mantenido contactos bilaterales donde repasaron la agenda que se negocia desde la reunión en la estancia de Anchorena entre el mandatario uruguayo, Tabaré Vázquez, y el argentino, Mauricio Macri.
Los temas pendientes están “en vía de solución por el clima de entendimiento reinante entre ambos gobiernos”, aseguró Nin Novoa a la prensa luego del encuentro, entre los cuales se destacó la venta de gas licuado desde Uruguay a Argentina.
Nin Novoa confirmó que hay un convenio en el que trabajaron los Ministerios de Energía de ambos países, que está en revisión en las cancillerías. Ese acuerdo “implica lo que se estableció en Anchorena, el 7 de enero, por parte de los presidentes Vázquez y Macri, que Argentina está dispuesta a comprar los excedentes de la planta regasificadora que Uruguay produzca en Puntas de Sayago”, aseveró el jerarca.
“La planta producirá 10 millones de metros cúbicos de gas licuado, Uruguay consume 3 millones, el resto lo venderemos a Argentina”, anunció Nin Novoa.
En el ínterin, Argentina acordó comprar gas a Chile a un precio mucho mayor que el que paga a Bolivia. La disposición la asumió la empresa Enarsa con el fin de afrontar la alta demanda del invierno y porque Bolivia no está en condiciones de cumplir con los volúmenes máximos de exportación.
La decisión de importar gas desde el país trasandino responde a que Bolivia no está cumpliendo con los contratos vigentes que prevén un volumen de suministro de 19 millones de metros cúbicos diarios con destino a Argentina, ya que en los primeros días de mayo apenas estaban llegando a 16 millones de metros cúbicos”, reportó la agencia estatal argentina Telam.
Es así que Argentina importa desde Chile cinco millones de metros cúbicos diarios de gas por un plazo de tres meses para afrontar el pico de demanda invernal en una operación concretada con dos regasificadoras privadas.
El presidente de Enarsa, Hugo Balboa, y el director, José María Zuliani, en una entrevista en La Política Online (LPO) de Argentina indicaron que no quedaba otra salida que traer gas desde Chile porque "Bolivia no está en condiciones técnicas de aumentar sus envíos (sobre un máximo programado de 19,9 millones de metros cúbicos diarios sólo podrá despachar 16)”.
A su vez, también se firmó otro contrato de compra directa para importar 276 millones de metros cúbicos por el gasoducto Gas Andes, que une Chile con Argentina a la altura de la provincia de Mendoza.
En enero, cuando se conoció el contrato de venta de gas, se informó que "la administración macrista cerró una compra de gas a Chile con un precio que resulta un 53% más caro que el GNL que llega por barcos y un 128% más elevado que lo abonado por las importaciones provenientes de Bolivia”.
A diferencia de los despachos de Bolivia que se pagan a mes vencido y las cargas de los barcos que se liquidan horas antes de la entrega del combustible, el volumen total del gas adquirido por Argentina a Chile lo tiene que abonar íntegramente por adelantado, según el contrato que suscribieron ambos países.
Este panorama de la encrucijada argentina, con todo lo que significa como desafío para nuestros vecinos, es también como contrapartida una oportunidad de nuestro país para concretar un acuerdo sobre abastecimiento de gas y sobre todo compartir costos de la planta regasificadora e infraestructura, de forma de estar en condiciones de concretar un emprendimiento que forma parte de una complementación energética imprescindible.
Además, sería un aporte de particular importancia en la diversificación de la matriz energética, aunque no se trate de un recurso renovable, y se abre asimismo la posibilidad de contar con abastecimiento desde Bolivia en barcazas tanque por la hidrovía Paraguay-Paraná, como una alternativa de suministro todavía inexplorada pero de proyección indudable para la región. Es que cuando se habla de desarrollo y de la inversión, imprescindibles para mejorar la calidad de vida, un factor clave es contar con la suficiente energía para mover los emprendimientos de gran consumo, y en este aspecto todavía existe una importante brecha a superar.
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