Paysandú, Domingo 04 de Septiembre de 2016
Opinion | 29 Ago En un foro realizado en la ciudad boliviana de Santa Cruz de la Sierra basado en las calificadoras de riesgo crediticio, el presidente del Banco Central del Uruguay, Mario Bergara, dijo que estas herramientas “son como una esposa en un matrimonio. Son un mal necesario. Uno puede discrepar, y normalmente discrepamos, sobre todo cuando nos miden a nosotros mismos”.
Las múltiples manifestaciones de rechazo a los comentarios del jerarca provinieron de propios y ajenos, e incluso lo calificaron de “violencia de género” o “actitudes discriminatorias hacia las mujeres”.
Esto obligó a que en su muro de Facebook, Bergara pidiera disculpas y reconociera que esa frase “no refleja mi pensamiento en absoluto”, al tiempo que sostuvo que “quienes siguen de cerca mi gestión saben que tengo una especial preocupación por los temas de la equidad de género y sobre todo en las injusticias de la violencia doméstica”.
Con escasas horas de diferencia, la senadora del MPP, Lucía Topolansky, que fue la principal oradora en el comité “Venceremos”, del barrio capitalino de Goes, alertó ante la “operativa política” de las iglesias evangélicas en Uruguay y dijo que “los peores fundamentalismos se dan cuando están pegados a la religión”.
Recordó que “el actual presidente de la cámara de Diputados”, Gerardo Amarilla, dijo en su discurso de asunción “que estaba Dios y después la ley; en un país donde la iglesia está separada del Estado”. Paralelamente subrayó en tono crítico que “mueven mucha plata”.
Amarilla dijo que esas declaraciones están “cargadas de odio y discriminación” hacia otros uruguayos que profesan dicha fe religiosa e “intenta ponernos en el banquillo de los acusados”. El titular de la cámara baja agregó que “ella sabe de fundamentalismos porque su grupo alimentó el fundamentalismo y llevó al país a la lucha armada. No creo que la señora tenga argumentos para hablar de fundamentalismos”.
El diputado blanco y pastor evangélico, Álvaro Dastugue, aclaró que “Topolansky tiene un importante error conceptual; que nuestro país sea laico no quiere decir que los que profesamos una cierta fe no podemos involucrarnos con el Estado”.
A comienzos de agosto, el senador suplente de Javier García, Sebastián da Silva, calificó a la diputada del sector frenteamplista IR, Macarena Gelman, de “tupita del hortelano porque no estudia ni deja estudiar” y dijo que representaba a la “quintaesencia de la ineficacia en el gasto universitario”.
En ese momento, se consideraba la propuesta de Gelman para eliminar las exoneraciones fiscales a las donaciones que reciben las universidades privadas, en el marco de la Rendición de Cuentas y que resultó apoyada por la totalidad de la bancada frenteamplista.
Da Silva es el mismo dirigente nacionalista que calificó --en setiembre del año pasado-- de “tupita con iPhone” al militante de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU), Marcelo Hospitale, quien tras ser procesado por los incidentes en el Codicen afirmó que no iba a cumplir con el fallo de la Justicia, que lo condenó a trabajos comunitarios. “Es un tupita con iPhone que posa levantando el puño para que se lo celebren en Instagram. Es un claro ejemplo del nuevo uruguayo en su fase revolucionaria”, resaltó.
Incluso consignó que el ministro del Interior, Eduardo Bonomi, “reguló el derecho de ocupación y ahora el asunto se le da vuelta y tiene que mandar a la Republicana para que le pegue a este nuevo uruguayo”.
A todo esto, las fuertes declaraciones trascienden a los oficios o profesiones, tal como le ocurrió a la ministra de Educación, la médica María Julia Muñoz, quien aseguró que el exdirector de Educación, Juan Pedro Mir, es “un maestro de escuela que no dio la talla para el cargo porque no estaba capacitado”.
Y fue por más, tras comparar su trayectoria académica con la de Rosita Angelo, actual directora de Educación: “Es una profesora de Historia con toda la carrera hecha, le tienen muchísimo respeto al lado de un maestro de sexto año de escuela como era Mir”.
Claro que estas consideraciones no son nuevas y es posible traer al imaginario colectivo algunas declaraciones “políticamente incorrectas”, dichas en un momento de euforia y que tuvieron un escenario común, como es el ámbito parlamentario.
En 2006, el senador colorado, Pedro Bordaberry, grabó al senador Rafael Michelini y al abogado Gonzalo Fernández en varias entrevistas particulares, donde ambos reconocían que Juan María Bordaberry no había sido quien mandó a asesinar a Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz. El dirigente de Vamos Uruguay concurrió posteriormente a un programa de TV y en medio de un debate con Michelini, le dijo: “vos sos un travesti de la mentira”.
Durante la campaña electoral del año 2009, el entonces candidato a la Presidencia, Pedro Bordaberry, le reprochó al candidato José Mujica de estar muy pegado al matrimonio Kirchner, en momentos en que el presidente Tabaré Váquez tenía dificultades en las relaciones diplomáticas con Argentina, a raíz de la ocupación de los puentes internacionales y lo consideraba bajo una actitud “entreguista”. Tales declaraciones molestaron mucho al candidato del FA quien le respondió al colorado que era “un pichón de Hereford sin guampas; lo único que puede hacer es insultar para que se den cuenta de que existe”.
En esa misma campaña, Larrañaga fue compañero de fórmula de Luis Alberto Lacalle de Herrera y allí criticó a la fórmula integrada por Mujica y Astori. En dicha oportunidad, Mujica respondió:” y bueno, que va a hacer el guapo, está de perro faldero. Déjelo", semanas después pidió disculpas y dijo que era una broma.
A mediados de 2011 se armó una gran trifulca en la Cámara de Diputados, donde se trataban los hechos de violencia ocurridos en el Hospital Filtro, el 24 de agosto de 1994. Allí los entonces diputados Luis Lacalle Pou y Juan Domínguez se fueron a las manos en medio de graves acusaciones y surgió la frase “oligarca puto”, que se recuerda hasta hoy.
Estos insultos o frases que apuntan a determinado colectivo toman vida propia, perduran en el tiempo y --a pesar de las disculpas-- el destinatario del insulto quedará marcado cada vez que se mueva en otros ámbitos, en tanto llevará sobre sí ese mote.
Las condenas antes los agravios --que aparecen fundamentalmente en las redes sociales--, no hacen más que confirmar la existencia de un “lenguaje políticamente correcto”, mientras que las sociedades se desempeñan de otras maneras en su vida diaria.
De hecho, son más preocupantes los casos de feminicidio, de asesinatos a trans sin aclarar o las muertes por odios religiosos, que las declaraciones efectuadas en determinadas circunstancias.
Más allá de los rechazos --que son de recibo-- existen hechos cotidianos que muestran una cara oculta. Por lo tanto, los cambios se promueven con hechos y no con palabras, de lo contrario, le confirmaremos a las actuales y futuras generaciones que vamos camino a concebir individuos marcadamente hipócritas y con muy baja tolerancia al pensamiento diverso.
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