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Paysandú, Lunes 12 de Septiembre de 2016

Mujeres emprendedoras en el ruedo

Opinion | 09 Sep Emprender en un país como Uruguay, donde hay una fuerte cultura estatista y de dependencia del Estado paternalista que viene desde el fondo de la historia, no es una decisión ni una actitud fácil, y ello lamentablemente se ve reflejado en el escenario socioeconómico del país por distintas vías.
Y en este contexto, el contar con mujeres emprendedoras es a la vez menos frecuente, al punto que según da cuenta el observatorio de situación socioeconómica del Centro de Emprendedores Deloitte de la Escuela de Negocios IEMM de la Universidad de Montevideo, la actividad emprendedora masculina en Uruguay duplica aproximadamente a la femenina, con registros que dan 20 hombres promedialmente embarcados en algún negocio contra una cifra de 9,1 de mujeres en un camino similar.
Considera el estudio que esta relación entre uno y otro sexo es la pauta más frecuente en la última década, según surge de la encuesta anual realizada desde 2006 como una muestra representativa de la población a base de términos de género, edad y situación socioeconómica.
El observatorio en cuestión apunta a identificar cuáles son las barreras que se alzan contra la actividad emprendedora en Uruguay, donde existe desde hace décadas la cultura del Estado paternalista y proveedor de empleo seguro de por vida a que nos referíamos. Se toman en cuenta para este relevamiento aspectos como el emprendimiento potencial y la intención de llevar adelante el negocio hasta la empresa consolidada, que es la que logra operar por más de 42 meses.
La cifra de un número doblemente mayor de hombres que mujeres emprendedoras tiene explicaciones desde diversos ángulos, a partir de la inclinación general de uno y otro sexo por determinadas actividades, y sobre todo por el rol que ocupan en la sociedad, donde se mantienen más o menos determinados parámetros pese a los avances que se han registrado en los últimos años, con la mujer ganando espacios en actividades que antes eran reservadas exclusivamente para hombres y hasta era mal mirado que una mujer hiciera lo que se atribuía como patrimonio exclusivo del género masculino.
Precisamente el estudio del Centro pone su mirada en las diferencias existentes con relación al género a lo largo de todo el proyecto emprendedor, y ha identificado entre otros aspectos que la brecha entre hombres y mujeres en cuanto a emprender tiene su origen en las etapas iniciales, y esta diferencia se va acentuando a medida que se avanza en el proceso, porque subsiste un arrastre de situaciones y visiones de otras épocas que no resulta fácil de desterrar o modificar.
Ello se explica parcialmente por ejemplo en la imagen que tiene cada género sobre la actividad emprendedora, el miedo al fracaso o la percepción de cada individuo sobre las capacidades y características necesarias para llevar adelante un negocio.
El informe da cuenta de que en el caso del hombre, la autoestima y la percepción propia sobre aptitudes y condiciones para emprender supera el promedio de lo que perciben las mujeres sobre sí mismas, y ello explica parcialmente la brecha en el número de emprendedores de uno y otro sexo.
Indica que “la cantidad de hombres que percibe poseer los conocimientos y habilidades y experiencia requeridos para emprender es sostenidamente superior a la de las mujeres. De igual forma, los hombres perciben más oportunidades para emprender que las mujeres”.
Pero una cosa es la percepción, y otra muy distinta es la realidad que surge de un análisis desprejuiciado y objetivo en cuanto a capacidades y formación, sobre todo, porque en lo que refiere a capacitación y estudio, por ejemplo, es notorio que en la educación terciaria y cursos de complementación de conocimiento, las mujeres egresadas --un caso concreto es la Universidad-- superan abiertamente en número al de los hombres, y sin embargo ello no se ve traducido en la sociedad en forma directamente proporcional, por cuanto se sigue manteniendo la brecha a que nos referíamos en el caso de los emprendedores, aunque paralelamente la mujer va ganando espacios en el desempeño de profesiones y aptitud para ejercer determinados cargos, incluidos los de dirección y decisión.
Ello a la vez corre paralelo con el papel de la mujer en la vida cotidiana, en la familia, que es un serio factor condicionante a la hora de mayor participación en el emprendedurismo y hasta en las posibilidades de empleo, porque las responsabilidades en el núcleo familiar, sobre todo en lo que refiere a las mujeres con hijos a cargo, no están distribuidas equitativamente entre los sexos, y ello desata conflictos internos y en el escenario socioeconómico.
Las mujeres que no tienen hijos tienen comportamientos y oportunidades similares a las de los hombres, y aparece asimismo el aspecto financiero como una barrera a superar que resulta más difícil en las que tienen hijos y naturalmente, el factor disponibilidad de tiempo y prioridades. Así como la distribución en el tiempo de las actividades condiciona el mejor desempeño y la dedicación a la opción de emprender.
Es decir que en lo que en teoría aparece como una opción con igualdad de oportunidades y disposición que tenga el espíritu emprendedor en cada uno, en la vida real hay factores que inciden en la posibilidad de realizaciones personales, más allá de las aptitudes, intereses y objetivos que cada uno se traza en la vida.
Es que el emprendedurismo, más allá de estar acicateado muchas veces por la imposibilidad y dificultades de acceder al empleo, es sobre todo una actitud ante los desafíos de la vida, y a los que no se llega en igualdad de condiciones, es cierto, porque tenemos por un lado las diferencias a que nos referíamos en el caso del género, pero también por disponibilidad de recursos y capacidad para identificar oportunidades donde muchos perciben a menudo dificultades insalvables.
Pero no puede negarse que limitar posibilidades en el caso de la mujer a la mitad por aspectos inherentes al género también significa limitar las posibilidades de evolución del tramado socioeconómico del país, en una economía donde se necesitan más emprendedores y menos empleos dependientes del Estado.
Surge claramente que buscar mecanismos para fortalecer la participación de la mujer en carácter de emprendedora, sobre todo en áreas de interés donde tiene a menudo mayores fortalezas en conocimientos y disposición natural, es un aspecto que debería incorporarse a las prioridades del país, de forma de apuntalar la mayor participación femenina en actividades que hasta hace algunas décadas eran un coto casi exclusivo del género masculino.


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