Paysandú, Martes 27 de Septiembre de 2016
Opinion | 20 Sep Como suele suceder año a año, con muy contadas excepciones, la máxima expresión del trabajo de esencia agropecuaria que se recoge en la Rural del Prado fue escenario de posturas con visiones diferentes de productores y representantes del gobierno, desde que en estas ópticas priman prioridades e intereses de cada sector. En el caso de los privados, por afrontar emprendimientos de riesgo en los que las cuentas en rojo significan desaparecer o tener que endeudarse para seguir tirando, suelen formularse quejas sobre situaciones en las que entienden sus intereses son soslayados y que se prioriza a otros sectores, más allá del interés general.
Bueno, cuando hay incluso visiones ideológicas de por medio, queda en cuestión donde está el interés general, porque en un país donde las actividades en prácticamente un 80 por ciento son de base agropecuaria, directa o indirectamente, se infiere con un mínimo de sentido común que si le va bien al agro le va bien al país, y si ocurre a la inversa, pues estamos en serios problemas.
En el caso que nos ocupa la visión del agro estuvo marcada por el discurso que pronunció el presidente de la Asociación Rural, Ing. Ricardo Reilly Arrarte, quien además de referirse a la situación propia del sector, aludió a decisiones que se adoptan en el ámbito del gobierno en base a posturas políticas que repercuten en todos los órdenes y como señalábamos, el agro, lejos de ser una excepción, es parte de la regla.
El dirigente, quien pronunció este discurso al abandonar el cargo por disposición estatutaria, formuló consideraciones básicas, en el sentido de que simbólicamente en la Expo Prado el campo y la ciudad se dan la mano, se retroalimentan y potencian. Este concepto tan elemental, sin embargo, no recoge unanimidad ni mucho menos en la consideración de actores de gobierno que no suelen ver más allá del Santa Lucía, y que actúan las más de las veces para la tribuna, apostando a la cantera de votos, planteando como caballito de batalla en favor de sus intereses la dicotomía campo-ciudad, cuando la ecuación en sí es muy sencilla: sin el campo la ciudad no existiría, y eso lo sabemos muy bien en el Interior, desde los habitantes de las capitales departamentales a los del centro poblado más pequeño, porque se nutren y se realimentan de la actividad agropecuaria.
Pero lamentablemente, en cada Expo Prado o ámbito similar en que hay posibilidades de intercambio de puntos de vista y de analizar los problemas, hay manifestaciones de posturas radicales y descalificaciones donde identifican a los productores en la línea de la “oligarquía” que aprovecha la riqueza del país en su exclusivo beneficio o para sacarla al exterior en supuesta convivencia con capitales apátridas.
Lo trajo a colación Reilly al señalar que el esfuerzo del hombre de campo, desde el productor más encumbrado a la explotación familiar, se pone de manifiesto “todos los días del año, cada vez que sale el sol, aunque a algunos les cueste verlo y otros, directamente no quieran verlo”.
Recordó que 80% de las exportaciones de bienes son de origen agropecuario, y el 65% de las industrias son agroindustrias. “Cada dólar que genera el campo se multiplica por 6 en la economía nacional, generando más de 200.000 puestos de trabajo”. Por lo cual dijo que a todos compete contribuir a generar conciencia agropecuaria en la sociedad.
Entre otros aspectos, el presidente saliente de la Asociación Rural dijo ver con preocupación “que varios indicadores de producción se encuentran estancados o en retroceso”, sobre lo que mencionó “caída de precios internacionales, altos costos de producción que se tornan cada día más estructurales, así como un atraso cambiario creciente. Son solo algunas de las variables que están afectando negativamente la rentabilidad de diferentes sectores y la competitividad del Uruguay productivo”.
Hizo especial énfasis en lo que catalogó como dramática realidad del sector lechero, con tambos produciendo a pérdida, y alto nivel de endeudamiento, trabajadores enviados a seguro de paro y muchos productores que abandonaron el rubro, en tanto mencionó que ha descendido el área de soja a sembrarse, que será la más baja de los últimos 8 años, sumado a que en la última cosecha se redujo la producción 30% frente a la zafra anterior, y respecto al arroz analizó que también atraviesa serios problemas.
Sobre todo, vinculó como incidencia negativa el elevado precio del gasoil, insumo esencial para la siembra, cosecha y fletes, lo que es factor determinante en la caída de la rentabilidad del negocio agrícola. "El precio del gasoil utilizado por la producción, supera en más de un 30% al de paridad de importación", subrayó, por lo que "cada vez que cargamos combustible, todos los uruguayos estamos cubriendo las tremendas pérdidas registradas por Ancap en los últimos años, que terminaron en una capitalización millonaria de la principal empresa estatal de carácter monopólico".
Se trata de una realidad que rompe los ojos, y ha sido la que más ha generado escozor en determinadas esferas de gobierno, aunque a fuer de sinceros sin dudas mucho más malestar y enojo han causado estas pérdidas a todos los sectores productivos y a los ciudadanos de a pie, que son los que pagan de su bolsillo estos entuertos, de la misma forma en que los productores del agro ven incrementados sus costos.
Como contrapartida, siguen alimentándose determinados “curros” en el seno y calor del Estado, donde parece no importar el esfuerzo del productor que contribuye a pagar sus salarios, los de esos de “asesores”, “consultores”, “asistentes”, secretarios de secretarios y muchos etcéteras más que entre otros inflan la plantilla de dependientes del Estado, de los que nos hacemos cargo compulsivamente todos los ciudadanos que pagamos impuestos y tarifas de entes monopólicos.
Estas pesadas cargas disimuladas en épocas de bonanza que no son aprovechadas, se sienten más cuando la ola favorable tiende a desaparecer, y se percibe ya en este contexto que en el agro los márgenes se han acotado de manera significativa, lo cual ha reducido sustancialmente la capacidad para reinvertir en el negocio.
Es hora de que más allá de tratar de desacreditar a dirigentes ruralistas por declaraciones de este tenor, el gobierno haga lo que se tiene que hacer para bajar el costo del Estado que sufrimos los uruguayos, en lugar de buscar con lupa qué impuesto nuevo se puede inventar o aumentar.
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