Paysandú, Martes 16 de Agosto de 2016
Opinion | 10 Ago Es reveladora la información que se dio a conocer a través de la consultora Deloitte, en el sentido de que en lo que va del año el consumo de energía eléctrica de los uruguayos, aun con picos en ascenso, ha sido alimentado en un 95 por ciento por generación proveniente de energías renovables, con una participación en ascenso de la electricidad de los aerogeneradores, esto es energía eólica, como consecuencia de fuertes inversiones en el sector.
Es así que según dimos cuenta en reciente edición de EL TELEGRAFO, la producción de energía eléctrica alcanzó un récord de 6.240 GW en los primeros seis meses de este año, lo que marca un incremento del 17 por ciento en la medición interanual.
Pese a que el consumo eléctrico interno también evolucionó al alza, continuó generándose un saldo de producción significativo, lo que permitió exportar energía a la Argentina y en menor medida a Brasil, al punto que se ha quintuplicado esta fuente de exportación a los países vecinos.
En este esquema la producción en base a biomasa es del 7 por ciento del total --focalizada en su enorme mayoría en los propios establecimientos donde se generan los desechos forestales, como las plantas de celulosa-- en tanto la de origen eólica es del 21 por ciento en el semestre, con picos de hasta el 27 por ciento.
No son datos irrelevantes ni mucho menos, sobre todo en un país como el Uruguay, donde décadas atrás habíamos atravesado situaciones muy críticas, y debe recordarse en este contexto períodos en la década de 1970 cuando los problemas en las represas y el déficit en respaldo térmico --ni hablar de la producción eólica ni por biomasa, que no existían-- hicieron que hubiera que apelarse incluso a cortes programados por zona y por día, al punto que muchos vecinos organizaban visitas a sus familiares y amigos cuando le tocaba el corte a su barrio, en base a quien iba a contar con electricidad en esas horas, para mitigar la falta del vital energético.
Volviendo a los números actuales, la consultora indica que en el primer semestre de este año el incremento de la generación se dio en el marco de una suba generalizada de la producción a nivel de las distintas fuentes, con excepción de la energía térmica en base a combustibles fósiles, que se redujo 60 por ciento interanual y representó solo el 5 por ciento de generación total.
Igualmente, el aumento se explica esencialmente por una mayor producción de energía hidráulica, que se incrementó algo más del 20 por ciento en el primer semestre debido a la abundancia de lluvias registrada en abril y mayo.
Ergo, el abastecimiento eléctrico sigue dependiendo en su mayor porcentaje en las reservas de los embalses, que requieren la complementación con otras fuentes y más que nada en contar con posibilidades de preservar las reservas aprovechando la generación de fuentes renovables en otros horarios de menor consumo, fundamentalmente.
Pero no puede obviarse que un factor repulsivo aún en condiciones que no sean las ideales, es que la energía eólica representa prácticamente un quinto del total de producción de electricidad, lo que no es poco decir si comparamos el panorama actual, tras fuertes inversiones en parques eólicos, con lo que teníamos hace apenas una década, cuando era recién incipiente esta reconversión de la matriz, y a la vez se ha incorporado ya en valores considerables la energía fotovoltaica y sigue participando la generación por biomasa en niveles significativos, pese a todo.
En cuanto a los fundamentos, corresponde señalar que junto con el agua, el viento es la forma más antigua de producción energética del mundo, amigable con el ambiente y en plena expansión en numerosos países, lo que explica que esta alternativa tenga un futuro promisorio.
La energía eólica en realidad depende de interfaces, porque es resultado de un proceso en el cual interviene la energía mecánica, que utiliza la fuerza del viento para convertirse en energía cinética, que al transportar el aire en movimiento se transforma en energía eólica, la cual permite accionar maquinarias con fines operativos o de generación de energía eléctrica. Se considera, además, una forma indirecta de energía solar, ya que los cambios atmosféricos de temperatura y presión ocasionados por el sol son los que generan los vientos, que varían sustancialmente, dependiendo de la región.
Sin dudas esta forma de energía es uno de los recursos renovables más limpios y sencillos de procesar, y un factor que interviene en la disminución del empleo de combustibles fósiles, y para que funcione de manera realmente productiva o rentable, los aerogeneradores se construyen agrupados en los denominados parques eólicos.
Y en Uruguay un factor preponderante para el desarrollo ha sido la inversión privada al amparo de normas de estímulo desde el Estado, y ello explica que en el período enero-junio de 2016 la generación de los agentes privados ha continuado creciendo a un ritmo auspicioso, aunque a menor ritmo que en los semestres anteriores,
En este sentido la producción privada se incrementó en un 60 por ciento interanual y llegó a representar en promedio un cuarto de la producción total. Pero no todo es color de rosas, sino parte de un todo y de una necesidad de redefinición de estrategias de forma de maximizar ventajas y minimizar desventajas, porque no es una energía almacenable y es además discontinua, aunque con la formidable virtud de que es además limpia y ahorra energía en los embalses y el gasto en respaldo térmico.
Este año asimismo se abrieron incluso nuevos proyectos que han sumado otros 33 MW al parque de generación interconectado, y es de esperar que esta inversión continúe, porque es parte de una política de Estado que se debe el país por encima de coyunturas, desde que como es también el caso de la inversión forestal, los escenarios responden a realidades que trascienden los períodos de gobierno y el interés nacional debe estar por encima de ideologías y consideraciones político-partidarias.
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