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Paysandú, Jueves 01 de Septiembre de 2016

Nostalgia, la noche que pretende volver al ayer

Locales | 26 Ago “Hay besos que se dan con la mirada, hay besos que se dan con la memoria”. Tal los versos del poema “Besos” de Gabriela Mistral.
La memoria. Aliada de la nostalgia, ese sentimiento que los uruguayos creemos propio solamente porque tenemos la Noche de la Nostalgia. Pero no, esa mirada triste al pasado, con eso de inexorable porque ya no volverá, es tanto humana como universal.
Ulises, uno de los héroes legendarios de la mitología griega y protagonista de “La Odisea”, sentía nostalgia de su tierra, de Ítaca y por retornar a ella pasó por mil penurias. Incluso ató a sus compañeros en las naves, para que no volvieran a la tierra del olvido, a la isla de los lotófagos, los comedores de loto, que tras saciarse con ese manjar olvidaban todo lo pasado. Cuando Ulises se dio cuenta del peligro, obligó a sus compañeros a retornar a las naves y presuroso levó anclas.
Podía derrotar a cíclopes, retornar del Hades, escapar de la sensual diosa Calypso, pero solo podía huir del olvido, escapar presuroso de la pérdida de la memoria. Perderla, hubiera sido perder la nostalgia por su tierra y especialmente por su hermosa esposa Penélope y su hijo.
La nostalgia se alimenta del dolor de lo perdido, haciéndolo presente y mostrándolo como futuro en un anhelado reencuentro.
En Uruguay, en la noche de la víspera de la conmemoración de la Declaratoria de la Independencia, se vivió la trigésimo novena Noche de la Nostalgia. Todo comenzó como una excusa para volver a escuchar y bailar la música de tiempos idos. Pronto quedó en claro que era una puerta por la cual asomarse al pasado; no para volver pero al menos para volver a pensar en aquellos días, en aquellas noches, en aquellos amaneceres que se fueron al reino de nuestra memoria.
Los sanduceros, como ocurrió con quienes viven en el resto del país, disfrutaron de la Noche de la Nostalgia. Escuchando los éxitos de ayer y de anteayer. Que cada vez suenan mejor, como la voz de Carlos Gardel. Un poco porque la música comercial de hoy en día ha perdido calidad, porque las líricas han perdido inspiración. Otro poco porque en definitiva es realmente una fiesta bien nuestra. Importamos Papá Noel, Los Reyes Magos, Haloween. Exportamos la Noche de la Nostalgia. Made in Uruguay, al fin y al cabo.
Y cada 24 de agosto se sale a cenar, a bailar, a casa de amigos, adonde sea, pero se sale. Que el hogar no es para esa noche. Ha vuelto a ser así el miércoles pasado, aunque varias cenas con baile debieron suspenderse por falta de reservaciones. Ha vuelto a ser así, aunque han aumentado las reuniones en casas de amigos, compartiendo desde una parrillada hasta la italiana pizza. Y un poco de cerveza, vino o alguna otra bebida espirituosa. Todo eso como excusa, obviamente, para volver a escuchar aquellos vinilos de antaño y bailarlos.
Los éxitos de los setenta, los ochenta, incluso los noventa. Canciones que fueron marcando nuestra propia historia, nuestros pasos por la vida. Aunque hoy bailemos esos temas en brazos de otra persona, y no de aquella con que bailamos en ese tiempo hoy solo en el reino de nuestra memoria. Curiosidades del ser humano, el presente es una cosa, la memoria otra y la nostalgia permite que nos animemos a volar. A soñar. A jugar. Sin culpas, porque todos tenemos recuerdos, todos tenemos otras historias y todos sabemos que el pasado no retornará, aunque la nostalgia de tanto en tanto nos rasque el corazón.
La nostalgia es nuestra, bien uruguaya y hasta le dimos una noche. Nostalgias. Quizás de escuchar su risa loca, de su fuego, parafraseando al tango. Hoy habrá otras risas locas y otras bocas. Pero lo pasado no siempre está pisado. ¿O sí? Tal vez. Al menos, hasta el próximo 24 de agosto. Hasta la cuadragésima Noche de la Nostalgia.


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