Paysandú, Martes 16 de Agosto de 2016
Opinion | 14 Ago Se las puede ver por toda la ciudad. Personas, especialmente jóvenes, caminan generalmente en grupos, con la mirada fija en su teléfono celular. A veces se detienen, mueven frenéticamente los dedos sobre la pantalla, hacen gestos, comentan y siguen. Se congregan especialmente en plaza Constitución, en la zona del Balneario Municipal y frente al Palacio Municipal. Allí están las paradas (Pokestops). Asimismo, en la zona de Comepa, donde hay un poke-gimnasio.
Aquí en Paysandú, como en buena parte del mundo, Pokémon Go, el videojuego de realidad aumentada es un gran suceso, con muchos seguidores. En el raro caso de que esto le suene a chino, digamos que los Pokémon son los protagonistas de aspecto animal de un videojuego creado en 1996 que se ha reinventado recientemente como una aplicación móvil de realidad aumentada llamada Pokémon Go. ¿En qué consiste? Cada jugador es un cazador que debe capturar estos pequeños monstruos por la ciudad. Para ello, debe usar las pókeballs, bolas virtuales que se lanzan contra el animalito y lo encierran para entrenarlo y usarlo como guerrero en posteriores combates con otros usuarios.
El videojuego ha sido desarrollado por Niantic --una compañía emergente surgida dentro de Google y que se independizó de ella el año pasado gracias a la reestructuración empresarial a Alphabet-- en colaboración con Pokémon Company, la compañía responsable de la franquicia y que reparte los derechos de su explotación entre Nintendo, Game Freak y Creatures.
No es uno más, es de los que transforman la industria pero que esencialmente promueven cambios en la sociedad. No necesariamente cambios permanentes --en realidad nada es para siempre-- pero si profundos, removedores. Para empezar, Pokémon Go ha cambiado la concepción de los videojuegos de toda la vida. Una de las novedades es la posibilidad de interactuar con el mundo real, salir a la calle y buscar las 150 criaturas virtuales. Algunas son muy difíciles de encontrar, por lo que es necesario caminar mucho para poder cazar todos los bichos. Así que, cuanto más se juega más se camina. Por eso, los más deseosos de completar la pokédex hacen mucho ejercicio.
Sus defensores resaltan que –además-- refuerza la amistad porque es usual ver a grupos de jugadores por las calles buscando pokemones juntos. Ahora jugar ya no es un ejercicio solitario, como ocurre con las consolas de sobremesa o las portátiles. Pokémon Go da lugar a la interacción entre jugadores. No obstante, es un poco apresurada la afirmación, desde que estas relaciones se parecen más a alianzas estratégicas que a amistad.
Por supuesto, hay quienes advierten de peligros. Un peligro de juegos tan inmersivos como este es que el jugador camine por la calle o conduzca más pendiente de cazar bichejos virtuales con el celular que de lo que ocurre a su alrededor. O no darse cuenta de peligros reales en derredor, que pueden terminar en rapiñas, arrebatos u otras felonías.
Además, hay respetados médicos y profesores universitarios que sostienen que jugar Pokémon Go tiene un efecto similar al consumo de drogas. Por exagerado que parezca dicen que cuando los jugadores salen a la calle a cazar monstruitos, al mismo tiempo su cerebro está siendo engañado al adentrarse en una realidad inexistente (una realidad aumentada), una ilusión en la que el jugador quiere permanecer. La cosa pasa a mayores cuando el usuario se ve recompensado con el progreso y jugar se hace mucho más adictivo, al igual que sucede con las drogas (o con los videojuegos en general, podríamos añadir).
No obstante, ni será el fin de la civilización humana ni será su salvación. Es sí un videojuego que comienza una tendencia. Ya se habla que Harry Potter podría ser una segunda versión del juego, atrapando hadas y magos. Muy probablemente el concepto se despegue del circuito de videojuegos, no por lo original, ni siquiera por lo exitoso, sino porque tiene un enorme potencial comercial.
Además de los propios creadores del videojuego, que están obteniendo enormes ganancias, el primer sector en apreciar su ventaja comercial ha sido el de las telefónicas, Antel incluida. Con gran pokevisión ofrecen paquetes de datos a precios diferenciales.
Pero el hecho de que la aplicación se basa en el factor comunidad ha incentivado muchos otros negocios. Empresas convocan a las Pokefests reuniendo a fanáticos del juego; comercios gastronómicos se benefician de tanto ejercicio calmando la sed y el hambre de los caminantes, atrayéndolos al convertirse durante 30 minutos en una pokeparada, de modo que nadie abandone el juego.
Hay comercios que ofrecen recargas de batería rápidas, hay taxistas que ofrecen recorridos con un costo fijo. Como en tantos otros éxitos comerciales, el cielo parece ser el límite.
Niantic, además, anunció que en breve ofrecerá la posibilidad locaciones patrocinadas para que empresas y negocios puedan ver fortalecida su presencia en la pantalla del juego.
Sin ánimo de predecir el futuro, es evidente que hay una realidad realmente aumentada detrás de Pokémon Go. Se comienzan a abrir posibilidades no exploradas para campañas promocionales que aumenten todavía más el consumismo de la sociedad.
La interacción con juegos de este tipo cambia, ya que nos permiten tocar, sacudir o crear elementos a nuestro antojo. No es arriesgado entonces afirmar que cada vez será más habitual ver este tipo de prácticas, y no solo aplicadas a juegos, sino que serán las empresas las que decidan ingresar a lo virtual e implementarlo de alguna forma en sus estrategias de marketing con las mil y una posibilidades que se abren con la realidad aumentada. Para bien o para mal.
Lo que las compañías buscan es vender más con nuevas estrategias. No originales, porque la pasión lúdica del ser humano ha sido y es explotada desde siempre, en infinidad de maneras. A partir de una supuesta promoción del deporte, por ejemplo. Pero es una que trae la novedad tecnológica de tener a través de un dispositivo una combinación del entorno físico del mundo real y de elementos virtuales para la creación de una realidad mixta en tiempo real.
Por el momento, y seguramente por el mismo espacio de tiempo en que los videojuegos son reyes y señores (como lo fue Candy Crush por ejemplo) Pokémon Go, lejos de como se piensa proveer la posibilidad de cazar pokémones, atrapa a millones de personas alrededor del mundo.
No es nada para tenerle temor, es apenas otro videojuego que provoca insustancial pasión. Van por plazas, parques, calles. Van. Atrapados por lo que ven en su teléfono celular. Han encontrado una afición, una diversión, una manera de pasar mejor el día. No es cuestión de denostarlos. La tecnofobia es solo una de las formas que adopta el miedo y la incertidumbre. En buena medida la enorme cobertura mediática ha ayudado también al impacto del juego.
Importa sí estar atento a lo que viene, a la manera en que estas herramientas tecnológicas se usarán no solamente para el esparcimiento sino especialmente para influir en el comportamiento de la sociedad. No hay dudas que quienes hoy juegan Pokémon Go tendrán mucho que ver en el mundo de las próximas décadas. En todo caso, además de lo que hoy disfrutan, habrá que darles herramientas analíticas y técnicas para que decidan qué cosas son importantes. Les toca a ellos “atrapar” el futuro.
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