Paysandú, Viernes 12 de Agosto de 2016
Opinion | 09 Ago Durante años Chile ha sido señalado como un país ejemplo para América Latina en lo que refiere a la seriedad de su política económica, que entre otros aspectos tiene como eje el tener reservas que le permiten llevar adelante políticas anticíclicas, es decir racionalizar el gasto en épocas de bonanza y contar con recursos para atemperar caídas cuando los tiempos de vacas flacas.
Pero además, el eje central de la política exterior y sobre todo comercial ha sido el de diversificar el intercambio comercial, sin ataduras que son pan para hoy y hambre para mañana. Por ejemplo, en lo que tiene que ver con su relacionamiento con el Mercosur, no es un socio integrado como tal, sino asociado, y por lo tanto está en condiciones de elegir lo que más le convenga sin tener que dar explicaciones a nadie.
Ergo, Chile eligió hace años abrirse al mundo y lo hizo a través de numerosos acuerdos comerciales, que explican en parte el crecimiento que ha logrado en las últimas dos décadas. Integra la Alianza del Pacífico y tiene acuerdos de libre comercio con Corea del Sur, Perú, Colombia, México, Estados Unidos y China, así como gran cantidad de convenios de otro tipo con más estados.
En otra tesitura ha estado Uruguay, que es socio fundador del Mercosur y pese a que en alguna medida ha tenido cierta diversificación de mercados, su inserción en el resto del mundo ha quedado muy atada a este bloque, que no solo tiene serios problemas internos, sino que no ha logrado suscribir ningún acuerdo con otras regiones integradas y ello ha relegado a la región desde el punto de vista comercial.
La novedad positiva que ha surgido en un proceso de pocos meses es que los gobiernos de Michelle Bachelet y Tabaré Vázquez se aprestan a firmar un acuerdo de libre comercio, que se suscribirá en Montevideo en octubre.
Ahora, debe tenerse presente que las perspectivas de que tenga una influencia realmente importante una apertura comercial preferencial entre los dos países es muy relativa en cuanto a impacto directo, y de lo que se trata es de las proyecciones de un acuerdo de estas características hacia terceros países o bloques.
El mercado trasandino, pese a su proximidad geográfica, no está entre los primeros diez para las exportaciones uruguayas, y según da cuenta El País, un análisis de Marcos Soto, gerente senior de la consultora PWC, señala que el comercio bilateral en 2015 llegó a U$S 283 millones y la balanza fue favorable levemente a Uruguay en U$S 3 millones.
Uruguay importa del país trasandino preparaciones alimenticias, abonos minerales, tomates preparados, pescado y frutos secos. Y le envía carne, lácteos, arroz, productos farmacéuticos y concentrados de bebidas. Las ventas de Uruguay a Chile llegaron en 2015 a U$S 115 millones y se constituyó en el decimocuarto destino en importancia para los productos locales.
PWC considera que hay 67 subpartidas arancelarias que podrían tener una demanda importante en Chile y entre ellas se destacan sustancias y productos químicos, alimentos, tabacos y bebidas y derivados de la madera.
Ahora, un aspecto significativo es que la inversión chilena ha generado en Uruguay 16.500 empleos directos e indirectos. Chile es el segundo país de origen de la inversión extranjera directa en Uruguay y entre ellas figura la de del grupo Arauco en la fábrica de celulosa Montes del Plata junto con la escandinava Stora Enso. Entre 1990 y 2014 Chile invirtió en Uruguay U$S 3.925 millones.
Pero además, y he aquí el quid del asunto, sostuvo que “el acuerdo puede aportar agilidad en el comercio y destrabar algunas barreras para arancelarias. Adicionalmente, en un mundo que avanza hacia la producción basada en cadenas de valor, podría ser importante utilizar la red de tratados que tiene Chile en el mundo”, opinó.
Los tratados de libre comercio de “última generación” profundizan la relación bilateral ya que incluyen otros elementos como el comercio de servicios, señaló Soto.
En lo que refiere a la economía, un análisis del Instituto Uruguay XXI de marzo de este año destaca que “Chile presenta una economía fuerte, que se caracteriza por su estabilidad, apertura y gran dinamismo”.
“En la última década el PBI se expandió a una tasa promedio anual de 4,2%, proceso que tiene sus cimientos en un modelo económico basado en la disciplina fiscal y los programas sociales de gran impacto. La política de ahorro de reservas que mantiene el país, provee un gran respaldo para hacer frente a los períodos recesivos generados por las crisis internacionales”, agrega el documento.
La confirmación de que Uruguay firmará en octubre un acuerdo de libre comercio con Chile llega en momentos en que el Mercosur está atravesando una de sus peores crisis, como consecuencia de la polémica en torno a la presidencia pro témpore del bloque a manos de Venezuela. El viernes, el canciller paraguayo Eladio Loizaga, dijo que el Mercosur debe volver a sus raíces económicas y terminar con el “amiguismo ideológico”.
La más reciente instancia, más que apuntar a que el Mercosur cumpla con los objetivos que llevaran a su creación, es ver cómo se hace para que el deterioro no se agudice aún más como consecuencia de haber funcionado durante muchos años como un club de amigos con sintonía ideológica, y que ahora, con la pérdida del poder por gobiernos progresistas, ha entrado en una fase de desencuentros.
Y es en este escenario muy controversial que Venezuela entró por la ventana del Mercosur, puesto a la fuerza por los socios ideológicos Cristina Kirchner, Dilma Rousseff y José Mujica forzando las normas para posibilitar el ingreso del país que hoy es un grano molesto --y peligroso-- para el bloque.
Uruguay entregó la presidencia pro témpore del Mercosur el 30 de julio, al cumplirse los seis meses que le correspondían. Como es rotativa por orden alfabético, le correspondería asumir a Venezuela, pero Argentina, Brasil y Paraguay se oponen debido a la inestabilidad política y económica del gobierno de Nicolás Maduro.
Una opción a estudio es que Argentina asuma la presidencia del bloque. Otra es que la presidencia sea ejercida por un consejo de embajadores, propuesta argentina que se analizó el jueves en Montevideo.
Y traemos a colación estos avatares regionales y las motivaciones ideológicas precisamente ante la perspectiva que ofrece el acuerdo con Chile para intentar por lo menos alguna especie de bypass a esta encerrona, porque significa un estribo --esperamos que con resultado muy distinto al que se refería el expresidente José Mujica respecto a Brasil en su momento-- y tener acceso a terceros países con los que la nación trasandina, con una apertura envidiable, ha firmado acuerdos preferenciales que significan la llave de acceso a la liga mayor del intercambio comercial global.
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