Opinion | 06 Sep A través de un llamado que se abre el día 8 de este mes, la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) lanzará una convocatoria para llevar adelante proyectos de electrificación rural, que tiene como objetivo extender el servicio hasta determinados lugares lejanos del territorio nacional que aún no cuentan con este servicio.
El director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, Pedro Apezteguía, señaló que han sido detectadas unas 2.600 familias que no cuentan con energía eléctrica y el gobierno pretende poner a su alcance este derecho en el corto plazo, para lo que es necesario establecer facilidades específicas, teniendo en cuenta los factores que condicionan extender este servicio a lugares alejados de las centrales de generación y redes de distribución.
A través de este plan del que dio cuenta el jerarca, la OPP prevé subsidiar hasta el 40 por ciento de los costos operativos, en tanto la UTE proporcionará los materiales y los vecinos beneficiarios tendrán un plazo de hasta cinco años para cancelar el resto de los costos de la extensión del servicio eléctrico.
Según informó Apezteguía, el llamado que comienza este mes complementa el proceso iniciado en el año 2012 por el Poder Ejecutivo con el objetivo de lograr que el 100% de los uruguayos tengan acceso a la electrificación.
El director de la OPP consideró --con una evaluación muy optimista, es cierto-- que “algo que parece tan básico no se ha podido lograr, en un país donde se logró reducir la pobreza a la tercera parte y donde casi no hay indigentes”, y señaló que aún se continúa trabajando para alcanzar ese objetivo.
Sin dudas, en el caso de la transmisión de energía eléctrica, hay una relación entre la densidad poblacional de los posibles usuarios y la distancia con los costos para instalar el servicio. Este es el nudo gordiano para que poblados, caseríos y establecimientos rurales grandes y pequeños que requieren del acceso a la energía puedan satisfacer esta necesidad.
Las razones por las que queda este grupo “duro” sin acceso, tras el paso de las décadas en que la electrificación se ha extendido prácticamente a todo el territorio nacional, son básicamente la ubicación geográfica de esas aproximadamente 2.600 familias, habida cuenta de que el costo por kilómetro del servicio determina que la inversión no tendrá retorno hasta pasadas décadas desde la concreción del proyecto, en el mejor de los casos, y por lo tanto es impensable que se pueda llegar a realizaciones sin una cuota parte muy importante de subsidio en apoyo a los beneficiarios.
Como todo subsidio que proporciona el Estado, el dinero sale de los bolsillos de los contribuyentes, de una u otra forma, ya sea en forma directa de Rentas Generales por el pago de impuestos, o de sobrecostos en tarifas que aplique UTE a los beneficiarios de las ciudades y zonas densamente pobladas, para poder financiar la extensión a grandes distancias.
En este caso concreto, el jerarca de la OPP explicó que la convocatoria mencionada requiere el agrupamiento de los vecinos interesados, que a su vez deberán contratar una empresa que coloque realice las instalaciones con los materiales que proporciona UTE (cables, postes, columnas y transformadores), en tanto la OPP subsidiará al grupo de vecinos hasta en el 40% de los costos de las obras.
Para Apezteguía, con el logro de este objetivo Uruguay se ubicará entre los primeros países en contar con el 100% de cobertura de la red eléctrica nacional, a la vez de destacar el significado que tiene el uso de la electricidad en las zonas rurales. De acuerdo con los relevamientos que se han realizado a efectos de la propuesta de electrificación, los mayores costos para los tendidos de distribución comprenden a los potenciales usuarios ubicados sobre las zonas del basalto más profundo, como es el caso de la Cuchilla de Haedo, que se extiende por gran parte del Este de nuestro departamento.
Los técnicos han determinado que este territorio de cuchillas es el que requiere más cantidad de recursos porque los proyectos son más costosos, y no descartó la posibilidad de llevar adelante determinados emprendimientos en base a energías alternativas en algunos casos.
Paralelamente, es notorio que para promover estos proyectos no puede ni debe tomarse a cada vecino aislado, sino que se requiere encarar proyectos de carácter integral, captando usuarios en grupos para abaratar los costos. “Cuantos más vecinos haya en cada proyecto más conexiones se podrán hacer y más barato será (…) y para aquellos vecinos que especulan en conectarse después, al momento de sumarse deberán pagar una suma muy elevada como forma de procurar el acercamiento a las etapas tempranas del proyecto”, advirtió.
No es de desdeñar en este contexto determinados aspectos centrales, como es el hecho de que con el paso de los años, y en forma gradual, se ha logrado llevar la electricidad a rincones ya muy alejados de los centros urbanos en el territorio nacional, y sin ir más lejos, incluso en la postrimerías del siglo pasado había todavía poblados enteros que no contaban con este servicio, o en los que se estaban utilizando antiguos generadores que resistieron el paso del tiempo por más de medio siglo, en especial aquellos viejos y nobles “Delco”, que llevaron luz a cientos de familias del medio rural e hicieron más llevaderas las noches en amplias zonas de nuestra campaña.
Paralelamente, sobre todo en zonas de influencia de escuelas rurales, se ha logrado incorporar generadores alternativos en base a paneles fotovoltaicos, fundamentalmente, que se encuentran entre las opciones posibles para vecinos en los que la ecuación costo-beneficio podría hacer favorable inclinarse por esta opción, y deberían evaluarse la perspectiva de potenciar programas específicos con este fin.
Y sobre todo, no menos importante es evaluar que en un país donde se han subsidiado iniciativas insostenibles, corresponde que los ciudadanos de nuestro interior profundo, aunque sea por una vez, sean destinatarios de este mínimo aporte del resto de los uruguayos, para contribuir a paliar carencias históricas y mejorar su calidad de vida y posibilidades de integrarse a un mundo en el que han sido relegados.