Paysandú, Sábado 06 de Agosto de 2016
Opinion | 05 Ago Un interesante artículo publicado esta semana en EL TELEGRAFO, de autoría de la contadora Virginia López, del estudio Deleón Abogados, aborda una problemática muy actual: la evolución del teletrabajo, que responde a una modalidad laboral en pleno ascenso en nuestro país y en el mundo.
Corresponde traer a colación algunos de los datos más relevantes que maneja la profesional en este análisis, a las que agregaremos algunas que surgen de experiencias personales y ajenas.
Por cierto, sería impensable el desarrollo de esta área si no se contara con una difusión masiva de las telecomunicaciones, a través de la magia de Internet, que es a esta altura la mayor biblioteca y centro cultural en la historia de la humanidad, entre otros aportes que dan cuenta de la magnitud de la herramienta.
Como bien expresa el artículo, esta nueva forma de trabajo permite que un trabajador pueda total o parcialmente cumplir una serie de tareas desde su hogar sin concurrir de manera permanente al edificio de la empresa para la cual trabaja. Se trata de una modalidad que no implica posibilidades de ser adoptada más que en determinados sectores de actividad, porque refiere a la aplicación del conocimiento dirigido, de creciente demanda en determinadas áreas y que no pueden sustituir, en cambio, el empleo que involucra la destreza manual. No puede perderse de vista que gradualmente también estos trabajos, ante los avances tecnológicos y las exigencias en la competitividad serán sustituidos parcialmente en determinadas industrias por una robotización que acelera la producción en cadena.
En una sociedad en la que el conocimiento y la venta del know how trasciende fronteras, ingresamos en un mundo muy distinto que el que teníamos, por ejemplo, hasta hace una década, que es solo una gota en el mar de los tiempos. Y ello da la pauta de la velocidad de los cambios que se registran en tecnología y su efecto revulsivo en la sociedad.
Por centrar el tema en nuestro país, es de consignar que datos difundidos oportunamente por la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información (CUTI) dan cuenta de que más de 100.000 personas se desempeñan como teletrabajadores, generando ingresos por unos 500 millones de dólares en 2009 y aproximadamente la mitad de esas personas trabajan exclusivamente vendiendo servicios al exterior.
Estamos hablando de datos de hace más de un lustro y no es aventurado inferir que ya este número ha quedado muy corto respecto a nuestros días, porque Internet se ha masificado, se ha ganado en velocidad y confiabilidad en las conexiones y ni qué decir de la multiplicidad de posibilidades que ofrecen los programas y equipos informáticos que se superan a sí mismos día a día.
Entre otros beneficios que implica el teletrabajo para las empresas, sin dudas hay que tener en cuenta que, con menos personal en los locales, se reducen las exigencias en infraestructura y mantenimiento. En el caso de los locales arrendados, se minimiza la superficie y el costo del alquiler, así como la amplitud de los espacios requeridos cuando el inmueble es de propiedad de la empresa. Lo mismo ocurre con el mobiliario, equipos de informática, iluminación y climatización del ambiente, además de reducción de costos por ausentismo y rotación de personal.
En el caso del trabajador, hay una relación virtual que sustituye la relación dentro del propio ámbito laboral tradicional, que tiene sus ventajas y desventajas. Si bien se puede trabajar desde la tranquilidad del hogar, adecuando horarios a compromisos y necesidades personales, no es menos cierto que hay tareas en las que es positivo contar con un ambiente para la consulta directa y coordinación, incluso coloquial.
Aún así, en un balance de pros y contras, el saldo es netamente favorable al teletrabajo y mucho más aún cuando es la única forma de poder vender servicios de conocimiento fuera de fronteras, donde no hay opciones respecto a la posibilidad de compartir espacios en el ámbito laboral dentro de la misma ciudad o país, por ejemplo.
Ahora, el teletrabajo es una tendencia que se impone como consecuencia de las nuevas herramientas adaptadas a las necesidades de un mundo nuevo, donde la valoración y proyección en cuanto a la ocupación de mano de obra trasciende los viejos conceptos que fueron potenciados en su momento por la revolución industrial, como hito insoslayable.
En este contexto, se ha debido ingresar en una transición para aprovechar mejor el conocimiento aplicado, porque en la práctica no pueden saltearse la experiencia y el know how acuñado durante años.
Y en un mundo donde no sobran las oportunidades de trabajo tradicional, pero sí se abre un campo prácticamente ilimitado para el conocimiento aplicado con las nuevas tecnologías como instrumento, no cuesta mucho inferir que saldrá adelante la sociedad que pueda asomar con mente abierta a la realidad, amalgamando el mundo que está quedando atrás.
Se vuelve necesario centrarse en la búsqueda con decisión de un enlace inteligente e imprescindible entre generaciones, con sus diferentes capacidades y visiones, sin falsas oposiciones entre un pasado idealizado y un futuro incierto por nuestros propios temores a los cambios.
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