Paysandú, Sábado 17 de Septiembre de 2016
Locales | 11 Sep “Este pueblo de tranquilo no tiene nada”, dijo un vecino de Gallinal al ser consultado por la apacible vida de los 700 habitantes de este enclave sin asfaltar, sin veredas, de blancas casas de Mevir, distribuidas entre suaves cuchillas. A poco más de 85 kilómetros al noroeste de la ciudad de Paysandú --a 15 kilómetros de la deshecha ruta 26--, este poblado dice haberse acostumbrado al trajín de la droga, de ser un punto de encuentro de narcos de la zona que conforma con Soto, Buricayupí y Cerro Chato, influencia de los zafreros de la naranja, aunque no todos los problemas provienen de ellos.
Hace un tiempo, Gallinal no tenía una comisaría de Policía y solo contaba con un destacamento cercano, con un agente al frente. Como el foco de los problemas se concentró en este pueblo, se decidió montar allí la Seccional Octava. En setiembre del año pasado, cayeron tres narcotraficantes como resultado de la Operación “Nara” de la Brigada Departamental Antidrogas. Los tres vendedores de drogas eran “infiltrados” entre los 400 zafrales de Azucitrus. Buena parte de los zafrales procede de todo el país, como Artigas, Rivera e incluso Montevideo, y varios de ellos cuentan con antecedentes penales.
Sin embargo, lo que más ha pegado en el ánimo de los pobladores de Gallinal han sido los recientes casos de prostitución infantil. En mayo pasado, una mujer y dos hombres fueron procesados tras comprobarse que cometieron actos morbosos y atentaron contra la moral de adolescentes de entre 12 y 13 años. Al recorrer las calles del pueblo, se nota escaso movimiento. Es por la mañana y muchos ya se encuentran trabajando. Ya no llueve y hay que aprovechar para cosechar. También lo hacen para tender la ropa en el patio luego de varios días de agua. Casi no se ven vehículos y por ahí ladran algunos perros. Hay un pequeño bullicio que sale de la escuela Nº 110 y del liceo (tiene hasta 3º), que se encuentran pegado uno al lado del otro. Bien cerquita está la policlínica y, enfrente, una placita que tiene una placa que reza: “La fuerza hace la unión”. La comisaría está ubicada sobre un costado del poblado.
También hay una capilla católica --atendida por un sacerdote que viene de Quebracho--, un CAIF, un Centro MEC (Ministerio de Educación y Cultura) y un telecentro Antel. No falta la cancha de fútbol, con arcos de madera y desparejo césped, y un gimnasio techado, pero abierto, para básquetbol y fútbol sala. Los árboles están recién talados. Existen varios almacenes, alguna panadería, casas donde vecinos venden ropa que traen de la ciudad, así como una agencia de Copay. El ómnibus ingresa al pueblo dos veces al día, una vez de mañana y otra de tarde. El viaje hasta Paysandú puede demorar unas cuatro horas.
El pueblo recibió su nombre en homenaje a Alberto Gallinal Heber, fundador del Movimiento de Erradicación de la Vivienda Insalubre Rural (Mevir). Ha sido construido casi en su totalidad por medio de sucesivos planes de este movimiento. Fundado en 1990, Gallinal vive, sobre todo, del sector cítrico y del forestal, que ya no precisa tanta mano de obra al ser suplantada por máquinas. El desempleo no es algo preocupante en la zona, aunque la cuestión recae sobre los jóvenes: esos que nunca terminan el liceo, quedan pululando en el poblado y no trabajan, a la espera de cumplir 18 años y marcharse para emplearse en alguna changa. O irse del todo a otros pagos.
En el corazón de Gallinal, se ubica la Junta local. Sandra Esquivel, quien vive sobre la ruta 26 y trabaja allí, contó a EL TELEGRAFO que los que se hacían llamar “Los intocables” destruyeron “a la gurisada” con las drogas. Eso sucedió hace dos años. Ahora, el pueblo parece acostumbrado a la entrada y salida de estupefacientes. “Entre estos que agarraron el año pasado había una mujer, conocida mía, una persona normal. Pero entró en pareja con el tipo ese (uno de los procesados) y ahí empezó todo”, relató.
Para la funcionaria, el tema grave son los trabajadores zafrales de las plantaciones de cítricos, que son casi todos de “afuera”. “Los de acá que trabajan allí son contados con los dedos de las manos”. Aseguró que se sienten invadidos por ellos, que vienen tanto de Azucitrus como de El Repecho y Las Acacias. Si bien duermen en los barracones, suelen acudir al pueblo cuando cobran o los días de lluvia. Como el caso de setiembre de 2015, muchos llegan con antecedentes penales y se suman a la distribución y consumo de drogas. De cualquier modo, conmovió más el incidente de mayo pasado de prostitución de menores, así como el de la madre de Buricayupí que prostituía a sus hijas menores y que resultara procesada con prisión, este viernes pasado.
LA CUESTIÓN DE LOS JOVENES
Es que la juventud --después de los 15 años ya no asiste al liceo, a menos que tengan la posibilidad de terminarlo en Paysandú, y no puedan trabajar hasta los 18-- “no tiene ocupación”. Es el otro gran tema. “No cuentan con un lugar donde jugar, recrearse, no hay nada. Van al liceo, los que van, y luego nada más. Hay muchos gurises que viven solos porque los padres trabajan. Quedan expuestos. Muchos con parejas separadas. Las madres andan en otra, los padres no se interesan. Es un entorno donde no saben a quién recurrir”, añadió Esquivel.
Además, se acabaron los torneos de fútbol donde competían los diferentes poblados de la región. Una razón fue los costos que acarreaban los traslados y el equipamiento de los equipos y otra resultó ser la violencia en la que degeneraba cada encuentro, según confirmaron en la jefatura de Policía de Gallinal.
A la vuelta de la Junta, en un inmueble con techitos hacia fuera, está instalado el Centro MEC que comparte espacio con el telecentro Antel. En la sala hay estantes con libros, una mesa con sillas y cinco computadoras. La idea es brindarles un espacio a los jóvenes para que puedan entretenerse con la lectura, con Internet y poder charlar y compartir vivencias. También llevan sus tablets y utilizan el wi fi.
Clara Perfecto, encargada del Centro MEC desde 2011, dijo que recibe a muchos chicos, adolescentes en su mayoría y también niños. “Conozco mucho la realidad de los jóvenes. Esperan cumplir 18 para irse a trabajar a las granjas o irse del todo. Faltan cosas para los adolescentes. Tienen este espacio de la tarde, cuando salen del liceo --que debe tener unos 50 alumnos--, pero está abierto hasta las 16. Después se van a la plaza o se juntan en la casa de algún amigo. Debería haber más cosas”, resaltó a EL TELEGRAFO.
“Quedan sin nada que hacer. No estudian y muchos hacen hasta cuatro veces Primero. Ahí es cuando algunos, no todos, agarran las drogas. Lo veo porque los chiquilines vienen hasta acá, drogados, como dopados, sin ganas de nada”, continuó Perfecto. La droga que circula más es la marihuana, según la encargada del Centro MEC. Respecto a los famosos zafrales, suelen aparecer en los días lluviosos. “Hay tres o cuatro por allá, otros tantos por ahí, con botellas de vino. En esos momentos, les pido a los gurises que no me dejen sola”.
Coincidió en que el caso de prostitución de menores de mayo pasado conmovió a los 700 habitantes más que saber que se consume drogas entre los vecinos. “Eso que pasó de las chiquilinas para nosotros fue muy grave. El tema droga está muy naturalizado. Se instaló”.
Perfecto aseguró que hace poco mantuvo un encuentro con Centro MEC de la zona y en todos lados se da una realidad muy parecida. De todos modos, no se han registrado hechos de violencia, como robos, rapiñas y violencia familiar. “Los gurises quedan dopados y no les da para nada más”, insistió. Brenda Brum, encargada del telecentro Antel y quien vive desde que nació en Gallinal, aseguró que por el momento no padecen robos ni acciones violentas entre vecinos. “Sigo dejando la puerta de mi casa abierta”, dijo.
LA AMBULANCIA, LEJOS
En otra edificación al estilo Mevir, contigua a la escuela 110 y frente a una plaza, en lo alto de una cuchilla y justo en el recodo de la calle, la policlínica del pueblo se muestra sin rejas, no como casi todas las casas de Gallinal. En la puerta se encontraba el médico Carlos María Campero charlando con su enfermera, Laura. El doctor, muy querido por todos, un idealista y que hace casi 20 años que trabaja allí, gusta de conversar y de relatar sus vivencias.
Allí en la policlínica hacen promoción y prevención en salud; solo realizan controles de niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos. Una obstetra --Silvia Portugal-- asiste cada 15 días.
“Les enseñamos a cuidar la salud. No hemos tenido más diarrea aguda infantil, desapareció hace diez años. Estamos hablando de lugares donde a veces no hay heladera o el agua es de pozo. También los broncoespasmos, bronquilitis, crisis asmática desaparecieron. Yo no inventé nada. Pero hago una medicina distinta a la que se hace. Es de un primer nivel. Si tenés una congestión, un infarto o crisis asmática descomunal, necesitamos un segundo nivel de atención que es el hospital. De lo contrario, te enseñamos a que no te ocurran esas crisis, a que la minimices, sin medicamentos, y si los precisás, los usamos. Tratamos a todo el mundo de la misma manera. Atendemos por Comepa, por el Ministerio de Salud Pública (MSP) y por la Intendencia. Hacemos la gira por Cerro Chato, Soto, la Cuchilla, Cañada Milán, Campamento. Todos los días. De mañana y de tarde”.
Campero destacó que en estas dos décadas ha habido un importante recambio de gente, más de la mitad de los que estaban cuando llegó ya se marcharon. Se quejó de la falta de una ambulancia. “Nuestra ambulancia, la que dice pueblo Gallinal, está en Cerro Chato, a 15 kilómetros de acá. Porque el chofer oficial nombrado por el MSP vive ahí y acá no consiguió casa. Mevir no le cedió casa. Te aseguro que es más importante una ambulancia que el médico”.
El médico prefiere no hacer juicio de valor sobre el estado de la juventud. Él se concentra en su tarea. “Yo los quiero a todos, son como mis hijos. Nuestra comunidad rural es grande, de 50 kilómetros a la redonda. El epicentro está acá. Estancias por ahí y por allá, los conocemos a todos”, aseguró este amante de los perros --tiene 16--, padre de tres hijos y abuelo de dos nietos. “No es changa estar solo acá. Hubo veces que me han temblado las piernas”, agregó.
VER LO BUENO
Mildred Funes, oriunda de Cerro Chato y encargada de la Junta local, dejó en claro que no todo lo malo que sucede en el pueblo es “culpa” de los trabajadores zafrales. “Han pasado cosas que ellos no tuvieron nada que ver”.
En la misma línea, Fernando Malgor, quien vive en Gallinal desde su fundación, trabaja en Azucitrus desde 1982 y hoy está al frente de la jefatura agrícola de esa firma, llamó a buscar soluciones como las que implementaron cuando se prohibió tomar alcohol en las plazas. “Ellos (por los zafrales) venían y tomaban en las plazas. Se habló con la Policía, se coordinó y se corrigió todo. No se permite ahora. Y no eran solo los cosecheros”, dijo a EL TELEGRAFO.
En cuanto al arribo de los zafrales, se trata de una “alternativa de trabajo”. “Si se van, sonamos”, subrayó Malgor. “Hay que ver también el lado bueno”. A su vez, todos deben lidiar con esos jóvenes que no estudian ni trabajan o que deben esperar hasta la mayoría de edad para hacerlo. Antes no ocurría de ese modo. “A los 15 años ya no estudian y tienen que estar hasta los 18 años mirando el techo. Antes entrabas con 14 o 15 años a trabajar, como entraron cantidad de mis compañeros. Y no murió nadie. En la campaña no tenés alternativa. Entonces, se crean malos hábitos”.
En relación con la vida en Gallinal, Malgor dijo que se ha perdido el espíritu de Mevir. “Se ha ido para atrás. Te pongo un ejemplo: al principio, cuando Mevir levantaba una vivienda, se hacía algo para la comunidad, como un salón comunal, comercial o una escuela. Pero desde el tercer plan, hace 15 años, solo se hace la casa y nada más para el pueblo. Hoy cada uno cuida su chacrita”.
En el fondo, hay un problema de integración entre los poblados y sus realidades se encuentran lejos de las grandes luces. “Los pueblos del interior tienen que juntarse y levantar una bandera ellos mismos. Los problemas nuestros no son visibles”, afirmó Malgor. Gallinal no escapa a esa situación.
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